Capítulo 1

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-Tanjiro Kamado

Tanjiro cargó a sus espaldas una cesta repleta de carbón, listo para continuar con su rutina diaria. El vaho procedente de su boca le nublaba parcialmente la vista, pero claro, él ya estaba más que acostumbrado a las intensas nevadas y al gélido clima de las montañas.

El joven llevaba el pelo recogido en una coleta y unos aretes hechos con cartas Hanafuda ornamentaban sus orejas. El estampado de su abrigo era a cuadros negros y verdes, que hacían resaltar el color de sus ojos, rojo oscuro. Por último, en el lado derecho de su frente, se podía apreciar una cicatriz semicircular.

—Tanjiro, tienes la cara sucia. Acércate.

Tanjiro caminó hasta donde se encontraba su madre. Acto seguido ella prosiguió:

—Ya sabes que es peligroso salir cuando la nieve está cayendo —dijo mientras frotaba con un paño húmedo el rostro del muchacho—. Así que si no vas no habrá ningún problema.

-Lo sé pero... —resopló Tanjiro. Tras una breve pausa continuó—. Casi estamos en año nuevo, y todos esperan comer lo que desean y además, no tardaré demasiado. Lo juro.

—Gracias —ella le dedicó una cálida sonrisa llena de agradecimiento.

Al acabar de limpiarle la mejilla izquierda, la madre de Tanjiro retiró el paño y se fue hacia la cocina para retirarle la suciedad. Entonces, de la casa salieron dos niños y una niña. Uno de ellos portaba un hacha.

—¡Hermanito! ¿Vas al pueblo hoy? —preguntó Shigeru, el menor de ellos.

—¡Yo también quiero ir! —dijo Hanako, la muchacha.

La madre de Tanjiro salió tras ellos y entonces enunció un discurso que parecía que tuviera que repetir día tras día:

—No, vosotros no podéis acompañarlo. No podríais ir a la velocidad de Tanjiro. Seriáis una carga para él.

—¡Pero mamá! —replicaron los tres.

—No. Cuando tengáis más edad podréis ayudarle perfectamente.

Los cuatro se giraron hacia Tanjiro que se encontraba a un lado observando con curiosidad la escena. Le hubiera encantado que sus hermanos fueran al pueblo con él, pero su madre tenía razón. Se cansarían rápidamente de caminar y le ralentizarían.

Los tres chiquillos se abalanzaron sobre él, suplicándole que les dejara acompañarlo. Pero Tanjiro hizo caso omiso de sus peticiones y le pidió a Takeo, el portador del hacha, que fuera a cortar unos pocos árboles más. Él aceptó y se marchó suspirando.

Nada más irse el muchacho a talar troncos, Tanjiro preparó su bufanda, se calzó adecuadamente para el trayecto que le esperaba y se despidió de todos, quienes le dedicaron un gran abrazo.

Minutos después de empezar la caminata, una voz femenina lo paró. Era su hermana Nezuko, la mayor de los hermanos después de él ¿Cómo era posible que se hubiera olvidado de ella?

—¡Hermanitoo! —le saludó —. He ido a dar un paseo con Rokuta para que se calmara —fue entonces cuando Tanjiro se dio cuenta de que llevaba a su hermanito colgando de la espalda—. Le cuesta dormir desde la muerte de papá... —Nezuko agachó la cabeza, triste.

Tanjiro se percató de aquello. Se acercó a ella y le dio un abrazo. A su vez, le acarició la cabecita a Rokuta, quien dormía plácidamente a lomos de su hermana. Cogió la cara de su hermana entre sus manos y le besó la frente con dulzura. Tras eso, reanimó la marcha y respiró hondo, todavía le quedaba un buen trecho antes de llegar al pueblo.

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⏰ Última actualización: Jan 31, 2022 ⏰

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Kimetsu No Yaiba~ Manga -- NovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora