Capítulo 1

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Ey, ¿Puedo ir a tu casa?

   Aron contestó al mensaje con una afirmación, se estaba durmiendo, casi eran las 12 de la noche, pero que Justin quisiera ir a su casa luego de tener una gran pelea, era algo que ambos necesitaban, pero ciertamente inesperado.

   Aron estaba molesto con Justin desde hacía días, y pensó que no le volvería a hablar hasta que el mensaje de Justin llegó a su celular. Pero no supo cómo reaccionar a ello, no sabía para qué Justin quería verle. Se habían dicho cosas feas, incluso su pecho dolía de arrepentimiento al recordar todo lo que se habían gritado, Justin también se había equivocado.

   El sueño había desaparecido con el solo recuerdo, pensaba en lo mucho que tendría que fingir su molestia en cuanto viese a Justin delante de su puerta.

   Por otro lado, Justin salió de su casa a escondidas de su padre. Llevaba un pantalón holgado y una franela debajo de un gran buzo, el cual le pertenecía a Aron. El perfume del dueño del suéter era algo maravilloso que le embobaba, le hacía sonreír de la nada, pero esta vez le llenaba de nervios en medio del frío de la noche.

   La casa de Aron quedaba a unas cuantas calles, quizá podría pensar en qué le diría exactamente en cuanto el otro le abriera la puerta. Pero lo más probable era que se quedara sin palabras con tan solo ver su ceño neutral, con tan solo verle a los ojos y con los brazos cruzados, aún molesto por quizá lo cruel que habían sido el uno con el otro.

   Estaba a unos pasos de esa casa que tantas alegrías tenía. Su padre le había amenazado, le había prometido que le mandaría a otra ciudad si seguía viendo a Aron, y aún así ahora estaba de pie frente a la puerta del chico que tanto volaba entre sus fantasías, que tanto le aceleraba el corazón.

   Recordaba a su padre tan directo y firme con su palabra, diciéndole que Aron era lo peor que le había pasado, que se desharía de él si se acercaba o si tan solo le miraba. Y Justin no quería que nadie se metiera con Aron, no quería hacerle sufrir o que le hicieran daño, pero al parecer su pelea con él era la oportunidad perfecta para que se separaran.
Si era el chance ideal, ¿Qué hacía parado frente a la puerta? Estaba a punto de tocar la madera, pero solo pudo acariciarla con sumo cuidado de no hacer ruido. Justin se mordió el labio inferior, bajó la mirada con los ojos hinchados e irritados; tantas cosas podrían pasar si tocaba la puerta.

   Respiró profundo, alzó la mirada con su ceño fruncido y miró la puerta. Tenía la opción de volver a casa y olvidar las locuras que por su mente cruzaban, o podía tocar la puerta y esperar a que le abrieran. Pero, ¿Y si Aron no le abría la puerta? Quizá sería lo mejor.
Tocó por fin la madera oscura. Su corazón se aceleró mientras sus manos temblaban, y no por el frío. Si Aron no abría en los siguientes tres segundos, volvería a casa y olvidaría todo. Justin empezó a contar, bajó la mirada nuevamente para no sentirse desesperado, pero el primer segundo no había pasado cuando Aron abrió la puerta que al parecer estaba sin llave.

   Ambos tenían el corazón en la boca, sus miradas entrelazadas, el pulso acelerado. Aron intentaba verse tan frío como podía y Justin hacía lo posible por pensar en qué hacer frente a la mirada azuleja ajena.

   Entonces Justin se quitó el suéter, Aron sintió el corazón roto y sus ojos cristalizados, pero evitó tomar un respiro. Justin mantuvo su mirada en la prenda de delicioso perfume que ahora estaba en sus manos y dio un par de pasos hacia Aron, el contrario le miraba en espera de algunas palabras cariñosas, algunas de esas que siempre se decían, pero Justin parecía convencido de acabar con todo.

   Pero le abrazó, Justin simplemente le abrazó con fuerza en lo que le colgaba el suéter en la cintura, cosa que dejó perplejo al dueño de la prenda, y se quedó en aquella posición un rato, escuchando los latidos acelerados de Aron y sintiendo sus manos temblorosas acercarse a sus caderas. Y se apartó apresurado. Justin empujó a Aron con fuerza y dolor antes de caer ante la suavidad de sus brazos, ante la tremenda tentación de quedarse escondido a su lado por siempre.

   Ya había empezado a llorar y no dejaría que Aron le viese así de nuevo. Justin quiso echarse a correr en cuanto vio como Aron trastabillaba por el empujón, pero al darse la vuelta igual trastabilló antes de acelerar sus torpes pasos hacia la otra acera, mientras sus brazos se congelaban con el frío que era cada vez más lúgubre.

   Pero Aron no permitiría que las cosas quedaran así. No dudó en ir tras su chico, su lindo chico travieso, y tomarle de la cintura. Justin forcejeó con él, pataleó entre sus brazos, pero Aron no le dejaría, no con tanta facilidad, como si lo que tenían o habían tenido fuese algo sencillo de olvidar.

   Podía ver las lágrimas de Justin, le dolían en el alma como si un puñal le atravesase, pero no le dejaría por más que el desesperanzado chico le rogase que le soltara.
Le devolvió al piso, y en cuando Justin tocó el suelo con sus desgastados tenis, fue volteado. Aron le miraba con intensidad y se aferraba a su cuerpo. Justin no podía mirarlo sin sentir que se derretía por dentro, porque una simple mirada de Aron podía derrumbar todas sus barreras. Entonces las manos intervinieron. Justin siguió forcejeando, empujando a Aron e intentando alejarlo de su rostro, porque estaba muy cerca.

   Aron no decía nada. Solo le miraba, hasta que se sintió tentado y sin control alguno, quizá sus instintos ayudarían a curar su corazón casi en pedazos. Tomó las manos de Justin, evitó que le alejara, y le besó.

   Justin siguió forcejeando, Aron pudo ver como las lágrimas ajenas seguían cayendo, pero no se rindió con la muestra de afecto. Hasta que por fin Justin correspondió a su beso, cedió a lo que tanto había anhelado. Sus labios danzaron juntos, bailaron una melodia nostálgica que decía que ese sería su último beso.

   El beso fue largo, apenas tomaban un respiro, el frío solo mejoraba el momento mágico, ya había dejado de ser algo fantasmagórico. Por un instante, no existió nadie más que ellos en la calle, no existían las etiquetas ni amenazas, no había nada que pudiese lastimarles. Un beso entre ellos era maravilloso, un beso era la cura de todos los males.

   Cuando se separaron, Aron acarició la mejilla húmeda de Justin. Tragó saliva nervioso, su postura de chico malo caía frente a la traviesa melena rizada de Justin. Las palabras estaban demás en aquel momento, porque en realidad era desconocido lo que pasaría luego de tan afectuoso beso.

   El silencio reinó entre los dos, pero se sabía que todos los malos entendidos habían acabado. Y se volvieron a besar, porque todo el veneno había sido evaporado de sus sistemas.

   "Puedes venir siempre que desees..."

   Justin apenas sonrió, deseando que solo existieran los dos. Aron sabía lo que pensaba Justin, sabía que no necesitaba palabras, sabía que el rizado extrañaría su suéter, sabía muchas cosas.

   Entraron pues a la casa, Aron cerró la puerta con la mano de Justin entre la suya. Ambos se quedaron en silencio, Justin pudo sentir el calor hogareño, y Aron fue quien le abrazó esta vez. Sería la noche en la que el te amo de cada uno resonaría en el eco de las paredes, porque era lo único que tenían para decirse.

   Lo que no sabían era lo que les deparaba en la mañana. Lo que llegaba junto al amanecer. Pero disfrutarían juntos de la noche, fría y oscura, para ser la luz del otro. Justin no podía pensar en mejor lugar que los brazos de Aron y éste, rogando porque la mañana no llegara, disfrutaba del tenerle entre sus brazos.

   Te amo, te amo como no tienes idea, pero... ¿Esperarías por mi? 

Guitarra RizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora