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levantarse tarde el primer día dentro de la academia nacional de arte, perder el autobús, llevar la corbata floja y no haber tomado como desayuno nada más que una tostada con mantequilla y dos sorbos de té, definitivamente no era como minho imagin...

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levantarse tarde el primer día dentro de la academia nacional de arte, perder el autobús, llevar la corbata floja y no haber tomado como desayuno nada más que una tostada con mantequilla y dos sorbos de té, definitivamente no era como minho imaginó que sería el lunes en que por fin, podría estudiar lo que le apasiona.

el teléfono en su bolsillo vibra sin tregua, un mensaje tras otro cayendo como bombas llenas de angustia maternal e insistencia femenina, dejando al muchacho en un aprieto considerablemente grande, porque es tomar el aparato y responderle una mentira a su madre o seguir subiendo las escaleras en busca de su aula para evitar llegar todavía más tarde a la primera clase. minho gira a la derecha en el pasillo contiguo a la bodega, caminando dentro del rango máximo de velocidad antes de echar a correr y que lo amonesten, no necesita algo así esa mañana. los pasillos están vacíos, ¡por supuesto! todos están en clase, como él también debería estar, así que aprovecha para apresurar el paso y dirigirse a las escaleras. subir cinco pisos a punto de carrera no era precisamente su ideal de ejercicio mañanero, más aun cuando lleva la mochila a la espalda floja y mal puesta colgando de un hombro y su madre insiste en seguir llamando y/o enviando mensajes.

ah, pero definitivamente se las pagaría esa pequeña demonio que llama hermana tan pronto como la vea en el descanso. minju le prometió esperarlo para irse juntos pero no, ¡no! para empezar, por su culpa se había levantado tarde ya que no puso el despertador y, se tardó demasiado en el baño y se acabó el agua caliente de la ducha y se fue sin esperarlo. parte de su desgracia radica precisamente en que su hermana menor (que es menor aunque diga lo contrario, porque dos minutos de diferencia al nacer no prueba nada) no tuvo consideración alguna sobre su apurado y estresado ser. minho sube al quinto piso con éxito, así que puede tomar su teléfono y por fin, responderle a un mensaje a su madre mientras camina por el pasillo.

"mamá, ya llegué, voy a clase te llamo más tarde" teclea a velocidad de la luz y tal vez con algún error ortográfico de por medio. un paso adelante del otro con mucho cuidado, mientras su respiración se ralentiza y avanza, por el pasillo desierto del quinto piso en el edificio norte.

minho se guarda el teléfono en el bolsillo interior del saco, se acomoda el nudo de la corbata y ajusta su saco, sucediendo pelusa y alisando arrugas inexistentes. afianza el agarre en los cordones de su mochila, toma mucho aire y revisa su reloj: cinco minutos tarde. con el pecho inflado y mucho valor, empuja la puerta.

del otro lado, dos filas de jóvenes uniformados se giran a mirar al recién llegado, con expresiones que van desde la sorpresa hasta la diversión. un enorme silencio se expande por todo el salón, ni un murmullo o comentario es emitido y el chico siente en el pecho que todo ese silencio lo aplasta e impide que respire, justo en el momento que se da cuenta de que la está en el salón de danza.

se mira de reojo por la pared de espejo a la izquierda, descubriendo que se ve mucho más desalineado de lo que creía y además está rígido como una piedra, de pie en el marco de la puerta. los estudiantes lo miran con leves sonrisillas, labios apretados y muecas de risa contenida. la profesora, vestida totalmente de negro y con un recogido impecable en el cabello, lo mira de brazos cruzados y con expresión estoica.

-¿es usted parte de mi clase, jovencito?

minho parpadea antes de abrir la boca, pero de esta no sale nada. sus ojos viajan preocupados por la puerta, leyendo "aula 405: danza" y el horror se apodera de su rostro, seguido de la vergüenza.

-y-yo... -balbucea, su mirada fija en la profesora. se inclina, apresurado y avergonzado y entonces, las carcajadas se dejan escuchar por los aspirantes a bailarines dentro del salón. -¡lo siento mucho, me equivoqué de salón! -y sin más, sale disparado hacia las escaleras para, ahora sí, subir al quinto piso y entrar diez minutos tarde a clase.

los estudiantes continúan riendo cuando la puerta ha sido cerrada y el despistado muchacho ya ha salido corriendo en dirección contraria, rojo hasta las orejas. la profesora aplaude dos veces, llamando la atención del alumnado quienes se callan al instante.

todos excepto uno, porque él no estaba riendo.

todos excepto uno, porque él no estaba riendo

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AULA 505。 hyunho ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora