Capítulo 3: I wish you would

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—¿Qué clase de persona viene con gafas a la playa?

—Pues... una que no tiene intención de bañarse.

—¿Me las dejas un momento?

—¿El qué?

—Tus gafas.

Sin esperar la respuesta le quitó las gafas y en un acto veloz salió corriendo hacia el mar, seguida por él, que aguardó en la orilla en cuanto ella empezó a adentrarse.

—¿¡Qué haces!? –Gritó.

—¡Si las quieres vas a tener que venir a por ellas!

La vio reír y no pudo evitar contagiarse de su risa, quizá le hubiera molestado que cualquier otra persona le obligase a meterse en el mar para recuperar sus gafas pero con ella todo le parecía divertido. Se adentró en el mar, haciendo que ella diera un par de pasos hacia atrás, con el brazo derecho alzado sosteniendo sus gafas, cada vez que él los daba hacia delante.

—¿Así como pretendes que te alcance?

Ella se encogió de hombros.

Finalmente se detuvo cuando el agua cubría hasta sus hombros y él la alcanzó. Intentó quitarle las gafas y ella echó el brazo hacia atrás.

—Dame un beso y te las doy. –Dijo con una sonrisa pícara.

—Creía que la condición era alcanzarte.

—Pues ahora también tienes que darme un beso.

Se acercó a su rostro dejando que sus labios se rozaran y aprovechó esa distracción para quitarle las gafas de la manos, pero ella fue más lista y apartó la mano antes de que pudiera alcanzarlas.

—¿Qué mierda ha sido eso? Dame un beso de verdad, como el que me has dado viniendo hacia aquí porque no podías aguantar sin besarme.

Rodó los ojos antes de agarrarla por la cintura y pegarla completamente a su cuerpo para darle un beso que la dejó sin aliento. Tras unos segundos perdidos en ese intenso beso, se separó de ella sonriendo al ver como seguía con los ojos cerrados y una sonrisa en los labios.

—¡Ja! ¿Ahora qué? –Se burló cuando consiguió quitarle las gafas.

—Ahora sigue besándome. –Dio por concluida la conversación rodeándole el cuello con los brazos a la vez que él sostenía sus piernas sobre su cadera.

Abrió los ojos y se incorporó rápidamente, aturdida. Tuvo que pararse a mirar unos instantes donde estaba, tratando de reaccionar tras el sueño que acababa de tener.

Escuchó ruido en la cocina, por lo que supuso que Alicia estaría despierta. Bajó las escaleras y se dirigió a la cocina, encontrándola ya vestida y maquillada.

—¿Todavía estás así? –Dijo la pelirroja al verla.

—Se me había olvidado que tenemos trabajo, que quieres que te diga. Yo quiero ir a la playa, no a trabajar.

Alicia le ofreció una taza que acababa de llenar de café hasta la mitad, seguidamente, Raquel llenó la otra mitad con leche y una cucharada de azúcar.

—Bueno, venga, esta tarde nos vamos a la playa.

Raquel no respondió nada más y Alicia observó como se había quedado mirando a la taza de café, fijamente. Sabía que su mente estaba en otra parte.

—Oye, ¿De verdad que no te pasa nada? Estás de un raro desde que vinimos a este pueblo.

—Es que he tenido un sueño un poco raro.

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