-¿Se puede saber qué bicho te picó ayer? -le pregunté a Jordan al día siguiente en cuanto entró en la oficina.
-Yo diría que fue un impulso irreprimible.
-¡Pues yo diría que estás completamente loco! ¡No te puedes ni imaginar cómo se puso conmigo! ¡Me llamó de todo! Yo creo... que él también está loco.
-Ahí está -afirmó Jordan.- Está loco por ti. Jessie y yo estamos convencidos.
-Estáis locos todos -suspiré.- Lo peor es que tengo que subir allí arriba a trabajar con él, y no sé qué voy a hacer, ¿comprendes?
-Yo te aconsejo cautela.
A partir de aquel día, la vida en la oficina se convirtió en un verdadero infierno; Luigi trabajaba todo el día como un poseso, sin dejar de repartir órdenes, amenazas y gritos a diestro y siniestro, de manera que el ambiente tenso y de terror que se estaba creando en el piso 18 no tardó en extenderse al resto de las secciones, hasta que llegó un momento en que nadie se atrevía a reír en voz alta en las escaleras, en los ascensores, ni a cotillear como de costumbre, junto a las fotocopiadoras.
Había sin embargo dos personas para las que Luigi era siempre amable. Una de ellas, Jessie y la otra Vicky. Vicky llamaba tres veces al día por lo menos, y Luigi, por muy ocupado que se encontrara siempre tenía tiempo para atenderla y charlar con ella. Desde mi escritorio, yo oía su voz seductora y melosa cuando hablaba con aquella mujer, y el corazón se me encogía de rabia.
El miércoles por la tarde, Luigi debía salir de viaje a Chicago, para mi alivio, ya que después de tantos días de contener los nervios y las lágrimas a duras penas, no veía el momento de verle marchar.
Dos horas antes de que Luigi se fuera, me llamó a la sala de juntas para que tomase notas, junto con Jessie, en una reunión de financieros. En medio de la reunión, que discurría con toda normalidad, se oyó la voz destemplada de Luigi:
-¡Anderson! ¡Si procura dejar de mirar el busto de la señorita Morris estoy seguro de que la reunión acabará sin incidentes!
Me sonrojé hasta las orejas, la igual que el señor Anderson.
En cuanto salió el último financiero de la sala de juntas, yo, haciendo caso omiso de la mirada de advertencia de Jessie, me giré hacia Luigi hecha una furia.
-¡Supongo que estarás satisfecho! ¡No sólo me has humillado a mí, sino que casi le provocas un infarto a ese pobre anciano! ¿Qué será lo siguiente? ¡Me muero de ganas de saberlo!
-Despediré a la primera mujer que se atreva a abrir la boca -dijo Luigi fríamente antes de salir de allí.
Yo quise seguirle, pero Jessie me retuvo.
-No discutas con él -me dijo la chica dulcemente mientras miraba a Luigi con una sonrisa tierna.- Tal y como está hoy de humor, te despediría en menos que canta un gallo; y después se arrepentiría durante toda la vida. Además, afortunadamente, pasará dos días en Chicago, así que tendremos tiempo para recuperarnos. Mañana tú y yo nos vamos a ir a comer por ahí; a Tonis, si te apetece. Nos lo hemos ganado.
Al día siguiente, en cuanto estuvimos sentadas a la mesa del acogedor restaurante, Jessie me miró con los ojos chispeantes e inició la inevitable conversación.
-¿Quieres que hablemos de Luigi?
Me atraganté con el vino.
-Por favor, Jessie, no estropeemos una comida agradable. Ya he tenido bastante de Luigi
-¿Es que te ha hecho algo malo? -perecía interesada, pero no por cotillear, si no que de verdad quería ayudarme
-Sí. Después de tratar este tiempo con él, he llegado a la conclusión de que es un tirano egoísta, arrogante e insoportable.
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Mentiras, Traición y Amor.
RomanceMe llamo Michelle Morris, tengo 23 años y mi historia comenzó cuando mi padre estaba muy enfermo y yo tenía que conseguir trabajo como fuera. Después de aliarme con Daniel Smith parar entrar en la empresa de su mayor competidor, me enamoré perdidam...