Capítulo II

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Capítulo II

La cita con Platón

Su respiración en mi hombro,  sus palabras llegaban a mis oídos; esas palabras eran una gran bendición,  la música del taxi era la peor que había escuchado. Sabe señor, hubiera querido tomarle una foto a la mirada del taxista cuando nos veía por el retrovisor. Enrique me cogía la mano, como si él y yo fuésemos los únicos en el taxi. No le importaba nada, y eso me parecía lo más sexy del mundo.

Puede imaginarse como el chico que le había gustado a primera vista fuese mejor de lo que soñó, alce la mirada y vi que ya habíamos llegado a la dirección que Enrique le dio al taxista; el chofer nos cobró casi seis dólares, Enrique pago con un billete de diez, y le dejo el cambio. Me parecía muy raro, en época de crisis en mi país, cuatro dólares podría haber sido de mucha ayuda. Cuando bajo, me explicó el porqué de dejar el cambio al chofer.

-          ¿Viste las fotos en el parabrisas, al lado izquierdo? -Caminábamos a un centro comercial que estaba cerca. 

-          Sí, ¿eran dos niños? -Comencé a dudar de mi memoria. 

-          Eran los hijos del taxista. -Respondió a mis dudas. 

-          ¿Cómo lo sabes? -Me confundía más.

-          Ni modo que sea un pedófilo que le guste cargar y exhibiendo sus gusto por los menores. -Dijo sarcásticamente. 

-          ¿Por qué le dejaste el cambio? -Llegué al punto del asusto. 

-          Porque el taxista lo necesita más que yo.

Entonces entendí algo de él, algo que muy pocos pueden entender. Usted ha regalado dinero en la calle a un mendigo. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Sabe por qué?, porque pensamos que los hombres que pasan por allí nos ven y si ignoramos a ese mendigo estamos provocando a la gente que hable "mal de nosotros"; en otro aspecto diríamos que somos "adinerados", que podemos dar por el simple hecho de tener dinero; y por último, pensamos que es una obra de caridad, un sacrificio y que eso nos acercaría más a Dios; eso me enseñó el cuándo habló de Erich Fromm.

Él me hizo entender, que, a más de todo lo que le mencione antes, él veía, el por qué lo necesitaban. Unos suponemos que es por droga, otros porque son flojos y no quieren trabajar. Enrique daba, porque comprendía el dolor que pueden pasar esas personas. Ni si quiera los curar creo que pueden entender al otro como lo hizo él.

Entramos al centro comercial, estábamos caminado, durante el recorrido él tomo mi mano; otra vez mi corazón tuvo una aceleración que me podría haber causado un paro cardíaco. "Purifica tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la miel más dulce se agria en un vaso sucio."  Esa era una frase que me dijo mientras caminábamos, le pregunte de quien era; me respondió que era de un famoso filósofo, Pitágoras de Samos. Sí señor, Enrique sabía mucho de filosofía; era una de sus pasiones.

Después de caminar y hablar de filosofía clásica, él me llevó al tercer piso, donde se encontraban cadenas de restaurantes, desde comida gourmet hasta comida rápida. Pero paramos en una de mis heladerías favoritas, desde ese entonces.  Fuimos a "Crepes & Waffles", apenas llegamos a la caja, él soltó mi mano para sacar su billetera, igual que yo; de pronto él vio mi movimiento, solo tomó mi muñeca y me hizo sacar mi mano de mi mochila.

-          ¿Qué estás haciendo? -Se enojó. 

-          Saco algo de dinero, quiero pagar mi helado. -Respondí.

-          Estás en una cita conmigo, es más que obvio que yo pague. -Maldito estereotipo de las citas, porque no solo acepta que pague mi parte. 

Mi historia jamás contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora