Prólogo

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28 de septiembre de 2015

Camino tan despacio como puedo, no quiero llegar y enfrentarlo, no puedo hacerlo. No le conté porque simplemente no podía hacerlo, y creo que no decirle no fue la mejor decisión, ahora lo sabe y no creo que esté muy contento.

Finalmente llego a donde lo veré.

Aquel lugar,

nuestro lugar,

ese gran árbol en el parque, el que hemos trepado tantas veces, en el que nos prometimos que estaríamos siempre juntos.

No puedo hacerlo.

Pero ya es tarde, ya trepé lo suficiente como para que me vea.

De pronto, escucho su voz, es fría, jamás creí oírlo hablar así.

- ¿Cuándo pretendías decírmelo?

- Bruno, yo...

- Ni siquiera ibas a decirme, ¿cierto? - el silencio se volvía más agonizante cada vez - No ibas a decirme, claro, y yo que creí que te importaba.

- ¿Es en serio? ¿manipulación emocional? Acepto que me equivoqué, pero ¿no crees que también estoy triste? Al final de cuentas, soy yo la que se va a mudar.

- Claro, se me olvidaba que eres la señorita solo importo yo- su furia es evidente, tanto que me asusta

- ¿Así es como va a terminar todo? – puedo ver como sus profundos ojos cafés se vuelven ligeramente llorosos, pero aún así no me dice nada, por lo que ahora soy yo la que rompe el silencio – está bien, entiendo que no quieras hablar, yo solo venía a despedirme, me voy en dos horas – él ya ni siquiera me mira, eso arde en el alma.

El tiempo corre, ya pasó una hora y aún sigue sin hablarme. Ya no puedo con esto, así que creo que al fin llegó el momento que imaginé un millón de veces, del cual inventé miles de escenarios, pero ninguno como este. – Adiós, Bruno.

A pesar de que esperé a que bajara, él no lo hizo, no me siguió ni se despidió. 

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Ramas secas, docenas de hojas cayendo y un montón de recuerdos proyectados son lo único que he podido ver en kilómetros. Jamás creí sentir tanta melancolía en un viaje en carretera. Finalmente hemos cruzado la montaña y puedo tener señal de teléfono nuevamente, lo único que quiero es disculparme con Bruno, decirle cuanto lo lamento... y cuanto lo quiero.

Pero creo que ya es muy tarde, Bruno me bloqueó. Y en ese momento me di cuenta de que todo había terminado, justo ahí donde comenzó, entre las ramas de aquel árbol... nuestro árbol.

Entre las ramasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora