Nunca he sido realmente religioso, si creo en Dios pero no voy a misa todos los domingos, a eso me refiero. Creo en Dios porque es como un alivio espiritual, cuando no podemos más, siempre decimos "ayúdame dios mío, por favor". Los fanáticos religiosos son otra cosa, nunca pensé conocer a uno, hasta ese día.
Esta historia empezó con su llegada, empezó justo en el momento en el que entro al salón Giovanni Rocha Moya, con su sudadera negra cubriéndole el uniforme rojo. Entró y durante todo su primer día, no pronunció palabra alguna. A la hora del receso se la paso dando vueltas por todas las canchas, siempre con las manos en los bolsillos del pantalón. Durante tres semanas más se repitió la rutina, por lo que decidí acercarme a hablarle pues yo tampoco tenía amigos. Grave error.
—¿Por qué tan solito?
—¿Qué?—Respondió sin voltear a verme, con una voz ronca como si estuviera enfermo de la garganta.
—Qué porque estás tan solito—Le contesté esbozando una sonrisa, pues mi intención era ser amable.
Volteó a verme y pude ver en su rostro notables ojeras, sin mencionar el acné que comenzaba a brotar, Su pelo castaño medio largo estaba peinado de lado, era el típico peinado que tienen los nerds. Se quedó mirándome un rato y pareció escanearme de pies a cabeza, me sorprendió ver que sus ojos eran verdes, pues eso no era tan común en México. De pronto, abrió los ojos como platos y pareció sobresaltarse.
—¿Pasa algo?
—Si.
—¿Qué cosa?
—Nada que te interese—Dijo antes de darse la vuelta e irse caminando
Hice una mueca y decidí no seguirlo. Sus intenciones me dejaron en claro que si me acercaba, probablemente me metería un puñetazo.
Sus padres se divorciaron o algo así, seguro. Pensé mientras miraba como el chico callado se sentaba en las gradas. No tenía nada que hacer así que simplemente me quedé mirando cómo los de tercero jugaban futbol. Pensé en acercarme a ellos para preguntarles si podía jugar pero sonó el timbre, era hora de regresar al salón.
Por alguna razón siempre me gustaba quedarme y ser el último en regresar al salón, por lo que me quede de pie mirando como todos se retiraban, todos menos Giovanni.
Me quede unos veinte segundos más y finalmente me dirigí a las escaleras para subir al salón. Justo antes de pisar siquiera el primer peldaño, sentí como alguien me dio unas palmadas en el hombro. Era el chico callado, subió las escaleras y antes de irse, me dirigió una extraña sonrisa que le daba aspecto de psicópata, sus dientes mostraban poco cuidado. No pude evitar sentir escalofríos.
¿En serio? El chico que minutos antes me había mandado al carajo me había sonreído. Fruncí el ceño y me fui al salón yo también. Entré, me senté en mi pupitre (que por cierto, quedaba al fondo) y saqué «El visitante », estaba convirtiéndose en el mejor libro de Stephen King que había leído. Como siempre Rodrigo y su grupo de amigos me miraron como si fuera una mierda. Ellos eran el típico grupo de chicos que cambiaban de novia cada mes y en plena clase ponían trap. Como yo no era un aficionado al fútbol, trap y toda esa basura de "Cosas modernas", nunca encaje en su grupito de amigos. Nunca me molestaban ni nada por el estilo, pero siempre intuía que no era de su agrado mi presencia, en especial al escuchar sus risas cuándo me tocaba lanzar el balón en educación física.
Seguía inmerso en mi lectura (Al parecer la maestra de matemáticas no había ido) y miré a mi izquierda, ahí estaba Giovanni sentado mirando a la nada.
Quién sabe en que estará pensando, vaya que es un chico muy raro. pensé para después regresar la vista a mi libro. Unos veinte segundos después, una bolita de papel cayó en mi mochila. Volteé a todos lados y al ver a mi izquierda vi a Giovanni sonriéndome de nuevo. Supe que el me había enviado la bolita. La desdoble y vi que citaba con tinta roja:
ESTÁS LEYENDO
Los Elegidos
Mystery / ThrillerDiego llevaba una vida normal, hasta que a la secundaria llega Giovanni, un chico extraño y callado que parece querer acercarse a el. Pronto, Giovanni le confesará a Diego un enorme secreto que lo cambiará todo y lo hará cuestionarse sus creencias.