𝟣𝟥.𝟢 𝗃𝗎𝗌𝗍 𝗍𝗁𝖾 𝗐𝖺𝗒 𝖨'𝗆 𝗇𝗈𝗍

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La calefacción estaba encendida en el auto, haciendo que los vidrios se encontraran empañados y nublando la vista de lo que era la ciudad más grande que Rose jamás había visto. Ella viajaba en total silencio en el asiento trasero, con la caja de Pandora en sus manos, sosteniéndola como un tesoro, y a fin de cuentas lo era ya que esa era la única pertenencia que había llevado consigo. En otra situación Rose estaría fascinada con el Inframundo ya que jamás había estado en un lugar tan imponento, pero ahora sólo observaba sus manos: manchadas con el dorado icor de Eris.

—Sé que no es momento para decir ésto —Hécate rompió el silencio, observandola por el espejo retrovisor.— Pero me alegra mucho verte.

Rose no contestó y apretó sus puños al recordar sus últimos momentos en su hogar, aquél cuyos cimientos se encontraban hechos de mentiras. Ahora Rose se sentía sola y confundida, con una enorme presión sobre sus hombros.

—No te preocupes por Hades, es un dios poderoso. Si, ha estado más de lo debido fuera del Inframundo, pero su cuerpo ya se encuentra hibernando. Alguien de su edad es capaz de recuperar su fuerza con rapidez. —e inmediatamente el aire pareció volver a los pulmones de Rose.

La muerte de Hades era algo que Rose ya había asumido, porque lo había visto muerto en sus propios brazos, pero las palabras de aquella mujer hicieron reaccionar algo en ella y su desesperado llanto volvió a hacerse presente. Habían llegado ya al hogar de Hades, y Hécate se bajó del auto para pasarse al asiento trasero mientras ella aún lloraba; rápidamente tomó a Rose entre sus brazos y allí fue cuando la joven se dió cuenta que a veces un abrazo amigo era todo lo que se necesitaba.

Se descargó en los brazos de la mujer por un rato largo, correspondiendo su abrazo con fuerza, como si al soltarla tuviera la posibilidad de volver a desmoronarse. Cuando ella se calmó fue capaz de secar sus lágrimas, notando que no había intercambiado ninguna palabra con la desconocida, aquella que aún así le había brindado su apoyo.

—Siento haber manchado tu traje. —el saco de Hécate estaba húmedo por sus lágrimas y tenía en éste algunos restos de icor.— Según lo que dijo el tipo con alas de pollo supongo que ya me conoces, pero de todas formas es grosero no presentarse. —ella extendió su mano derecha con un gesto formal, como si no hubiera estado diez minutos llorando sobre su hombro.— Soy Rose.

La mujer sonrió, brindándole más confianza a la morena, y estrechó su mano de vuelta. Aquél traje que llevaba puesto era edición limitada de su diseñadora preferida, pero aún así pasó por alto las manchas que quedaron en él.

—Hécate. Y no creas lo que Hades te dijo, él puede ser el rey aquí pero yo soy el cerebro detrás de todo ésto. —la mayor había sido capaz de hacer sonreír a la joven, y tomó la caja para bajar del auto.— Ven conmigo, te quedarás en casa de Hades hasta que se recupere, y mientras tanto hay unas personas que desean verte.

Al bajar del auto quedó observando su casa, quedando impactada por los lujos que ésta parecía tener tan solo desde afuera. En ese momento le parecía sumamente extraño que Hades haya sido tan capaz de ayudarle con las tareas de la granja ya que alguien que vivía en un lugar así difícilmente sabía cómo trabajar en la tierra, pero lo que más llana su atención era que él parecía tener una casa demasiado grande para él solo.

Allí entendió cuando dijo que la eternidad era solitaria.

—Mierda. —murmuró Rose con su mirada perdida, no importaba dónde fuera que viera, esa casa parecía interminable.— ¿Él vive sólo aquí? Debe ser bastante triste.

Ambas comenzaron a caminar hacia la entrada, aunque Rose más que nada seguía a Hécate. La morena temía que, de perderse allí, nadie fuera capaz de encontrarla nunca por la inmensidad de esa moderna casa que desentonaba mucho con su idea de lo que era el Inframundo.

𝗘𝗩𝗘𝗥𝗟𝗔𝗦𝗧𝗜𝗡𝗚 ˡᵒʳᵉ ᵒˡʸᵐᵖᵘˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora