Capítulo XVII: La Carta

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~°~°~ Capítulo XVII: La Carta ~°~°~

La habitación era levemente ventilada por un pequeño aparato que movía sus aspas rápidamente y rotaba su cabeza mecánica de un lado a otro. A pesar de ello, no lograba refrescar aquella modesta habitación con las paredes de un nauseabundo color huevo. Ello, aunado a la cantidad de personas que estaban sentadas una a la par de la otra, ocupando todos los asientos con cojinetes desgastados. Hacía juego el revistero con material del siglo pasado, el cual era bastante útil como abanico.

Los gemelos esperaban impacientemente en la sala de espera del abogado que los contactó por medio del trabajo de Saga, quien era popular en ese medio. Sin embargo, estaba hastiado de tener que esperar tanto tiempo en un consultorio tan encerrado, en esos días donde el calor alcanzaba los 30°C, y la lluvia solamente alborotaba la sensación térmica.

Quería irse, pero se mantenía firme ante su decisión de estar ahí. Además, le causaba una tremenda curiosidad, eso era más grande que cualquier otra cosa. Siempre terminaba accediendo a diferentes circunstancias debido a esa curiosidad, sintiéndose protagonista del dicho la curiosidad mató al gato.

Después de esperar ser atendidos por casi dos horas, al fin lograron entrar al despacho del Licenciado.

-Bien caballeros, sin más preámbulo, les notificaré sobre el testamento del Señor Dimou- dijo el bonachón hombre de mediana edad, quien enjugaba el sudor de su frente con un pañuelo y se ajustaba sus diminutas gafas redondas para leer el papel que extendía entre sus dedos.

-Disculpe, ¿testamento? ¿A qué se refiere? -Cuestionó Saga de inmediato.

-Caballeros, ¿no han sido notificados sobre el deceso de...?-

-Obviamente no, hasta ahora -interrumpió de forma altanera el menor de los gemelos, a lo que recibió un codazo de su hermano. -¿Nos hicieron esperar por dos horas en un sauna pestilente para decirnos que el viejo se murió? Vaya, nunca termina de fastidiar-.

Saga no se encontraba en condiciones para tolerar aquel berrinche adolescente; justo antes de que iniciara alguna riña, el abogado tomó las riendas del asunto.

-Señores, están aquí para que les haga lectura del testamento de su pariente fallecido, el señor Claus Dimou, primo de su difunta madre. Agradezcan que lograron ser contactados y que son beneficiarios -dijo con autoridad sin elevar la voz. Se aclaró la garganta, e inició con su lectura.

-Esto significa que, el señor Dimou les dejó las escrituras de la siguiente propiedad -extendió un par de hojas, siendo éste un contrato de dicho inmueble ubicado a las afueras de Atenas.

Ambos quedaron atónitos. Pidieron que repitiera aquello, y exigieron conocer las razones, a lo que obtuvieron como respuesta un seco "es lo que dice el testamento". Tras revisar los documentos, se percataron que la propiedad inicialmente estaba a nombre de su madre, ahora era de ellos dos.

-¿Quién de ustedes es Kanon? -Preguntó el abogado. Cuando el menor de los gemelos levantó la mano, le extendió una carta con un envoltorio particular.

-¿Qué es esto? ¿Un Pastelillo de muertos? -dijo irónicamente, al ver que el envoltorio era una de las cajas de postres fritos de los restaurantes de comida rápida norteamericana.

-Señor Kanon De Andreatos, adentro hay una carta, la cual, se solicitó explícitamente que solo usted tiene el poder y autorización para tener conocimiento de su contenido-.

Kanon estaba anonadado. Le carcomía la curiosidad, pero no la abrió hasta estar a solas.

Era mucha información que digerir, además que los sucesos tan repentinos les dieron la sensación de una irrealidad que no era suya. Todo aquello les cayó como un balde de agua helada, sin saber qué hacer, cada uno lo procesó a su manera. Kanon no estaba seguro de querer leer aquella carta, ni de hablar al respecto con nadie.

Drákos AgóraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora