Cortó la carne con maestría, familiarizado con el toque del cuchillo, no vaciló ni siquiera al escuchar el grito del otro pidiendo clemencia.
Hannibal empujó más fuerte, estaba siendo descuidado a propósito, disfrutando de los alaridos de dolor de ese alfa de pacotilla.
Una vez que todos sus dedos habían sido arrancados, se dio el gusto de alejarse brevemente para ver al alfa gemir de dolor, con la sangre cayendo por sus heridas e hinchado por la paliza que Hannibal le dio en cuanto lo vio.
—Nunca me considere alguien que cede fácilmente a sus instintos, ¿sabe? —explicó, mientras miraba la mesa de metal escogiendo una nueva herramienta—. Aprecio el decoro y los buenos modales. Si dejamos de lado la sensatez, no seríamos diferentes a los animales.
El alfa que estaba atado en la silla escupió sangre, soltando un gruñido cuando hizo un movimiento en falso y sus manos crujieron. Con las pocas fuerzas que tenía imploro clemencia y rogó por su vida.
—No obstante, existe un impulso muy arraigado dentro de nosotros, sobre todo en los alfas y omegas, que se niegan a civilizarse. A ser domesticados por completo —continuó Hannibal. Ignorando al otro—. La domesticación en seres como nosotros es irremisible, un acto de desnaturalización —Tomó unas pinzas de metal de la mesa y caminó lentamente hacia el otro hombre.
Al ver que estaba por llegar a la inconsciencia, lo abofeteó tan fuerte que su mandíbula crujió y soltó un alarido de dolor.
—Sin embargo, pese a todo el recato que un hombre puede poseer, cualquier alfa actuaría si le faltan el respeto a su omega —Tomó al hombre por la barbilla presionando en las heridas de su mejilla. Lo miró con desdén, con la más llena de repulsión en su mirada—. Más si la comida es quien lo hace.
Tomó las pinzas y extrajo los colmillos del alfa, tomando su tiempo en arrancar cada uno con fuerza, empujando para que el dolor se intensificará. El alfa gruñó y gritó, retorciéndose de la desesperación.
Una vez terminó, Hannibal se alejó, limpiándose la sangre de las manos. Ahí estaba el alfa, llorando de dolor e impotencia. Arrancarle los colmillos a un alfa, era el peor acto de sufrimiento que podrían causarle. Dejando de lado el dolor insoportable, jamás iban a poder enlazarse y formar un vínculo.
Hannibal se dio la vuelta, maravillandose con la mirada complacida y excitada de Will, quien estaba plácidamente sentado en una silla disfrutando del espectáculo. Will ronronó una vez que tuvo a Hannibal abrazándola y marcándolo con su olor.
Se separaron ligeramente y Hannibal extendió la mano, mostrando los 4 colmillos previamente arrancados del alfa. Will los tomó complacido.
—Retiro lo dicho —dijo Hannibal sin separarse de Will—. Para un alfa, para un hombre, ser domesticado por su omega es el mejor de los placeres.
Will lo beso con desesperación, disfrutando de su precioso alfa. Estaba mojado luego de esa demostración de virtud, nada lo excitaba más que ver a Hannibal cazando. Quería que lo tomará y lo empotrara contra la mesa ahí mismo.
Se separaron jadeantes.
—Eres mi bestia, Hannibal—Sonrió Will—. Solo mio.
Hannibal se sintió desfallecer, quiso arrodillarse y brindarle tributo a Will ahí mismo, inflando el pecho al ver el orgullo y oscuridad en su mirada.
Fue y tomó el cuchillo para ofrecérselo a su amado.
—Es todo tuyo, Mylimasis —dijo Hannibal—. Los cerdos no deberían siquiera mirarte.
Will sonrió, caminando hasta el alfa. Oh, claro que iba a disfrutar esto.
Hannibal podía ser recto y rescatado, apreciar los buenos modales, pero sin duda, su instinto para proteger, venerar y vengar a Will, a su familia, sobresalía ante cualquier cosa.
El alfa había tenido la mala idea de restregarse contra Will en el parque e impregnarlo con su fétido aroma. Lástima que eso fue lo último que hizo.
Porque, por su puesto, ni Hannibal ni su esposo iban a dejarlo salir de ese sótano con vida.
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Instinto
FanfictionHannibal Lecter nunca pierde los estribos, excepto cuando se trata de su esposo Will Graham.