08. promesa

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Por primera vez desde hace más de dos meses, la vida comenzaba a sentirse normal de nuevo a pesar de que varias cosas eran por completo diferentes. Ahora mi papá no estaba, Taehyung se había unido a la pandilla de su hermano y el ambiente en el vecindario se percibía aún más insurrecto que en años anteriores.

Días después de aquel receso en la sala de arte, los cuatro estábamos sentados en las bancas de la pequeña barra de uno de los muchos puestos que había dentro de un callejón en el centro de la ciudad. Había mucho ruido de fondo. Repartidores yendo de arriba a abajo, gente comprando la cena y regateos con clientes; el ambiente era el de un típico mercadillo callejero. El cielo oscuro, además, solo hacía que las luces de los locales se vieran más brillantes.

— ¿Podrías comer de forma menos repulsiva? — Tara hizo un gesto de asco al ver que a Jimin, a su lado, se le escapaba de la boca un pedazo de dakgangjeoung masticado por estarse riendo como un maníaco sin medicar de lo que había dicho Taehyung. — Ya-ah, Jimin, te voy a pegar un guantazo si no empiezas a comportarte como alguien civilizado.

Riendo, intercambié miradas con Taehyung, sentado junto a mí. Llevaba puesto el gorro de su sudadera azul y también reía, haciendo la cabeza hacia atrás como un niño pequeño.

— Mierda, ¿eres mi mamá, o que? — el castaño le lanzó a Tara una servilleta arrugada. — Me has dado mucha lata últimamente.

— ¿Recién notas que es una estirada? — me burlé.

— Estirada un carajo — se quejó ella, sin poder ocultar la gracia que le hacía. — Ustedes nunca terminaron de madurar, ¿saben? A veces me da la impresión de que... — la chica se detuvo abruptamente cuando una canción empezó a sonar de fondo, captando su atención. — ¡Ah, es la nueva canción de Epik High! ¿De cuál local está saliendo? Tenemos que ir allá y terminar de gastar lo que nos quede de dinero.

— Solo llevo mil wones extra encima — me mofe, — pero puedo comprarte una goma de mascar o un picadientes.

Tara y yo estábamos sentadas en medio de los chicos y el hombre que atendía el puesto estaba justo frente a nosotros mientras preparaba los nuevos pedidos de los comensales que recién llegaban. Al cabo de unos minutos, Jimin comenzó a frotar su barriga.

— Siento que aumente unas cinco tallas — dijo. — ¿Ya terminaron? Deberíamos empezar a tomar camino. Se hace tarde y no quiero toparme con los drogadictos nocturnos del parque.

Antes de que pudiéramos asentir y llamar la atención del cocinero para pedir la cuenta, Taehyung acercó su cabeza hacia nosotros para poder hablarnos de cerca.

— A la cuenta de tres corren — susurro.

Los tres lo miramos con extrañeza.

— ¿Qué? — pregunté.

— ¿A qué te refieres con correr? ¿No has visto los zapatos que llevo? — Tara levantó su pie para mostrarnos el par de mocasines que no había dejado de usar desde que los encontró en el mercadillo que se ponía cerca del vecindario algunos fines de semana. — No están hechos para ningún tipo de esfuerzo físico.

Taehyung la ignoró con una sonrisita traviesa en los labios.

— Uno... dos... — me tomó de la mano por debajo de la barra e inició a levantarse de la silla de plástico, — y...

El chico tomó una lata de refresco extra sin que el cocinero lo viera hacerlo.

— ¿Qué coño estás haciend-

Jimin no pudo terminar de hablar porque Tae exclamó un tres y se levantó para empezar a correr, llevándome a rastras detrás suyo. Por la adrenalina del momento, Jimin y Tara se apresuraron a seguirnos.

sempiterno • kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora