XXVI

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XXVI

Arlette

-Lo lamento mucho, pero, ¿Has tenido emociones fuertes?

Escuchaba las palabras del médico muy lejos, casi como un susurro en mi cabeza.

-Yo no puedo estar embarazada.- Murmuré atónita.

El médico alzó las cejas.

-Acabas de tener un aborto, lo que significa que sí, técnicamente estabas embarazada pero tal vez no lo sabías.- Murmuró.

Miré a Adler, él estaba serio, viendo la pantalla.

Después de que me dieran un analgésico y me explicaran unas cosas, el médico nos dejó solos.

Adler me miraba a los ojos, se veía enfadado.

-¿De quién era?- Preguntó brusco.

-Solo he follado contigo, te pedí exclusividad.- Murmuré, mirando su manzana de adán subir y bajar.

-Te pregunté una cosa.

-Tuyo.

Tomó una buena bocanada de aire y me miró antes de asentir.

-Nos largamos de aquí, tengo un evento que planear.

-Te estoy diciendo que era tuyo y no te importa?

-Tengo cosas que hacer.

Mis ojos se llenaron de lagrimas y asentí.

-Nick te va a traer ropa, me largo.

-Adler...

Se giró y con cuidado me levanté, caminé hasta él y lo besé, no correspondió y eso me apretó el corazón.

Mi corazón estaba en sus manos, y podía romperme si quería. A mi no me importaba ya.

-Adler no me dejes aquí.

Se alejó de mi y le di una bofetada, ¿acaso no entendía que lo necesitaba?

Él apretó la mandíbula y me miró chispeando furia, de un tirón al cabello de azotó a la pared y me apretó el cuello.

-Que sea la última vez que me golpeas, Arlette. Porque te juro que te lo regreso y más fuerte.- Siseó.

Lloraba a mares mientras me amenazaba.

-¡No puedes usarme y después tirarme como basura!- Grité.

-Ya lo hice, ¿o acaso es que no te das cuenta, muñeca italiana?- Se burló.

Mordí mi labio entre el llanto y jadeé.

-¿No sientes algo por mi?

-Solo siento asco por ti, ver como te arrastras es muy bajo para ti Arlette.

-¿Y acaso tú eres el señor perfecto?

-Lo soy.

Y fue lo ultimo que dijo antes de salir, caí pegada a la pared y lloré hasta que Nick me dejó una bolsa con ropa.

Me metí al baño y me cambié rápidamente, era un pantalón junto a una blusa de manga larga, me puse el abrigo y las botas, mi rostro y ojos estaban muy rojos así que lavé mi rostro y puse una sonrisa leve.

Estás bien.

No lo estaba, pero si mi mente se lo creía estaría estable y Serena.

Acababa de perder un bebé que no sabía que tenía, y eso me hizo soltar unas lágrimas, pero después entendí que no fue mi culpa porque ni siquiera lo sabía.

Salí de la habitación y los escoltas me guiaron a la camioneta en la que iba a ir, el camino fue tardado y la nieve era lo único que se veía aparte de los demás autos y algunos edificios.

-¿Saben si Adler está en casa?- Pregunté cuando llegamos.

-Entre, señorita.

-Les hice una pregunta.- Murmuré enfadada.

-No tenemos ordenes para hablar con usted.

Abrí la boca ofendida y entré a la casa.

Adler estaba en el pequeño balcón de las escaleras con los brazos cruzados mirándome fijamente, trague saliva.

Su mirada me derretía y me encendía al mismo tiempo, sus ojos azules me recordaban que éramos primos, pero sus labios me incitaban a besarle.

-Ven aquí, muñeca.

Hice lo que me pidió hasta estar a su lado.
Su mano atrapó mi barbilla y la alzó ligeramente para verme a los ojos.

-¿Vas a ser una chica buena y te vas a comportar?

-Sí.- Murmuré.

-¿Ves que sí nos podemos llevar bien? Solo haz caso, Arlette.

Me agarró por el cuello y entreabrí los labios.

-¿Qué sientes por mi, Arlette?- Preguntó mirando mis labios.

-Te amo, Adler.

Una sonrisa perversa se instaló en sus labios y acarició los míos, quería que me besara.

-Así me gusta que seas muñeca, obediente y dime, ¿de quien eres, Arlette?- Preguntó sin dejar de acariciar mi labio inferior, sus ojos azules penetraban mi pecho y su cabello rubio estaba ligeramente despeinado.

Entreabrí los labios para hablar, pero no dije nada cuando vi a una chica ponerse a su lado, me tensé y me alejé de Adler.

-¿Se puede saber quien es esta?- Escupió la chica, era rubia, bajita y de ojos miel.

Solté una risa.

-¿Adler?- Volvió a preguntar.

El ruso lamió su colmillo y miró a la chica y después a mi.

-April, ella es Arlette.

La chica me miró de arriba a abajo, ya no llevaba la chamarra, y la blusa de pegaba a mi cuerpo, remarcando prácticamente todo.

-No la quiero aquí, que se largue.- Le dijo.

Adler soltó una carcajada y negó.

-Ella se queda, y más te vale que respetes.

Adler se dio la vuelta y me besó, me miró una última vez y se fue hasta perderse por uno de los pasillos, April me miró molesta.

-April Crockpot, hija de uno de los empresarios más grande de todo Rusia.

-¿Sabes? Amanecí muy preguntona hoy.

-Eres una fácil.- Murmuró.

Alcé las cejas y relamí mis labios.

-Gracias.

Iba a pasar por su lado pero su molesta voz me detuvo:

-Vengo a por Adler, él va a ser mío.

Me giré y le tiré una mirada fría y seca, imponiendo mi altura ante ella.

-De seguro tú no tienes nada y quieres todo, quieres autos, hombres y quien sabe qué más.- Siguió.- Yo soy como el Sol, ilumina y todos están ahí cuando pasa, pero tú eres la asquerosa luna en la que nadie sale por terror.

Reí suavemente y negué.

-Lo que todos quieren, yo lo tengo mil veces ya. -su rostro se contrajo en enojo.- ¿O acaso crees que el sol podría opacar a la luna? No Abril, eso no pasa.

-Es April!- Me corrigió.

-Ya, ya Abril, ni que fueras la gran cosa.

-Ustedes son primos y...

-¿Y qué? ¿Vienes a decirme que está mal o prohibido? No me interesa, yo hago lo que quiera con mi vida y no me meto en la de nadie, y te doy un consejo, deberías hacer lo mismo.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora