"la Culpa"

Parte I

Soy José Mendoza, y esta es mi historia; tenia una vida normal y corriente como la de cualquier hombre, tenía mi casa localizada en una tranquila urbanización, vivía con mi esposa, Marta, hermosa y la amaba con toda mi alma, hasta que vino al mundo mi primera hija, la llamamos Lucía, era la bebé más linda de todo el planeta, había salido con los hermosos ojos verdes de su madre. Mi esposa trabajaba como secretaria en un colegio, y yo era taxista. Ambos nos ayudábamos con los gastos de la niña, con los pañales, luego con sus primeros útiles escolares y más tarde con los maquillajes y ropa que cualquiera adolescente quería, si, en un abrir y cerrar de ojos mi pequeña Lucía estaba cumpliendo sus quince años de edad. Llena de belleza y bondad. Cada vez le aconsejaba que se cuidara de tener un novio, ya que la protegía mucho, y no quería que un vago le hiciera daño, por eso muchas veces la castigué.

  Un día la dejé encerrada en su habitación todo el fin de semana, mi esposa le llevaba la comida mientra que mi hija no hacía otra cosa que llorar, porque ese fin de semana era el cumpleaños de su mejor amiga, pero no la dejé salir, me aterraba a que saliera a esas fiestas de noche y sin supervisión adulta, en otra ocasión la golpeé tan fuerte que le dejé moretones en las piernas porque le había encontrado en su cama una carta de un jovencito, que le decía que quería conocerla. Esa noche no pude dormir bien me sentía muy mal, por como la había dejado pero no soportaba que se asociara con chicos, era mi única hija. Mi esposa discutía conmigo por lo que hacía, pero yo le refutaba contradiciéndole que yo tenía toda la potestad para criar a mi hija como yo quería. Al día siguiente me levante muy temprano y me vestí lo más rápido posible, no quería ver a mi hija, porque sabía que estaba furiosa conmigo, por eso ni desayuné sino que salí de la casa y me monté al auto para trabajar; cada vez me decía yo mismo “Que difícil es criar a una jovencita” en ese momento una señora me detuvo y al montarse me dijo que la llevara al terminal lo antes posible, ya que tenía  que tomar el autobús que salía a las ocho y media de la mañana, por eso manejé apresurado, pero aun pensaba en mi hija, que se moriría de pena con sus amigas al ver sus piernas marcadas, en ese momento la señora en el auto me dice:

  __Señor se ve un poco fatigado ¿Se encuentra bien?

  __Sí, descuide, solo tengo un dolor de cabeza__Le respondí, en unos instantes habíamos llegado al terminal de pasajeros y la señora antes de bajarse me pagó y me dio una  pastilla diciéndome:

  __Tómesela, que estas son muy buenas para el dolor de cabeza, muchas gracias por traerme a tiempo__Dijo despidiéndose la amable señora, quien  salió corriendo con una maleta que la rodaba en el suelo. “Que amable” pensé y seguí conduciendo, esperando a otro cliente, conduje por media hora y nadie me detenía, estaba un poco cansado, por eso decidí tomarme la pastilla y cuando fui a buscarla en el monedero mientras seguía conduciendo sentí en cuestión de segundo un impacto, frené lo más rápido posible y al bajarme del auto vi en la calle a una señora gritando como loca, al ver en el suelo me dí cuenta que se trataba de un niño de unos ocho años de edad arrollado y por mi auto, en ese momento sentí un miedo terrible, me acerqué al niño para llevarlo al hospital, pero era inútil, el niño estaba muerto, la madre lloraba abrasando al pequeño cuerpo sin vida, no sé expresar lo que sentí en ese momento, pero pensé que me desmayaría, ya que la vista se me nubló por segundos, mucha gente llegó en ese momento, mis lágrimas salieron de mis ojos, pero me monté en el auto rápidamente y arranqué, mis manos temblaban de temor, mientras sujetaba el volante, me fui a mi casa rápidamente y al llegar mi esposa me empezó a gritar diciéndome, que nuestra hija no dejaba de llorar por lo que le había hecho anoche, yo no le respondía nada, hasta que se detuvo y me dijo: