Capitulo 3

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Había empezado la tercera clase del día, el profe de química explicaba porque era importante saber sobre química orgánica, y cuando estaba en lo más interesante, abren la puerta dejando ver a dos personas, la directora de la escuela y una chica que es la primera vez que he visto, seguro era nueva.
—Disculpen la interrupción, pero esta nueva chica que viene acompañándome, se unirá a su clase, espero y puedan incluirla, anda nena, preséntate —la directora la dejó dentro del salón y se fue, no sin antes cerrar la puerta.
Todavía ni siquiera se ha presentado y los murmullos comenzaron a escucharse, más si tenías un asiento privilegiado hasta atrás del salón que te permitía ver y escuchar a cualquiera que quisieras, decían lo guapa que era, de dónde era, por qué la habían cambiado de escuela en pleno medio ciclo escolar, entre otras cosas.
—Hola, me llamo Alex, y espero ser amiga de todos —decía todo eso mientras me miraba fijo, muchas personas curiosas volteaban a ver qué es lo que estaba mirando tanto, me logró poner nervioso y aparté la mirada hacía la ventana.
—Espero que sí, el único lugar que está disponible es el de allá atrás —el profe señalaba un lugar a lado mío—. Espero no te importe —¿qué no le importe? ¿lo dice por mí? ¿o porque es hasta atrás?
—Claro que no, muchas gracias —caminó hacía mí, me miró por instantes y luego se sentó.
El profe continúo con su clase y los murmullos comenzaron de nuevo a escucharse, parecía que lo hacían con intención de que ella escuchara.
Tan de repente como llegó, así fue como hizo amigos, no muchos tienen esa suerte, más si es nueva y todos ya tienen a su grupo de amigos asignado, obviamente los primeros que intentaron hablar con ella, fueron los hombres y luego las chicas, que, a pesar de lo celosas que estaban por su llegada, veían en ella, una nueva amiga y yo, yo veía otra persona a la cual aguantar.

Cuando se acabó la clase, mi mamá entró y decidió darme de comer, no tenía hambre, el apetito se me había ido después de invadieran mi espacio personal por estar a lado con la chica nueva. Tercer nuevo peor día de mi vida.
—No tengo servilletas, deja voy a la cafetería para ver si tienen una —decía con su voz chillona, mamá, estoy paralítico, no tonto.
Pensé que aguantaría que mi mamá estuviera todo el tiempo conmigo, pero ya no podía más, me ponía a leer historia del mundo y sobre tipos de plantas, extraño mi soledad y a Óscar.
—¿Puedo sentarme aquí? —miré los zapatos de la chica que interrumpió mis minutos de paz sin mi mamá. No la miré y aun así se sentó —Me llamo Alex, mucho gusto.
Era la chica nueva, mucho menos la voltearía a ver, si volteaba a verla era como darle la bienvenida a molestarme.
—¿Eres tímido? —vaya que era molesta, vete.
—Hijo, no tenían…—mi mamá entró al salón y se quedó mirando a la chica —. ¿Eres su amiga? ¿por qué no me dijiste que tenías amigos? —mi mamá le importaba un rábano si tenía o no amigos, en la chica encontró a alguien que me cuidara, al menos en la escuela y para ella era una opción para deshacerse de mí.
—No, pero me llamo Alex, un gusto, ¿usted es su mamá? —¿a ti qué te importa? ¡Por favor! Fastidiaba más que mi mamá, chismosa.
—Sí, soy su mamá, un gusto, eres muy linda.
—Gracias, ¿usted sabe por qué su hijo no voltea ni a verme?
—Seguro eres muy linda —no—. Y también porque no habla —me miró y volteé la mirada a otro lado.
—Oh, no sabía, de verdad, perdón —se volteó a mí y río—. Pero, ¿podemos ser amigos?
—Claro, claro que sí, mi hijo es muy solitario y le harías bien —me haría bien si se va en este momento. ¿Qué derecho tenía mi mamá de responder por mí? —. Mira, los dejaré solos porque necesito hacer una llamada, así se conocen mejor.
La chica solo asintió y volvió su mirada a la mía, no pude zafarme, estaba viéndola para ver si se sentía incómoda y se iba de una vez por todas, pero no lo hizo.
—¿Te gustan las plantas? —me preguntaba divertida, mientras volteaba a ver el libro que estaba sobre mi mesa —. Cierto…que no hablas, pero, ¿Por qué no solo asientes o niegas con la cabeza? —no la voy a juzgar, no sabe nada de mí, pero vaya que me molestaban esas preguntas—. Hagamos algo, cuando quieras decir “Sí”, parpadeas una vez y cuando quieras decir “no” parpadeas dos veces—¿qué clase de juego estúpido era ese? En serio quería hablar conmigo—. ¿Quieres que me vaya?
Qué pregunta tan difícil, pero le dije que sí y se fue.

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