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Te conocí en un vagón de tren, en la víspera de navidad. No éramos más que dos personajes grises en una prosa colorida. No encajábamos, nos sentíamos bichos raros en nuestros propios capítulos, aun cuando a simple vista pareciera que fluíamos como ningún otro.
Tú eras un tipo extrovertido, o esa fue mi primera impresión al verte a lo lejos mientras te reías con un grupo de chicos. Pensé que jamás me habrías mirado, un personaje aburrido y opaco camuflándose entre tanta luz y tanto color. Siempre te imaginé como destellos amarillos, un chico espontáneo y transparente.
Jamás se me habría ocurrido que tú te sentías tan gris entre ellos como yo lo hacía pensándome a tu lado.
El capítulo en el que se me presentaba como personaje, era todo lo contrario al tuyo. En el mío se describía a un adolescente común y corriente, quizás más aburrido e insulso que la media. Se me relataba como alguien aburrido que se relacionaba con gente aburrida, con personas que no despertaban el interés de nadie y aun así, aquella víspera de navidad, tú viste en mí algún destello rojizo que no pasó desapercibido en tu atmósfera amarilla.
Reflexioné en que, tal vez, lo colorido de tu atmósfera resultaba monótono y que un poco de gris era suficiente para equilibrarlo, aun cuando me repetiste que yo no era opaco.
Esa nochebuena, el mundo parecía detenido en el exterior, casi muerto de no ser por las luces de colores que se iluminaban en los techos de las casas. Imaginé que el tiempo seguía avanzando dentro de sus hogares, quise pensar en las sonrisas de los niños abriendo sus regalos y en el aroma de las familias felices que se acompañan mutuamente.
Ahora que lo pienso, no lo imaginé, solo traje el recuerdo de regreso a mi mente.
Tú estabas absorto en tus pensamientos, callado como nunca te vi, compartiendo el asiento del vagón con un desconocido que no esperaba bromas de ti, mucho menos carcajadas. Me limitaba a sentirme acompañado con el roce de nuestros brazos y la mera conciencia de saber que no estaba solo.
El simple hecho de que nos hubiéramos encontrado en una situación tan casual era suficiente para saturar el gris oscuro que siempre me inundaba. Y como si se tratara del mundo al revés, hice acopio de todas mis fuerzas y rompí el hielo con el primer comentario que se me cruzó por la cabeza, tal vez el con menos tino que se me podría haber ocurrido teniendo en cuenta tu expresión opaca y tus ojos transparentes.
