Porque yo nunca he tenido el derecho a sentirme mal, al menos eso siempre me decían las personas. Tenía 2 padres que me querían y me daban dinero, nunca me faltaba nada, así que no era quien para quejarme de la vida. Solo podía sonreírles y decirles que tenían razón. Solo me quedaba él, quien me acompañaba en las madrugadas en que no podía dormir por mi llanto, quien calmaba las voces en mi cabeza diciendo que me hiciera daño o me suicidara de una vez. Él me enseñó a escribir mis problemas, un cuaderno no podía juzgarme y podría liberar mis maldiciones sobre el odio que sentí por tanto tiempo.