Devastación

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¿Qué le has dicho a Mauricio para explicar tu ausencia? —cuestionó con brusquedad.

—La tarde que salí de la financiera le envié un texto diciéndole que me sentía enferma —dije de manera concisa— y que al otro día no me presentaría en la financiera, eso fue todo.

—Por supuesto no has vuelto a tener contacto con él —afirmó en tono seco.

—No, esa fue la última vez que lo hice... ¿Qué pasa?

—De verdad no entiendo, Jocelyn, como has podido ser tan descuidada —expresó exasperado— tienes a media ciudad buscándote por todos lados, han ido a la pensión y hasta al estudio de Joaquín. Acaba de llamarme Ángela para pedirme que la ayude a localizarte.

Hasta ese momento, no lograba entender por qué Sebastián estaba tan molesto conmigo, me hablaba de una manera poco usual, nunca lo había visto tan furioso.

—Te juro que no había vuelto a pensar en él desde que llegamos aquí —dije a manera de disculpa— no pensé que esto sucedería.

—¡Muy mal, Jocelyn, muy mal! —señaló casi a gritos—. Me has metido en un problema terrible y no sé qué haré para solucionarlo. ¡Eres tan inconsciente!

—¿Por qué me gritas? —protesté con voz entrecortada—. Nunca me habías hablado de esta forma.

—¿En verdad no sabes por qué estoy así? No creo que seas tan tonta como para no darte cuenta.

Eso era más de lo que podía soportar, su actitud era por demás majadera y lograba desconcertarme al grado de provocar que la sangre me quemara por dentro.

—¡Un momento, Sebastián! Creo que estas muy alterado, y en esas condiciones no podemos seguir hablando.

Empecé a vestirme con lo primero que encontré y al intentar salir de la habitación, me detuvo con fuerza por el brazo.

—¡No vas a ir a ningún lado hasta que solucionemos esto! —gritó ofuscado—. De verdad no tienes idea de lo que has hecho.

—¡No, no la tengo! —contesté furiosa—. Estoy segura que lo que sea, no justifica tu actitud majadera hacia mí.

—No sé cómo voy a explicar esto, te aseguro que lo solucionaré como pueda.

No comprendía nada de lo que estaba sucediendo, solo podía suponer que tendría firmes motivos para actuar de esa forma y era preciso que yo los conociera.

—Sebastián, vamos a calmarnos, ¿Por qué mejor no me explicas qué está sucediendo?

—¡No puedo calmarme! —gritó—. Lo que debes hacer, es pensar qué le dirás a Mauricio.

—No había considerado que tendría que darle una explicación.

—¡Carajo, Jocelyn! ¿En qué estabas pensando?

—Para ser honesta, ¡no pensaba!

—Hoy mismo volveremos a la ciudad —sentenció furioso.

—¿Qué? —pregunté sorprendida—. ¡No lo entiendo!

—No sé qué parte sea la que no entiendes, y eso es lo de menos, es necesario que estemos allá cuanto antes, en el camino pensaremos qué hacer.

Sebastián tomó el teléfono de la habitación e hizo subir a Irene ordenándole que me ayudara a empacar.

Me encerré en el baño para sacar toda la furia que me causaba esa inesperada actitud.

El hombre del parque (Primera Parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora