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Eres una debilidad.
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Dos semanas.

Todo ese tiempo se la había pasado desapareciendo y matando gente de diversos reinos; un reino ya había caído, sólo quedaban tres-próximamente dos- por conquistar. Fueron tantas las personas que tuvieron la mala suerte de encontrárselo que su ropa últimamente solo había estado manchada de la sangre ajena.

— ¿Sabes por qué huí cuando declararon que iban a coronarme como rey?— preguntó Heeseung mientras pasaba la filosa punta de una daga por el cuello del joven rey del primer reino.— Porque días antes había matado a mi padre. —soltó un resoplido mientras se restregaba el rostro con una mano— El no me temía cuando perdía el control, lograba controlarme... realmente me amaba— Heeseung encajó con furia la daga en el brazo del rey, provocándole un fuerte alarido— Hubo un día que no logré controlarme y lo maté. El remordimiento y la tristeza me estaba consumiendo, yo no podría ocupar su lugar. Nunca sería digno, así que huí.

— ¿Por qué me cuentas esto?— preguntó agitado el rey, las serpientes enrollándose en su cuerpo no eran de mucha ayuda.

— Porque tú mataste a tu hermano para quedarte con el trono, nunca soportaste ser el segundo. —siseó a la vez que removia la daga en el interior.— Aunque él era mayor que yo por tres años, siempre decía que quería protegerte de todos y de todo para siempre. Adoraba a su "tierno hermanito" pero lo traicionaste metiéndote con el chico que el amaba mientras lo obligabas a ver.. después lo mataste, haciendo que su última imagen fuera la de su amado gimiendo tu nombre.

— ¿Cómo sabes eso?

— Conozco tus asquerosos pensamientos— escupió el pálido, sus ojos fijos en los ajenos mientras una serpiente negra se paseaba dócilmente por el pecho de Heeseung, asustando al joven rey,— llamándome cada vez más fuerte haciéndome sentir la euforia y regocijo que sentiste cuando el cuerpo sin vida de tu hermano cayó al suelo.

El rey sonrió pequeño al recordarlo y a Heeseung le dió tanto asco su persona que lo atravesó por el pecho con su espada, dejando que las serpientes—creación suya por cierto—se divirtieran un gran rato con él.

Heeseung salió del gran salón, pateando y moviendo para nada amable los cuerpos que obstruían su paso en los pasillos.

Salió de un lado que no diera a la ciudadela y emprendió su camino a su reino.
Estaba listo, el reino del zafiro había perdido a su rey y al tener alianzas con su reino, el mando era trasladado a su madre por consecuencia de que no había más descendientes.

Su plan de poseer todos los reinos había comenzado y Heeseung odiaba tener que formar parte de eso.

Divisó su caballo a unos metros y frunció el entrecejo cuando vio a una persona dándole de comer mientras lo mimaba. Comenzó a acercarse lentamente con grandes intensiones de no ser visto y cuando estuvo lo suficientemente cerca comenzó a observar a aquella persona pelinegra.

— ¿Quién es tan inhumano como para dejarte aquí, bonito?— Heeseung se movió a otro ángulo en el que podría verle la cara, pues aquella voz se le hacía vagamente familiar.

Vio cómo comenzaba a desatar a su caballo y tuvo intenciones de ir y arrancarle la soga de su manos pero se detuvo abruptamente cuando lo vio girarse.
Y entonces las imágenes comenzaron a llegar a su cabeza; ojitos de cachorrillo, bonitos labios abultados y cabello pelinegro. Sí, era aquel niño que lo espió durante su clase de arco.

Quedó anonadado por tenerle frente a él después de tantos años y a la vez su corazón comenzó a acelerarse de una manera que le hizo sentirse un poco menos vacío. Inesperadamente, una débil pero satisfactoria sonrisa apareció en sus labios.

boda equivocada  婚礼       Donde viven las historias. Descúbrelo ahora