Naughty fox.

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Harry estaba harto. Harto de su vida.

De su trabajo, incluso de su mujer.

Él la amaba, pero en ocasiones esa chica era insoportable, tremendamente insoportable.

Y cuando Harry no le daba lo que ella quería, le dejaba sin sexo.

¿Quién se creía que era ella para dejarle sin sexo?

Así que el rizado, a pesar de su amor por Alice, cuando esto ocurría no le quedaba otra que ir a algún lugar en el que pudieran atender sus necesidades, sin rechistar.

Y hoy era de "esos días" en los que su mujer había decidido dejarlo con dolor de testículos.

Harry estaba guardando sus últimos objetos en su maletín cuando su secretaria, Skyler, entró por la puerta de su oficina.

-Sr. Styles, ¿puedo retirarme ya? -preguntó la chica algo nerviosa, pues estaba ante su jefe.

Sí, Harry Styles era director de la empresa de cosméticos número uno en todo Los Ángeles.

En realidad esto no le gustaba, tan solo era una empresa familiar, debía cumplir con ello para complacer a sus seres queridos y hacerse cargo del proyecto de sus padres.

Pero, que Harry llevara el mando tenía sus pequeños inconvenientes, por supuesto.

Tan solo tenía veintitrés años, era un chico despreocupado. No siempre cumplía con su puesto y eso a su padre le cabreaba de sobremanera.

¿Pero qué iba a hacer? Era de su hijo de quién hablamos.

Harry asintió y terminó de recoger sus cosas. Salió por la puerta de su oficina y esperó a Skyler para bajar con ella en el ascensor.

Se despidieron en el aparcamiento y ella subió a su coche.

El oji-verde buscó el suyo con la mirada y lo escontró un par de metros a su lado.

Una vez en el interior del vehículo, agarró su teléfono y marcó el número de su mujer.

Comenzó a salir con Alice cuando tenía 18. Estaba seguro de que ella sería el amor de su vida, a los 21 le pidió matrimonio.

Ella aceptó. Harry la amaba, lo hacía, incluso cuando le dejaba sin poderle tocar.

Pero el sexo era fundamental en una relación, y en esa relación lo que menos había era eso.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Alice respondió.

-¿Sí?

-Cariño, ¿qué tal si me esperas denuda en la cama y cuando vaya jugamos tu y yo a algo, mmmh? -necesitado, Harry dijo, escuchando un gruñido desde el otro lado del teléfono.

-¿Cómo te atreves? No soy una máquina con la que puedas divertirte cuando quieras.

Harry rió, irónico. Por supuesto que no era una máquina, mucho menos sexualmente hablando.

-No, eres mi mujer. Deberíamos follar al menos una vez por semana, pero no, ¡no!, por que o estás ocupada, o estás cansada, o simplemente no quieres. Bueno, no me esperes despierta -dijo colgando y lanzando el teléfono al asiento del copiloto.

Sinceramente, lo necesitaba.

Harry arrancó el coche, disgustado, y se dirigió al centro de la ciudad para encontrar algo que le quitara la desesperación.

Y lo encontró.

Un local llamado "Bite your lips" se encontraba extremadamente iluminado, junto al cartel luminoso, un logo de unos dientes mordiendo sus labios.

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