Capítulo 2.

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All around the mulberry bush,

The monkey chased the weasel.

The monkey thought ‘twas all in fun.

Pop! goes the weasel.

Stiles Byen sabía exactamente por qué le gustaba cantar esa canción tonta. Su madre la detestaba.

Deja de cantar esa canción estúpida. ¿Me has oído? De todos modos, no tienes voz.

Sí, mamá.

Y entonces Stiles la cantaba una y otra vez en voz muy baja. Eso había sido mucho tiempo antes, pero recordar el hecho de haber desafiado a su madre le seguía resultando muy satisfactorio.

Stiles Byen detestaba trabajar en Global Computer Graphics. Tenía 22 años, era travieso, vivaracho y atrevido. Era mitad violencia contenida y mitad fuerza explosiva. Su rostro tenía forma de corazón, sus ojos eran de un gris malévolo, su figura era seductora.

Había nacido en Londres y hablaba con un delicioso acento británico. Era atlético y le encantaban los deportes, sobre todo los de invierno: en particular el esquí, las carreras en trineo y el patinaje sobre hielo.

Cuando asistía al college en Londres, Stiles vestía de manera conservadora, pero por las noches usaba pantalones ajustados y atuendos de disco y recorría los boliches bailables. Había pasado las tardes y noches en The Electric Ballroom de Camúen High Street, en Subterania y The

Leopard Lounge, mezclándose con la gente del West End. Tenía una voz hermosa, voluptuosa y sensual, y en algunos de los clubes se acercaba al piano y tocaba y cantaba, y los asistentes la vitoreaban. Eran los momentos en que se sentía más vivo.

En el interior de los clubes, la rutina siempre seguía el mismo patrón:

-¿Sabes que eres un cantante fantástico, Stiles?

-Sí.

-¿Puedo convidarte una copa?

Él sonreía.

-Me encantaría una Pimm's Cup.

-Fantástico, entonces.

Y siempre terminaba de la misma manera. El que estaba con él se le acercaba y le susurraba al oído:

-¿Por qué no subimos a mi departamento y nos divertimos un rato?

-Vete al diablo. -Y Stiles se mandaba mudar de allí.

Y, después, en su cama, pensaba en lo estúpidos que son los hombres y en lo fácil que es controlarlos. Los pobres imbéciles no lo sabían, pero querían ser controlados. Necesitaban ser controlados.

Y entonces se produjo la mudanza de Londres a Cupertino. Al principio fue un desastre.

Stiles detestaba Cupertino y detestaba trabajar en Global Computer Graphics. Le aburría soberanamente oír hablar sólo de Plug-ins, de dpi, de medios tonos y de grillas. Extrañaba con desesperación la excitante vida nocturna de Londres. En la zona de Cupertino había algunos boliches nocturnos que Stiles frecuentaba: San José Live o P. J. Mulligans o Hollywood Junction. Usaba pantalones ajustados y musculosas y zapatos. Usaba un poco de maquillaje, como tratando de ocultar su belleza natural.

Algunos fines de semana, Stiles conducía el auto a San Francisco, donde estaba la verdadera acción.

Recorría los restaurantes y clubes que tenían un bar musical. Visitaba Harry Dentons y One Market Restaurante y el California Café, y por las noches, cuando los músicos se tomaban un descanso, Stiles se acercaba al piano y tocaba y cantaba. A los parroquianos les encantaba. Cuando Stiles trataba de pagar la cuenta de su cena, los dueños le decían:

Tell Me Your Dreams.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora