🥀CAPÍTULO CUATRO 🥀

7.3K 565 41
                                    


Günther estaba muy molesto con aquella chica y su impulsividad. ¿Cómo era posible que en tan solo un día una misma persona le hubiera podido provocar tantas emociones contradictorias?

La señorita Flores iba a ser un dolor de cabeza, de eso estaba seguro.

Pero no pudo evitar sonreír ligeramente, no sin cierta amargura, al caer en la cuenta de que sin perder esa bonita sonrisa había insinuado que él era un playboy, un tirano y un ogro.

Solo Dios sabía qué lo había detenido para no haberla despedido en ese mismo momento.

Quizá fuera su candidez. Sus ojos tenían una transparencia y una ingenuidad que hacía mucho no veía en una persona y que en cierta forma lo enterneció.

No podía truncar su sueño. Había viajado desde muy lejos y venía llena de ilusiones. Ni siquiera él era tan miserable.

Sin embargo, por su bien, la señorita Flores debía aprender pronto disciplina. Tenía que saber dónde estaban los límites y ocupar su lugar. De lo contrario no le iba a quedar más remedio que despedirla.

Y no quería hacerlo, a pesar de que si le contaba a alguien lo que había visto y se corría la voz, su imagen y su reputación se quedarían por los suelos. Y eso era algo que bajo ningún concepto podía consentir.

— ¿Cuántos problemas más me darás, Candela? — pensó en voz alta, desvistiéndose con desgana para darse una ducha relajante.

Con el día que había llevado lo necesitaba.

Debía aprovechar que su madre estaba ocupada hablando por teléfono y no andaba rondando por allí para interrogarlo. Las cosas seguían tensas entre ellos...desde aquel suceso. Ese que tanto odiaba mencionar, hasta recordarlo le hacía hervir la sangre.

Abrió el agua fría, dejando descansar la cabeza contra la pared y tratando de poner la mente en blanco.

Era una técnica que se había visto obligado a desarrollar para combatir tanto estrés. En un puesto como el suyo, no podía permitirse ni un segundo de respiro.

No se había matado en vano para llegar hasta donde estaba y sabía que muchos anhelaban arrebatarle el pódium.

Las empresas Von Ziegler tenían cada vez más competidores en el mercado y ello no contribuía precisamente a suavizar su mal humor.

No bastaba con sobresalir, tenían que ser los mejores. Aplastar a la competencia.

En el mundo de los negocios, si no te dejabas la piel para llegar a la cima y demostrabas de lo que eras capaz, te comían vivo.

Y Günther jamás había sido de los que se conformaban con la mediocridad.

Quitándose esos pensamientos de la cabeza, cerró el grifo y se pasó una toalla alrededor de las caderas.

Aquella noche no tenía ganas de hacer nada, ni tan siquiera quería cenar. Solo le apetecía estar a solas, en silencio.

En ocasiones como aquella, cuando sentía que la presión era demasiada y amenazaba con superarlo, le bastaba con estar un rato en silencio para relajarse y fingir por un momento que todo estaba bien consigo mismo.

Sabía que no podía quejarse, pues tenía una buena casa, una familia prestigiosa y un trabajo y estatus social por el que muchos matarían. Pero a veces no podía evitar pensar que todo era tan vacío, tan insustancial...

— ¡Günther, hijo, la cena está lista!

Mierda. Su madre como siempre fastidiándole el momento de tranquilidad. Ya le extrañaba que hubiera tardado tanto...

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora