Capitulo 4

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A pesar de la pregunta que había respondido asertivamente la semana pasada, no funcionó, todavía seguía detrás de mí y de mi mamá, mi mamá no esperó nada para decirme que de seguro le gustaba, tonterías, quizá le gustaba molestarme, ¿y qué fue lo peor? ¡que la apoyó! Para hacerme molestar y para liberarse de mí, la contrató como mi nueva cuidadora, es que aun no entiendo lo estúpido que fue haberlo hecho, no era una profesional, como todos los que estuvieron aquí, pasó de ser una compañera de clase, a estar dentro de mi casa.
—¿Qué quieres leer? Tu mamá me dijo que te gusta leer —por fin, algo bueno en esta vida. Mire hacía mi estante lleno de libros que me compraban en mi cumpleaños.
—¿“Asesinos en serie”? Me encanta este libro —decía mientras lo agarraba, no le tomé mucha importancia, a cualquiera le hubiera gustado—. ¿Quieres que te lea este? —no—. Está bien, entonces, hagamos otra cosa. Espera, ¿entendió lo que dije? —. Mira, ayer descargué unas plantillas de palabras, en cada una viene una sección, cuando quieras comer, saco la de comida y sabré que es lo que quieres, cuando quieras hacer algo, sacaré la de ocio y así, ¿Qué piensas? —decía conforme sacaba las dichosas plantillas mostrándomelas una por una.
Esta vez me había sorprendido, para nada me habría imaginado que alguno de mis cuidadores hiciera algo así, no era una profesional, pero vaya que sabía sobre esto.

—Bueno, creo que así es más fácil que podamos convivir sin que te sientas incómodo con algo que no quieras hacer —me quedé mirándola y sabía que la había puesto incomoda, no la miraba mal, sino maravillado, era la primera vez que alguien había hecho esto por mí, me sentía importante—. ¿Sigues ahí? —respondí como me había dicho, parpadeé una vez e intenté sonreírle, ¿en qué pensaba?

—Hagamos un intento —sacó una de las plantillas y la miraba fijo, mientras su voz emitía poco a poco la pregunta —¿Qué quieres comer?
Esa fue la primera pregunta de muchas, nos las pasamos hablando todo el día, bueno, más bien ella, me platicó sobre su vida y lo agradecida que estaba por haberla hospedado en nuestra casa, lo mucho que le gustaría que hablara para saber más sobre mi vida, y yo tan solo me quedaba escuchándola, me quedaba con las ganas de divagar más, haciéndole preguntas sobre lo que me platicaba. No teníamos muchas cosas en común, pero algo que me había sorprendido y aunque supiera que está mal, en todos los sentidos, es algo que cualquier persona hubiera sacado para un tema cuando no tenían de qué hablar.

—¿Matarías a alguien? —dijo con tanta normalidad que fue lo que me impresionó. Debo admitir que lo he pensado tantas veces, mientras leo mis libros de asesinos, de misterio, donde se tiene que descubrir cómo y quién lo mató, y detallan tanto las escenas, que es imposible que no te imagines todo eso—. Digo, si pudieras moverte y salir a cazar —río con lo último, pero, aunque lo pensara, no significa que quiera hacerlo, si fuéramos lo que pensamos, yo sería un asesino.
Parpadeé una vez, pero no lo decía en serio, era algo delicado, solo era para continuar con la conversación, ella se sorprendió, dijo que ella también había pensado en hacerlo, y lo de ella era diferente, yo imaginaba como es que morían las personas de mis libros, como es que el asesino era tan sanguinario para hacer tal atrocidad, mas no que quisiera intentarlo, además de que no puedo hacerlo, ella no imaginaba, ella pensaba. Después de esa pregunta, ella se extendió, dijo como es que pensaba en hacerlo, me decía que sentía culpable por pensar tales cosas, pero que a pesar de eso, se entretenía pensando en cómo alguna persona de nuestro salón lloraba en medio de la oscuridad, como es que mojaba con su saliva el paño que impedía que hablara, su último aliento, el olor a sangre que para ella no era más que un olor a metal oxidado, o qué es lo que conservaría de su víctima, cualquier persona que la hubiera escuchado, no tendría la misma impresión de ella, que cuando entró por primera vez por esa puerta del salón de clases. Alex era muy guapa, su cabello negro liso que le llegaba a sus hombros, su cuerpo delgado pero aun así no dejaba de ser esbelto y bien moldeado, sus ojos azul oscuro que solo se podían ver mucho mejor cuando le entraba luz, su blanca piel que parecía imposible de quemarse por el sol, su voz delgada y suave, nadie hubiera imaginado que su mente no era del todo hermosa, como ella, y no miento, de verdad que cualquiera hubiera pensado, hasta yo, que era una chica bonita más.
—¿Y si matamos a alguien? —lo dijo con tal emoción que parecía broma, tal vez para pasar un rato, parpadeé una vez para seguirle el juego—. ¿De verdad? —me miró más animada, vi como sus ojos se llenaron de brillo.
¿Hablaba en serio? Mi mamá entró, suponía que había llegado para su medio tiempo de descanso en su trabajo, Alex volteó a verla y le sonrió, supuse que se había acabado el juego.
—¿Cómo van? —mamá tenía una sonrisa de oreja a oreja, era la primera vez que me veía con alguien más que no fuera mi cuidador y pensándolo bien, ella no es más que eso, no sé por qué le importa tanto que tenga amigos, si ni siquiera ellos, mis propios padres, están conmigo.
—Muy bien señora, gracias.
Alex habló con mi mamá más de la cuenta que me dejó tirado en mi cuarto solo, para mí no había problema, ¿quién no se acostumbra a la soledad? Por suerte ya no volvió, tan solo venía de ratos para ver si necesitaba algo, y en todas ellas, lo único que necesitaba es que se fuera.
No, nunca me voy a encariñar de una persona, mucho menos de ella, es imposible, luego de perder tanto, que sea tan idiota para volver a repetir el mismo ciclo…no, ni siquiera a mis papás les tengo un cariño, ya no lo hago por todos, ser positivo es cansado, ya no me importa ser feliz porque en cualquier momento me voy a morir, tampoco pienso dónde iré cuando pase eso y no me importa ser como soy, es más, agradezco estar paralizado porque sé que estoy bien aquí, no me enfrento a problemas graves, no siento como mi cuerpo se va pudriendo cada día más, no siento tristeza por pensar que mañana tal vez no vea la luz que entra por mi ventana, no me importa el tormento y el dolor que les causaría a mis padres, porque a ellos tampoco les importa, hasta pienso que para ellos sería un nuevo empezar, ¿por qué esforzarme en ser humano? Nadie lo nota, ¿por qué fingir?
Si Alex llegó por “algo”, espero que sea la parca.
—¿En qué piensas? —qué te importa —. Perdón por dejarte tanto tiempo solo, es que no soy como tú, que no haces nada —río, se sentó a lado de mí y me miró fijo, ¿qué quieres? —. ¿Piensas en lo que te dije? —¿Fue en serio lo que dijo? Loca.
Se levantó resignada y comenzó a buscar por todas partes, un lápiz, cuando lo consiguió, sin previo aviso me lo metió en la boca y sacó una libreta de mi mochila, no una libreta normal, mi libreta, ¿qué tipo de tonto paralitico, como yo, llevaría una libreta cuando ni siquiera puede mover su mano?
—Qué interesante —dijo Alex hojeando la libreta, mi libreta, mi fiel compañera que como dije, fue la que trazó mis últimos movimientos, ya no importaba, ¿cómo se lo arrebataba? —. ¿Es tuyo? —Sí, es mío, el lápiz comenzaba a molestarme, entonces, lo escupí con intención hacía ella. —. Ey, ¿pero qué cara…? —refunfuñó y se fue de mi cuarto, ¿lo conseguí? Lo conseguí, ya sé cómo alejarla de mí.
Pero volvió, ¿cuál sería mi expresión ahora? De aburrimiento, de pereza por volver a ver su maldita cara, ¿qué hice para ganarme la terrible compañía de esta psicópata? Porque lo es, a ver cuándo es que me mata.
—¿Creíste escaparte de mí? —volvió a meterme el lápiz a la boca y esta vez me lastimó el labio, nota: no le avientes un lápiz lleno de saliva otra vez—. Bien, en esta hoja, intenta escribir lo que piensas de mi increíble plan, al cabo, por lo que me dijo tu mamá cuando llegó a la casa hace rato, tuviste tu accidente a los 9 años, así que…sabes escribir —pero con las manos, estúpida.
Me acercó la hoja a mi cara e hice garabatos, ¿por qué tenía que seguir sus órdenes? Pero para cada acción tiene una consecuencia, ella ya se había hartado de mí, y qué bien, para que sienta como es su compañía, me agarró de la camisa, porque ojo, a mi mamá le encantaba vestirme como si fuese aún su niño pequeño, ¿no ha quedado claro? A mi mamá le afectó más mi accidente que a mí, que fui quien asumió las consecuencias, me miró enojada y me obligó a escribir algo. Con sumo cuidado, comencé a escribir con el lápiz en la boca, lentamente para que la letra quedara con buena redacción, para que le quedara claro que estaba loca.
“¿Que qué pienso? Que estás un poco…no sé, loca”
Cuando fue leyendo poco a poco las palabras que trazaba, se enojaba cada vez más, ¿por qué se enojaba? Yo pensaba que era broma, pero resultó ser una loca, loca.
—¡Pero si tú mismo dijiste que también lo harías! —bueno, pensaba que era un juego, respondí en mi mente, aunque supiera que nunca me escucharía y ahora deseaba de verdad que lo hiciera, pero me mantuve tranquilo, a pesar de que sabía que tenía una posible asesina enfrente de mí, enojada y frustrada, qué buena combinación, para morir hoy.

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