Paige
Tengo frío y el rostro húmedo por las lágrimas derramadas hace poco. El cielo cada vez se va ennegreciendo más y más, alarmando a las personas de la próxima lluvia. Debería preocuparme por el hecho de mojarme y de poder coger un resfriado, pero siendo sincera, es lo que menos me importa ahora.
La estación de autobús estaba llena cuando llegué y con el pasar de los minutos, me he quedado sola. No tengo ni idea de adónde ir, y mi apartamento o la casa de mi madre no es buena opción.
Ni siquiera sé porque vine a este lugar. Lo único que mi cerebro estaba pensando, era en un huir.
Me paso el dorso de la mano para quitarme el rastro de unas cuántas lágrimas más que han salido sin querer. Me hago bolita en el asiento y enrollo mis brazos en las piernas, hundiendo mi cabeza en el pequeño espacio que queda y comienzo a sollozar descontroladamente.
¡Diablos! Cómo me duele.
No suelo escapar de mis problemas, aunque esta ocasión fue la excepción. No sabía que decir y que hacer, así que actúe precipitadamente y corrí, corrí tanto hasta que no pude más y lo único que hice fue detenerme en el lugar más cercano.
Estoy tan hundida en mis pensamientos y mi corazón roto, que no me percato de la pronta compañía que tengo. Siento el toque de un desconocido en mi brazo y como acto reflejo, golpeo la mano de la persona que sea que me haya molestado.
Saco la cabeza de mi caparazón y observo a la persona que ha decidido importunarme.
Es un chico, esta parado delante de mí y tiene las manos en los bolsillos delanteros de su sudadera. Miro directo a su rostro y sus ojos son tan oscuros que no logras ver nada a través de ellos, excepto curiosidad, de seguro por encontrarse a una chica llorando; el cabello lo tiene lleno de rizos negros que caen sobre su frente; la nariz respingada y con un pequeño aro colgando de ella; los labios son tan rosados que parece que usara lápiz labial.
—Deja de mirarme así— dice.
De inmediato me maldigo para mis adentros por ser tan indiscreta.
—Lo siento— respondo.
No quiero la compañía de nadie ahora, así que tomo la pequeña mochila Kanken que llevo a todas partes y me la cuelgo al hombro cuando me levanto. Alcanzo a dar dos pasos para irme, antes de que la mano del extraño chico se enrolle en mi muñeca.
—¿A dónde vas?
Levanto el rostro para mirarlo de nuevo y es bastante más alto que yo. Noto su mano apretando la mía y no quiere que me suelte, pero no puedo dejar que un desconocido me toque de esa manera.
—¿Podrías soltarme?— espeto bajito.
Al parecer había olvidado que tenía su mano ahí, porque en cuánto se lo digo, me suelta.
—¿No vas a responder mi pregunta?
—No es de tu incumbencia— menciono. No le respondo de mala manera a nadie, pero este chico se ésta tomando demasiados atrevimientos para ser un desconocido.
—Cierto, solo que estabas llorando y quise ayudarte, aunque si no quieres, no hay problema. Hasta luego— habla.
Ahora el que se gira para irse es él y no quiero que lo haga. Por alguna extraña razón, quiero que se quede conmigo y me haga compañía.
—¿Puedes acompañarme unos minutos?— me sorprendo a mi misma cuando las palabras salen de mi boca y él voltea a mirarme.
—¿Segura? Por que voy tarde a la fiesta de un amigo.
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Cuando te conocí ✔
PovídkyPaige tiene una relación de varios años. Shane ya no sabe lo que es el amor. Paige esta en la Universidad. Shane prefirió no estudiar. Paige no sabe casi nada de él. Shane la conoce a la perfección. Ambos necesitan del otro, y cuando el deseo y la p...