En el pueblo de Yuuei se tenía estrictamente prohibido ir al otro lado del río, se rumorea que allí vive una inmensa criatura hecha de árbol, con piel de madera y su cabello de las hojas más verdes que han existido alguna vez. Nadie la ha visto, porque temen romper aquella regla y que la criatura los devore.
Hay viejas leyendas, fábulas para niños más que todos, que cuentan cómo unos pocos ingenuos han cruzado, en su afán de conocer a la criatura o enfrentarla, pensando salir victoriosos de su hazaña. Muy pocos vuelven, locos, delirantes, anunciando que la criatura es una bestia salvaje y que atacará a cualquiera que osa perpetrar la fauna y flora de su lado del río.
Pero claro, siempre hay excepciones, como aquel pequeño niño de cabellos rubios cenizas y ojos granate, llamado Katsuki, que se asomaba a orillas del río cuando su madre lo perdía de vista, jurando que una vez que creciera iría al otro lado a enfrentar a aquella vil criatura y apoderarse de sus tierras como amo y señor, tal vez y siendo elegido como el próximo líder de su tribu como aspiraba a ser.
Todos los días se escabulle con los otros niños, ideando algún plan para pasar, saben que aún no pueden hacerlo por su corta edad y su baja estatura, conocen lo profundo del río y cruzarlo de esa manera sólo provocaría una muerte innecesaria. Necesita crecer rápido, que su padre le siga enseñando a manejar la espada –aunque el hombre sólo lo hacía para que su hijo supiera defenderse y cazar, no porque supiera que el pequeño quisiera enfrentarse a la criatura de madera y bosque que vive al otro lado del río-.
Pero todo eso cambia con la inundación.
Ninguno se lo esperaba, los pequeños de la tribu sólo estaban jugando en el agua, aprovechando el caluroso día que estaba haciendo para tener una excusa para entrar. Ninguno notó como el agua poco a poco iba creciendo hasta que vieron varios palitos de madera flotar río abajo, arrastrados por la corriente. Eran pequeños, no sabían lo que venía.
Y de un momento para otro, el agua pareció desatarse en un gran torrente.
Katsuki recuerda los gritos, los niños que pudieron salir y los pocos que estaban en la orilla y fueron a buscar a los adultos para avisarles de la inundación creciente. Él está a nada de salir, pero siente que algo lo jala por el pie y lo arrastra por el agua.
Y luego sólo recuerda agua y más agua.
No sabe cuánto tiempo ha pasado, tal vez mucho, porque cuando abre los ojos no puede ver nada, sólo la infinidad del cielo y el manto estrellado que le adornaba. Siente su cuerpo pesado, su ropa mojada, pero no tiene frío, algo verdaderamente extraño.
Le toma minutos quitarse la pesadez y desorientación de la mente, y es allí que nota que algo anda mal, porque no escucha nada, los gritos de su madre, la voz de su padre, los sonidos del pueblo con las voces alegres y fuertes de su tribu. No hay nada, ni luces de fogata, ni antorchas encendidas. Sólo la oscuridad del bosque que le rodea a las espaldas y el sonido del agua al frente, producto del río.
Siente miedo, está solo, desamparado, puesto allí como presa fácil para los carroñeros que, sabía, rondaban bajo el amparo de la luna y que solían cazar de noches. ¿Dónde estaban sus padres? ¿Por qué estaba solo? ¿Por qué el río había crecido de repente?
— ¡Oye, por aquí! –se sobresalta al escuchar aquella voz, aunque parecía más como el soplo del viento mismo, arrastrando aquellas palabras. Pequeñas lágrimas se acumulan en las comisuras de sus ojos, no quiere llorar, es un guerrero y los guerreros no lloran-. Ven, por aquí –la voz del viento se hace un poco más clara. Y un poco lejos de su izquierda aparece un resplandor, un brillo tenue que parpadea y se mantiene flotando, esperándolo-. Ven, pequeño.
Tal vez y haya sido una mala idea, tal vez y tuvo que haber sido un poco más precavido, pero el niño se levanta, poco a poco, mareado y con la ropa algo pesada por el agua. La luz no se mueve de su lugar, y Katsuki se siente tentado a seguirla, así que, paulatinamente, camina en su dirección, atraído por el brillo, con la imperiosa necesidad de seguirla.
—Vamos, ven –con cada paso que se acercaba, la luz se alejaba, no lo suficiente, pues el niño podía ver sus pasos gracias al brillo que despedía-. Ven, pequeño, ven.
Katsuki quería tocarla, saber qué era esa luz, qué la emitía, saber por qué estaba allí, por qué le llamaba. Su caminata se vuelve un trote y luego una carrera, pero la luz parece igual de rápida que él, pues sigue sus pasos, alejándose cada que Katsuki sentía poder alcanzarla.
Y de pronto, la luz desaparece, Katsuki tiene que parpadear rápidamente cuando aquello pasa, pues la brillante y flotante luz pareció haber explotado, emitiendo un resplandor que lo cegó momentáneamente.
Está confuso ¿Por qué se fue la luz? ¿Adónde se había ido en primer lugar? ¿De dónde provenía?
Sus preguntas siguen y siguen, ensimismándolo en su propia burbuja, sin notar que hay antorchas aproximándose, siguiendo aquella explosión de brillo que les llamó la atención.
— ¡Katsuki! –al escuchar su nombre detiene sus pensamientos, observando a su madre que sostiene una antorcha y que rápidamente se la pasa a otra persona. La mujer se aproxima hasta él, arrodillándose y estrechándolo entre sus brazos, como si intentara resguardarlo-. Estás vivo, mi niño –murmura, sin soltarlo. Su corazón salta de alegría y no puede evitar que las lágrimas salgan. Atrás de ella, su esposo llega con otro grupo y se aproxima, haciendo lo mismo que su mujer.
—Nos tenías tan preocupados, Katsuki –gimotea su padre-. Cuando los otros niños vinieron y dijeron que el río te había llevado, nosotros... -se corta, no queriendo completar la frase. Su hijo estaba vivo y eso era lo que importaba.
— ¡Mamá, espera! -cómo puede Katsuki se arrastra, intentando que su madre le suelte, y medio lo logra, pues sólo logra despejarse-. ¡La luz! -dice, intentando que los adultos le entendieran-, la luz me trajo hasta aquí, me habló, creo que los vio, porque explotó.
— ¿La luz? ¿El destello? –inquiere Mitsuki, confusa-. Nosotros lo vimos y por eso vinimos hasta aquí.
— ¡Ella los trajo!
—Creo que el agua te hizo mal, Katsuki –comenta su padre, tomándolo en brazos para cargarlo.
Y mientras Katsuki intentaba convencer a los demás que fue la luz quien lo guio, al otro lado del río, Deku, el espíritu protector del bosque, sonríe, feliz por aquella escena. Él había visto la inundación, vio a los niños correr, gritar por ayuda, pero luego vio a un pequeño rubio siendo jalado a las profundidades, y decidió intervenir.
Con ayuda de las raíces de los árboles que le obedecían lo sacó por su lado del río, pero ya la aldea no se veía, y el niño no respondía. Tenía miedo, no sabía cómo tratar con humanos, nunca lo había hecho, sólo con los animales y las plantas. Así que sólo esperó que el niño respondiera, como pudo sacó el agua que el niño había ingerido, pero no sabía qué más hacer.
No fue hasta que la noche cayó que el niño comenzó a reaccionar, Deku se oculta, sabe las leyendas que tienen los humanos sobre él, y lo que menos quería era asustar al niño. Por las vibraciones de la tierra puede sentir pasos, el viento le transmite la voz preocupada de los adultos mayores que buscan a Katsuki. Y lo guía, convirtiéndose en una luz intermitente que se aleja a cada paso, llevándolo donde su tribu.
Puede sentirse satisfecho con su trabajo, le había salvado la vida a un pequeño y lo había devuelto con su familia.
Vaya que no se esperóque años más tarde se encontraría con aquel mismo pequeño, que de pequeño notenía nada cabe aclarar, el cual nunca pudo sacarse de la mente aquelresplandor, y que desde pequeño siempre quiso conocer a la criatura que vive alotro lado del río.
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Imágenes encontradas en Pinterest, si alguien conoce al autor, por favor díganmelo
Edit chafa de Picsart
Me tienta horrible hacerle segunda parte de reencuentro, sería bonito
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CORTOS KATSUDEKU
Fiksi PenggemarHistorias cortas del Wonder Duo que subo a Facebook, las cuales no tendrán continuación. ---- -Los personajes utilizados, por obvias razones, no me pertenecen, sino al Mangaka Kohei Horikoshi -Uso de entretenimiento. -Cringe.