Capítulo 11: ¿No ves que pretendo ser tu Julieta?

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¿Recuerdan cuando dije que la extrañaba y que me estaba empezando a agradar su presencia? ¡Olvídenlo! Monserrath era una sapa

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¿Recuerdan cuando dije que la extrañaba y que me estaba empezando a agradar su presencia? ¡Olvídenlo! Monserrath era una sapa.

Le había contado con detalles a mis padres todo el drama que había entre Jade y yo. Obviamente, la mayoría de la historia se la había inventado ella, ya que, en realidad, no tenía idea de lo que había pasado entre nosotras dos.

Solo tenía conocimiento de nuestra pequeña pelea porque se la había comentado hace días. Supongo que a veces, resultaba ser más molesta que útil.

Gracias a ello, mis padres se habían dado la tarea de vigilarme día y noche por temor de que en algún momento fuese a explotar de la tensión.

Según ellos, una pelea entre parejas era tediosa y había millones de probabilidades de que me pusiera realmente mal; algo totalmente ridículo porque yo solo la extrañaba un poquito. Sí, solo un poco.

Era incómodo.

Mi padre insinuaba que hablaría con Jade a solas mientras se tronaba los dedos y eso me daba entender que todo estaba muy mal. Él creía ciegamente en que la estupida influencer guapa era la culpable, y no su pequeña hija con síndrome de pendeja.

Porque, tristemente, en esta situación, yo era el problema. Aunque no entendía porque sentía este nivel de compromiso en la relación ya que no era algo real, lo sentía de todos modos y era algo innegable.

Tal vez era porque, de una forma u otra, realmente la quería.

Mientras tanto, mi madre se limitaba a mirarme fijamente. Intentando descifrar, intentando intimidarme. No tenía idea de sus intenciones, pero estaba consciente de que le estaba funcionando el truquito. Me sentía más culpable por ella.

Y las estupideces de Jade ya hacían falta.

—No puedo creerlo —murmuró mi madre, mientras se sentaba en un sillón próximo al mío.

Nos encontrábamos en la terraza para pasar "Tiempo de calidad en familia" porque según ellos, era importante en "esta época del año". Resultaba muy chistoso ver a mis padres mentir tan mal. Creían tener todo bajo control, pero eran tan predecibles que podía adivinar su próximo paso sin tener que siquiera pensarlo.

Ellos sólo deseaban que Jade y yo nos reconciliáramos para no echar a la basura los planes de unir a dos familias importantes para elevar a el ministro real. No precisamente porque velaban por nosotros.

Yo lo sabía, estaba un paso adelante y nadie iba a ganarme.

Otra cosa que me traía sin cuidado era el hecho de que, la presidenta del ministro —y directora del internado al que me querían mandar a mi suerte cuando tuviera la mayoría de edad— me había mandado un correo que preferí no abrir y ocultar a mis padres.

Sabía que tenía que ver con las inscripciones y mi estadía allá, pero siendo sincera, no quería dejar todo atrás. Quería desaparecer de aquí, sí, pero aún no estaba lista.

No hay un final feliz para cenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora