IV

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—Mierda —reclamó Mike viendo la bandeja de aluminio con los brownies negros—, ¡Mi mamá va a matarme! ¡Toda la cocina apesta!

El rubio, en desesperación, abrió todas las ventanas de su casa y con un plato plano, comenzó a tratar de sacar el aroma a quemado de la cocina. Trollino, por otro lado, solo veía impactado sus intentos de pastelitos.

—¿¡Quieres ayudarme!? —le replicó al pelinegro para seguir esparciendo el humo.

—¿A qué? —lo miró desde la entrada a la cocina.

—¡A limpiar esto!

—¿Para qué? Ya llegó tu mamá —avisó viendo a la puerta abierta, donde estaba parada la señora Montes.

Mike caminó hacia la entrada de la casa y volteó lentamente a ver a su madre, quien tenía una mirada bastante seria y mantenía sus brazos cruzados.

—Hola mami —comentó con una risa nerviosa.

[...]

—No puede ser Mike, te dejo UNOS minutos la casa y terminas quemando mi cocina, ¿¡Qué te pasa!? —regañó la madre.

—S-solo quería hacer una cosa.

—¡Y LA HACES MAL!

—L-lo siento, mamá, j-juro que yo limpio y no salgo de aquí hasta que todo quede bien. P-perdón.

—Y eso va a pasar —indicó dándole un trapo en la mano, de mala gana—, no sales de aquí hasta que todo esté bien limpio, ¿¡Me escuchaste, Miguel!?

Mike asintió con su cabeza baja y antes de que su madre se fuera, él dijo.

—¿Sabes? Echando a perder se aprende y tampoco es como que me hayas enseñado a hacerlo, madre.

Ella se quedó sin palabras, pero se fue. En cambio, Mike se quedó limpiando la cocina.
Cabe destacar que a Trollino lo mandaron a su casa.

Pasaron los días en los que Mike iba a la escuela, regresaba a casa y su madre no le dirigía la palabra, el padre era el que estaba tratando de que se hablaran nuevamente.

Entre esos días, llegó el día de la fiesta a la que habían invitado al rubio. Él tenía que pedirle permiso a su mamá, así que se armó de valor y fue con ella a su habitación.

—Mamá, necesito hablar contigo —enunció tocando la puerta.

—Pásate —respondió la mujer desde dentro.

El rubio entró y cerró la puerta detrás de él.

—¿Qué necesitas? —preguntó sin voltearlo a ver.

—Ehh, hay una fiesta en unas horas y... Quería ver si me dabas permiso de ir.

—¿En dónde?

—E-en casa de una compañera, a unos 20 minutos de aquí.

—¿Quién va estar?

—Solo compañeros del salón y Trollino, por si te sientes más segura.

—¿A qué horas te vas?

—A las 7.

—¿A qué horas regresas?

—A... L-las 12, ¿T-te parece bien?

Mi Psicólogo (Mikerap)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora