La segunda semana tardó en llegar. Tom sentía que habían transcurrido siglos desde el último lunes. El fin de semana se había resumido en ver películas con su madre y en mirar por redes sociales cómo sus amigos del pueblo quedaban para hacer lo de siempre, pero esta vez sin él. Así, se había hecho lento, soporífero y doloroso.
Ir al instituto tenía el beneficio de la distracción. Sus compañeros seguían llenos de vitalidad. El verano había dejado mucho chismorreo que contarse y las emociones continuaban a flor de piel. No sería hasta que llegasen los trabajos y exámenes que volvieran las caras adormiladas y la apatía.
Tomás seguía estando bajo la atención de sus compañeros, incluso de otros estudiantes del instituto. Sería tema de conversación hasta que los ojos se acostumbraran a su figura y dejara de ser una novedad. Hasta entonces, sería una atracción de feria, brillante y entretenida.
La gente se arremolinaba alrededor de su mesa en los descansos.
La atención que le brindaban le hacía olvidarse, por un segundo, de todo lo que había perdido. Tenía que centrarse en sonreír, responder, escuchar las conversaciones y quedarse con todos los detalles nuevos. Era difícil acordarse de los amigos a los que extrañaba. Por eso, había comenzado a disfrutar mucho más del tiempo en el instituto, que el tiempo muerto en casa. No tener nada en lo que pensar le ponía triste.
No le costó percatarse de las personalidades cantantes de la clase. Entre las chicas, destacaba la voz de Sara. Era de las primeras personas que se habían acercado a él, con una seguridad envidiable. De ella le había llamado la atención los numerosos pendientes que colgaban en sus orejas, los anillos dorados de sus dedos y el coletero de terciopelo rosa, que resaltaba en su melena rubia. Entre los chicos, destacaba Sergio. En los primeros días se acercó a hablar con él sobre el equipo de fútbol del instituto, con la intención de que se apuntara. No era muy alto, pero el fútbol le había dado unas robustas piernas y siempre, tras los recreos, llegaba sudado de tanto correr. Tanto Sara como Sergio, eran, sin lugar a duda, los líderes del cotarro.
En uno de los descansos, donde Sara y un par de chicos le hablaban de su fin de semana, Tom no pudo evitar abstraerse de la conversación. Y su mirada se perdió en las mesas del principio del aula. Aquella mañana, el dúo inseparable de amigas tampoco se había acercado a él, aunque había notado que no perdían detalle de lo que ocurría a su alrededor. Eran las únicas personas por las que sentía verdadera curiosidad. Quizás porque eran las únicas que habían ignorado su presencia, más allá de miradas rápidas y el encontronazo con Liz.
Lamentaba que su primer contacto con Liz hubiera sido tras la conversación con Sara. Aquel día fue un desastre tras otro. Desde entonces, había visto las posibilidades de hablar con la chica muy menguadas. Ya ni siquiera cruzaban miradas. Tom sabía que le debía unas disculpas, pero sus compañeros se habían reído tanto de que le hubiera llevado las cosas hasta clase que se sentía avergonzado. Sentía que cualquier contacto que hiciera con ella estaría bajo la mirada del resto, ansiosos de más cotilleo.
Pero había un enemigo esperándolos a todos a la vuelta de la esquina: los trabajos en grupo. Luana, profesora de Historia y la tutora de aquellos adolescentes, hizo silencio en la sala.
—Es oficial: estamos en la segunda semana de clase. Se acabó el período de adaptación. Es hora de asumir que ya no estamos de vacaciones. Por lo que llega el primer trabajo para la asignatura.
—Podemos hacer como que seguimos en verano, profesora -comentó Sergio, acogido por las risas de sus compañeros.
-O podemos hacer como que vivimos en la Europa de la Primera Guerra Mundial, que es de lo que va el trabajo. Tendréis que elegir un país por parejas y traernos información sobre su estado socioeconómico durante el momento. Hablar de los conflictos, las clases sociales, la gastronomía... ¿Sí, Sara?
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¡Esa maldita lista!
RomanceAntes de comenzar el último año de instituto, la mejor amiga de Liz, Mar, decide escribir una lista. En ella, diez planes que tendrán que llevar a cabo antes de que termine el curso. Con la promesa de tacharlo todo, harán todo lo que no se han atrev...