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Era la última noche que lo esperaba
despierta. Siempre decía lo mismo. Siempre
decía que no lo iba a esperar más, que no
iba a ignorar sus llegadas tarde, que le
iba a reclamar, pero como siempre nunca
cumplía. Era su marido y lo amaba. Escucho el sonido del carro, la puerta del garaje al
cerrarse y sus pasos en las escaleras. Cerró
sus ojos y se hizo la dormida.
Eren entro en la habitación, miro la
cama donde su esposa dormía y siguió al
baño. Se acostó a su lado dándole la espalda
y se durmió. Ella giro y miro a través de la
oscuridad a su esposo dormido. Otra noche
más que no la tocaba, hacía meses que no
la tocaba, aunque, ¿porque iba a tocarla si
llegaba satisfecho de estar con su amante?
Le dio la espalda y con lágrimas en los ojos
se durmió.
Todas las mañanas eran lo mismo; se
levantaba temprano, preparaba el desayuno
para él, lo acompañaba a comer y luego él
se iba sin ni siquiera un beso, un nos vemos
en la noche era todo, no un gracias, ni un te
amo, ninguna palabra cariñosa.
Estaba sentada en el sofá viendo por la
ventana hacia el exterior, en la calle se
veían niños corriendo y jugando, era verano
y todos los niños estaban de vacaciones.
Llevaba toda la mañana ahí, sentada,
pensando que hacer para que su marido
la mirara como antes, para que la tocara
como antes, para que dejara a su amante
y volviera con ella. Pensó que tal vez unas
vacaciones le harían bien, tal vez alejarse
unos días renovaría el amor y la pasión.
Luego llego a la conclusión de que el no
dejaría su trabajo así. Luego se le ocurrió
comprar de esa ropa interior picante y
hacerle un striptease, pero ella no era muy
buena bailarina y tal vez lo arruinaba,
estaba pensando en esperarlo desnuda en
la cama cuando el teléfono sonó a su lado,
asustándola.
Esperanzada, creyendo que tal vez fuese su
marido, contestó con entusiasmo al teléfono
-Hola
-Mikasa, hola.- sus esperanzas murieron, al
escuchar la voz de Abby al otro lado de la
línea. La sonrisa en su rostro murió.
-Hola Abby, ¿Cómo estás?- Aunque quiso
imprimirle alegría al tono, temió fracasar,
no sentía nada de alegría en ese instante.
- Perdona por no llamarte antes pero...- Su
disculpa murió con el habitual entusiasmo
de Abby.
-No te preocupes. Oye, estaba pensando...
¿Qué tal si salimos por ahí a tomar algo esta
tarde? Y no me digas que no, que tú marido
puede llegar temprano porque hace meses
que llega tarde.- Hizo una mueca de dolor
al escuchar las palabras de su amiga. Eran
amigas desde la secundaria y Abby siempre
había sido tan directa con todo.
Estaba pensando inventarse que se sentía
indispuesta, cuando se le ocurrió que tal
vez, si Eren llegaba y no la veía podría
preocuparse o siquiera interesarse un poco
por ella. Acepto encantada y quedaron de
reunirse a las cinco en un café del centro.
Eran las cinco con trece cuando Abby llego.
Disculpándose por su tardanza, Abby la hizo
cambiarse a la ventana, porque allí, podrían
ver a la gente pasar y criticarlos por su ropa,
como hacían cuando eran adolescentes.
Estaban riéndose de una señora con un pelo
naranja y un conjunto tan naranja como su
pelo cuando el rostro de Mikasa se congelo.
Al otro lado de la acera caminaba su marido
con una muchacha rubia de vestido rojo,
iban riéndose y el la llevaba por la cintura.
Su estómago dio un brinco y creyó que se iba
a desmayar.

-Vamos a seguirlo.- La sugerencia de su
amiga la tomó por sorpresa. Todavía
estupefacta, Abby la tomo de la mano,
dejo unos cuantos billetes en la mesa y se
dispusieron a seguir a Eren. Iban unos
metros atrás, viéndolos sonreírse y hablarmuy cerca, cuando él se giró. Asustada, creyendo que el la había visto,Mikasa se
disponía a dar media vuelta y correr, cuando
su amiga, la tomo de la mano e hizo que
girara chocando contra su rostro y besando
sus labios.
En estado de shock y con los ojos muy
abiertos Mikasa se separó de ella y no dijo una
palabra. Abby se veía tranquila y totalmente
relajada. Dio un vistazo por encima de la
cabeza de Mikasa y la tomo de la mano para
que la siguiera.
-Siento mucho lo del beso, así fue como
ayude a Bill, cuando seguíamos a uno de los
criminales que el busca. No me di cuenta,
ni siquiera pensé que era una chica solo lo
hice. Discúlpame.- Mikasa miro a su amiga.
Bill era investigador privado y Abby solía
ayudarlo en sus casos, no le extrañaría que
en una ocasión hubiese tenido que hacer eso
para salvar el pellejo de su amigo. Además,
Mikasa sabía que Bill llevaba enamorado
de Abby muchos años, no sería extraño
que fuese una excusa de el para besarla.
Negando con la cabeza y diciéndole que no
tenía ninguna importancia, siguieron por
donde Eren se había ido.
Girando en la esquina, ella se detuvo
abruptamente al ver el sitio a donde su
marido había entrado con aquella mujer.
Era un hotel. Literalmente arrastrándola,
Abby entro con Mikasa al hotel y ambas se
congelaron al instante:Eren caminaba
con la rubia, sonrientes y tomados de la mano, al ascensor. Las puertas se abrieron y
ambos entraron. La última imagen que ella
obtuvo de su marido, fue que este apretaba
a la rubia contra su pecho y la besaba
apasionadamente.
Conteniendo las lágrimas, salió del lugar
corriendo. Ella sabía que él le era infiel.
Pero una cosa era saberlo y otra muy
distinta, verlo con sus propios ojos. Un par
de cuadras más adelante Abby la alcanzo y
la tomo en sus brazos. Consolándola la guio
hacia un pub cercano. Llevaban más de
media botella de vodka, ella no bebía pero
sentía que no había otra forma de ahogar
sus penas. Su marido, el hombre al que
amaba, le era infiel. En ese momento estaría
en ese hotel revolcándose con la otra. Su
pena era tan amarga que se toma un vaso
de vodka entero. Le escoció la garganta pero
eso era mejor que le dolor de su corazón
rompiéndose y sollozando.
-Debes vengarte. - la voz de su amiga
sonaba extraña, pensó que quizá era por la
cantidad de alcohol que habían consumido.
Ninguna acostumbraba beber. – Debes
vengarte,Mikasa.- Le pareció absurda la
sugerencia. ¿Cómo iba a vengarse, si a él,
ella no le importaba? Tenía una amante.
– Debes vengarte y yo sé lo que vamos a
hacer.- La sonrisa en el rostro de Abby
era espeluznante y la asustaba, pero
ella estaba tan dolida que no le importo.
Quería vengarse, verlo sufrir, como él la
estaba haciendo sufrir a ella, que llorara
y le doliera tanto o más de lo que le dolía
a ella. Y lo haría, lo haría llorar, y sufrir, y
retorcerse de dolor. Y ella lo disfrutaría.

Infidel [Completa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora