Mar de lágrimas

En aquella casa apartada del pueblo Liborino habitaba Cristina Y Rubén, una pareja muy sólida, llena de miles de problemas familiares que surgían por cualquier estupidez. Desde el principio la relación fue un terrible fracaso, todo era discusiones tormentosas, Rubén era un hombre demasiado violento que todo lo quería solucionar con golpes desastrosos, Cristina no sabía en que momento se había metido en ese calvario donde solo recibía malos tratos, golpes por todo su cuerpo y el amor que el en algún momento le prometió nunca lo encontro, esa casa se convirtió en una infierno de cuatro paredes, como un laberinto sin salida. Sus dolores en cada parte de su cuerpo, de su alma y corazón cada vez eran más intensos. Su llanto y desesperación ocasionaban un mar de lágrimas que la hacían perderse de la realidad de encontrar una isla para escapar de aquel lugar que estaba lleno de maldad y crueldad por la persona que juro alguna vez amarla, esta relación no tenía solución alguna, Cristina solo quería escapar de ese lugar de inmediato. De ese lugar donde perdió la felicidad, donde el dolor, la tristeza y las lágrimas eran totalmente irremediables. Rubén tenía una actitud tan patética, un corazón tan vacío y un alma tan podrida por la crueldad que manejaba hacia la persona que lo amaba con todas sus extremidades. De igual a el se le notaba lo poco que le importaba ella, solo quería verla sufrir día a día para sentirse más hombre. Lo que el no sabía es que estaba creando a un monstruo versión mujer, ya era hora de darle un buen merecido decía Cristina. Ella no quería soportar ni mucho menos perdonar al hombre que le convirtió la vida en un completo caos. Un 20 de diciembre Cristina lo esperaba impacientemente en la casa para asesinarlo sin piedad alguna. Rubén llego con los sumos super altos como de costumbre, entonces Cristina le llevó su jugo de mora favorito el cual contenía veneno del más fuerte que encontró en la tienda esto haría terminar con su vida rápidamente. El bebió ligeramente su jugo y empezó a sentir dolores frustrantes que lo hicieron acabar con su vacía y miserable vida.