{primero}

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El juez le había dicho que podía pagar una multa de unos cuantos dolares o hacer trabajo comunitario por dos meses en la iglesia donde había hecho el graffiti. En un principio Otabek iba a pagar la multa, hasta que le dijeron que en realidad no eran solo unos cuantos dólares. Era ridícula la cantidad de dinero que tendría que darle a la maldita iglesia solo por un rayado pequeño que probablemente saldría con agua o no sé.

Su madre lo convenció de trabajar en la iglesia y cumplir su castigo, no solo porque no estaba dispuesta a pagar la multa, sino porque según ella el error (o la falta, como la llamó su padre) debía pagarse con trabajo y no de la forma fácil: dinero. La verdad es que sus padres no estaban ni demasiado enojados ni demasiado decepcionados. No eran lo suficientemente católicos ni lo suficientemente ateos, y Otabek tampoco. Solo hizo lo que hizo porque unos santurrones lo estaban acosando en la escuela ya que hace un tiempo corrió el rumor de que Otabek era gay, y bueno, al kazajo no se le ocurrió nada mejor que confirmar su orientación sexual haciendo un rayado en la iglesia del pueblo (pequeño, pequeño pueblo).

Dios es gay (y yo también)

Pudo haberse defendido diciendo que no fue él quien hizo el rayado, pero la verdad es que no tenía caso. El pueblo era pequeño y hasta la señora de la fuente de soda sabía que Otabek era gay. Había opiniones divididas, sin embargo. Los padres de Otabek guardaron silencio cuando tuvieron la conversación, luego la señora Altin dejó escapar el aire y dijo "bueno..." su esposo hizo lo mismo y terminaron encogiéndose de hombros, no había mucho que decir tampoco.

Claro, no todos eran como sus padres.

Su vecina ya no dejaba que saludara a su pequeño hijo de seis años, el dueño de la carnicería ya no le dirigía la palabra y bueno, él policía que fue a su casa para detenerlo tuvo serios problemas pronunciando la palabra gay, como si con solo decirlo le fueran a gustar las pollas.

No todo era tan malo, a su amigo Leo le daba igual, de hecho le señalaba chicos que según él eran guapos y podrían ser del interés de Otabek. Su amiga Mila, por otro lado, parecía decepcionada. Leroy era un caso aparte, ese chico siempre tuvo una tensa amistad con Otabek, sin embargo cuando los rumores de su orientación sexual salieron a flote, JJ decidió odiarlo a muerte.

El canadiense era un santurrón que adoraba ir a la iglesia y soñaba con tener nueve hijos con su novia Isabella. Luego del matrimonio, obviamente. O quizás hasta buscaban algún vacío legal en la biblia para poder toquetearse y no faltar a la palabra del Señor.

Como sea, Otabek decidió atacar donde le dolería, y además, de paso, enseñarle que no estaba avergonzado de ser gay.

El problema es que lo atraparon, claro está. Sabía que iba a ocurrir, no era idiota, pero nunca pensó que el castigo sería tan grande. Era solo un rayado, maldita sea. Quizás lo arruinó con lo de Dios, pero esa era la gracia del asunto, después de todo. Además el tipo de Nirvana lo había hecho primero y Otabek siempre creyó que era genial.

Aunque ahora que lo piensa, el otro día vio en facebook que en realidad el vocalista ese nunca había hecho tal cosa... pero bueno.

Y ahí estaba ahora, chaqueta de cuero, botas, pantalones rasgados, y una camiseta negra básica. Se puso su mejor pinta de maliante para que ningún religioso quisiera burlarse de él, también llevaba su mejor expresión de rebeldía y una actitud para nada cooperadora. Lo recibió un anciano que se veía bastante amigable, hablaron un poco antes de que la conversación pasara al desagradable tema del trabajo.

El anciano envió a Otabek a limpiar su oficina y la sala de los estudiantes, donde se hacían tanto las clases para la primera comunión como la escuela dominical de los niños. Comenzó con la oficina del abuelo, había un escritorio con una silla y un estante lleno de libros y algunas fotografías, había también un sillón, una alfombra y un ventanal que daba al jardín del lugar. Otabek tomó la escoba y comenzó a barrer la suciedad, se encontró con pelusas del tamaño de su puño y tierra en lugares donde nunca lo habría pensado.

Quiso molestarse con el tipo por hacerle limpiar la oficina luego de lo que parecían ser años de suciedad, sin embargo no podía, el abuelo debía ser bastante mayor y probablemente ya no podía tomar una escoba.

Con ese pensamiento en mente trató de no odiar tanto su trabajo y seguir, hasta que el lugar estaba reluciente. Pensó en limpiar el ventanal pero eso podía dejarlo para otro día, tomó la escoba, aspiradora y trapos y arrastró todo hasta la sala que estaba a unos metros, donde se encontró con un chico rubio.

El tipo no era tan alto, probablemente solo uno o dos centímetros más bajo que Otabek, tenía el cabello rubio amarrado en una coleta suelta, y llevaba una caja llena de libros. Parecían ser biblias, biblias para niños, quizás. El rubio dejó la caja sobre una mesa y comenzó a sacar los libros, Otabek arrastró la aspiradora y la escoba, llamando la atención del chico.

— Hey. —Quiso sonar casual mientras tiraba de la aspiradora, el chico rubio asintió. No parecía sorprendido por su presencia.

— Eres el que escribió en la iglesia, ¿no? —Por primera vez Otabek se sintió un poco avergonzado de lo que hizo, solo un poco. Asintió dos veces, el chico sonrió. —Así que este es el chico que vandalizó nuestra iglesia...

— Sí, bueno, ya estoy aquí, ¿no? —Otabek sonó un poco más molesto ahora, el chico rubio sonrió más.

— Claro, aquí estás, ¿sabes por qué? —Otabek alzó una ceja, incitándolo a continuar. —Porque eres estúpido.

— ¿Qué? —Dejó caer las cosas y se quedó mirando al rubio, apretó los puños de forma instintiva. Si el tipo quería pelear él no iba a contenerse.

— Eres estúpido, Otabek. —El chico dejó de mirarlo y siguió sacando libros de la caja. —Creo que fue divertido lo que hiciste, sin embargo. Pero yo no habría arriesgado tanto solo por un arrebato. Ahora todo el mundo en este asqueroso pueblo lo pensará dos veces antes de mirarte a los ojos, antes de incluso aceptar tu dinero. Porque aquí sobran idiotas, por si no te has dado cuenta. —Yuri le sonrió finalmente, acabando con los libros.

— No importa qué hagan, prefiero eso antes que vivir una mentira. —Otabek se cruzó de brazos, el chico le vio divertido. Se acercó más a Otabek, este pudo notar lo bien que olía el rubio y lo rojos que eran sus labios, además del bello color verde de sus ojos.

— ¿Es así? A veces es mejor pasar desapercibido. —El rubio se encogió de hombros, Otabek le observó atento. —Nadie sospecha de ti, nadie te molesta... —El chico le envió una mirada cargada de significado al moreno, este captó la idea y se puso a la defensiva.

— Espera, espera, si esto es una especie de prueba...

— Me llamo Yuri. —Interrumpió el rubio, Otabek asintió.

Y Yuri se lanzó a sus labios. Por un segundo el moreno pensó que efectivamente era una prueba, luego simplemente no pudo pensar en otra cosa que no fuera el sabor de los labios de Yuri. Sintió las manos del ruso en su cuello, tirando de él para estar incluso más juntos. Por su parte el moreno se dedicó a apresarlo contra él, movió sus manos por su espalda hasta finalmente obligarlo a pegarse a él, sin dejar un centímetro libre entre ambos.

Yuri soltó un jadeo y abrió los ojos, Otabek le observó en silencio, ambos recobrando el aliento, aún juntos. El rubio sonrió finalmente, la mirada astuta y su rostro más cerca del de Otabek.

— Fue estúpido lo que hiciste, pero al menos ayudarás con la limpieza.

Se liberó de los brazos del moreno con algo de dificultad y no tardó en seguir con las biblias, ahora acomodándolas en un estante junto a la ventana. Otabek se quedó en blanco unos segundos hasta que el anciano amigable apareció en la puerta saludando a Yuri con un abrazo cariñoso. El rubio le sonrió astuto y Otabek decidió que sería buena idea limpiar los ventanales.

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wake up babe, new cafemokka's fic o algo así HJHFJF 

Electric Chapel {Otayuri}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora