Les he dado mí juventud.
Mis ganas de hacer amigos.
Y también la capacidad que alguna vez tuve, para ser feliz.
Hoy les di lo último que me quedaba.
No me reconozco ni el pulso.
Al verme al espejo notaba algo que podía salvar.
Hoy cuando me paré frente a él, vi un vacío, dónde debía estar la buena persona, no había nada.
Y si no soy buena, bonita, inteligente o agradable ¿qué será de mí?
¿Cuánto debo pelear para conocer por fin la tranquilidad?