Según el reloj de aquella habitación eran las 10 de la mañana, no había dormido en toda la noche, más bien no había dormido nada en los 3 días que llevaba ahí.
Odiaba los hospitales, y estar allí era insoportable. El médico dijo que ese día me podría ir, pero tendría que pasarme por las mañanas por el hospital para algunas revisiones.
Maddie, - mi mejor amiga - no se había ido de mi lado desde que entré, aunque le dije que no pasaría nada si se iba a dormir a su casa, no se quiso ir.En aquella habitación estábamos Katie mi hermana, Maddie y yo.
- ¡Hola Katie! - escuché una voz aguda a lo lejos.
Sonreí inconscientemente al escuchar su voz de nuevo, y mi sonrisa ensanchó al ver una figura enana en la puerta de aquella habitación.
- ¿Qué haces aquí peque? - preguntó Katie acercándose a Kiara, mi hermana pequeña, que tenía esa sonrisa dulce tan característica de ella.
- He venido a ver a Kendall - ella se quedó mirándome con un ápice de tristeza en los ojos, el cual se esfumó al ver mi sonrisa -. ¿Estás bien? - preguntó acercándose para abrazarme.
Justo en el momento que la volvía abrazar, después de tanto tiempo, me sentí la persona más afortunada del mundo. Aunque mi sonrisa desapareció al ver la preocupación en sus ojos.
Quizá todo estaría mejor si no hubieras intentado nada que te pusiera en peligro.
Bueno, no quería pensar en eso. Evadí a mi conciencia y me centré en Kiara, que me abrazaba como si llevara sin verme mil años.
Mil años no, pero lleva sin verte 1 mes. Eso para tí no es nada, pero para ella es un mundo.
Mi conciencia tenía razón, para ella era demasiado tiempo. Dejé mis pensamientos a un lado y respondí con sinceridad a su pregunta.
- Ahora mismo estoy perfectamente enana - respondí sonriendo, mientras seguía abrazándola.
- Kendall, cuidado con las muñecas - me avisó con un gesto Katia al ver que se estaban despegando las vendas que tapaban la razón de porqué estaba ahí.
Mire a Kiara - la cual se había despegado ya de mí -, deseando que no se hubiese dado cuenta, y no lo hizo, estaba demasiado ocupada saludando a Maddie.
Me coloqué rápido las vendas, tapando cualquier herida. No quería ninguna pregunta.- Entonces, ¿cuándo nos vamos a casa, hermanita? - dijo Kiara sonriendo.
Quería responder que nos iríamos ya, pero para poder salir de ese asqueroso hospital, tenía que tener el permiso del médico.
Ese permiso no llegó hasta las 19:22, que el médico me dió un papel donde ponía la medicación y todo lo que debía tomar durante tres meses.Kendall, pareces una abuela con tantas pastillas.
Cállate.
Ya sé lo que parecía, pero o me tomaba las dichosas pastillas o ni siquiera me dejaban ponerme de pie....
Cuando me quise dar cuenta, estábamos en el coche llegando casa, al bajar mamá abrió la puerta llenando mi cara de besos, cosa que odiaba.
- Mamá, vale ya por favor - conseguí pronunciar.
Cuando me separé de ella, me di cuenta de que no estaba mi padre en casa y lo agradecí.
- Vale, vale hija - se apartó por fin, mi madre.
Conseguí llegar a la habitación con Maddie siguiéndome.
- Algún día se lo tendrás que contar - soltó Maddie al cerrar la puerta y sentarse en la cama.
Sabía a lo que se refería, y también a quién se refería y sí, se merecía saberlo. Pero no había forma de contarlo. Había conducido durante mucho tiempo, y nunca había tenido un accidente.
Claro, nunca has tenido un accidente…
Bueno, había tenido uno, pero hacía mucho tiempo.
Si tú te lo crees…
Vale sí no había sido la primera vez. Tampoco sería la última.
- No puedo. No es lo mismo que otras veces - miré a Maddie.
Me senté en el suelo recordando aquella noche.
Me acuerdo que llegué a casa y vi a papá con su cerveza como siempre, recuerdo preguntar por mamá… Y en ese momento sentí que un cojí chocaba con mi cara.
Miré a Maddie con mala cara, ella me sonreía inocentemente.- ¿Qué pasa?, Ken - su cara cambió al ver que yo no sonreía como solía ocurrir siempre.
No sé en qué momento de nuestra amistad se le ocurrió decidir que Ken era el mejor apodo para llamarme.
En el que estabais jugando con las barbies y dijiste que Ken era mucho mejor.
Ay sí, me acordaba de ese día. Me salió una pequeña carcajada al acordarme de la cara de decepción de Mad.
- ¡Kendall! - Mad, pasó una mano delante de mi cara -. ¿Qué pasa?
- Estaba pensando en esa noche - dije jugando con la pelota de mi perro, Thor.
- Mira, hoy nos vamos de fiesta y te olvidas ya de esa mierda - dijo Mad alegre.
Yo me lo planteé un momento, pero descarte esa idea más rápido de lo que me gustaría haberlo hecho.
- No, Mad estoy tomando medicación, si voy no podré beber. Y para ir a mirar, no voy - la miré seria.
- Te entiendo - me miró con una mueca triste -. ¿Quieres hablar de eso? - señaló mi brazo, cubierto por una sudadera.
- No hay mucho de lo que hablar, y además tengo sueño - la miré bostezando.
Maddie me miró pensativa. A veces me daban miedo lo que pasaba por su cabeza.
- Tengo una idea - me miró sonriendo.
- Sorpréndeme - dije esperándome lo peor.
Para mi sorpresa lo único que hizo fue salir de la habitación. Yo me levanté siguiéndola, ella fué hacia la cocina y abrió el armario donde mi madre solía guardar las bolsas de chuches.
Vale, quizá no sería una idea tan mala.
Sea lo que sea que está pensando hacer incluye chuches, eso siempre es bueno.
Por una vez estaba de acuerdo con mi conciencia.
- Ayúdame a llevar ese batido y los vasos a la habitación - me dijo cogiendo todas las bolsas que había en la estantería.
Mañana me tocaría bajar a comprar más. Mamá me obligará.
Cogí los vasos y el batido, y fui a la habitación, entré justo después de Maddie. Soltamos lo que llevábamos en el escritorio, y yo miré todo intrigada.
- Noche de pelis - dijo ella abriendo una bolsa y sentándose en la cama.
Lo pensé un momento. Quizá no estaba mal relajarme un poco, aunque no me gustara mucho, terminé aceptando.
- Venga vale, pero solo por hoy - sonreí sentándome a su lado.
No me gustaba ver películas, pero ella lo hacía más ameno.
Me quedé dormida al empezar la segunda película, lo último que recuerdo es a Mad dándome un beso en la frente y deseándome las buenas noches.
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Otro intento
Teen FictionTodo puede cambiar en pocos segundos, y todo cambia en pocos segundos.