Nunca Jamás está compuesto de sed, venganza y sangre de hada.
-Anónimo
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En un mundo en donde la sociedad depende de la cosecha de sangre de hadas, una de las que ha logrado escapar de las garras del gobierno se encontrará con...
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El hecho de estar rodeada de oscuridad habría sido una ventaja perfecta para cualquier otro en mi situación, siempre es mucho más fácil esconderse en las sombras. Pero las chispas que están comenzando a resplandecer a través de la tela de mis guantes amenazan con revelar mi ubicación. Puedo sentir la sangre escapando de los múltiples cortes en mis dedos. Grita por que la deje salir, y sé que una vez lo haga, no podré seguir caminando de manera tan tranquila como ahora.
El sonido de las gotas cayendo hace eco a través del callejón, mis pies chapotean cada vez que doy un paso. Y a pesar de que suelo estar agradecida por contar con humedad a mi alrededor en caso de que la necesite, el sonido me desconcentra.
Y respiro profundo, porque sé que no hay nadie más junto a mí y estoy imaginándome cosas. No puede haberlo. Me obligo a mantenerme calmada, a caminar lento y asegurarme de esconder mis manos. Pretender que estoy bien, que todo está bien. El saco pequeño que llevo colgando roza la tela de mi ropa e intento asegurarme de no moverme en exceso por miedo a que el contenido adentro de él se rompa. Inspiro y siento mi sangre llenarse de oxígeno, preparada por si necesito utilizarla.
Voltearme sería el peor error, el final de la mentira. En el segundo en que haga cualquier movimiento en falso para confirmar mi propia paranoia, se hará realidad.
«¿Es ese el sonido de mis pasos?»
Sigo repitiendo la misma oración como un mantra: "nadie me vió, estoy imaginando cosas". Si me digo lo suficiente que estoy sola, quizás se irán. Como ocurre en las historias sobre los Vigilantes o incluso Los Errantes.
Pero por más que intento convencerme de que es una exageración, mis instintos toman el control y mis pies dejan de moverse.
Y los pasos continúan con más rapidez y fuerza que antes. Como si estuvieran vivos.
Me rindo ante el deseo de huir y comienzo a correr con todas mis fuerzas. El aire helado se cuela hasta mi garganta y decide quemar mis pulmones, intento ignorar la sensación de incomodidad que el frío me produce, pero siento como mi sangre lo reclama. Sin darme cuenta estoy mordiendo el interior de mis mejillas y siento el sabor a óxido al que estoy tan acostumbrada.
En lugar de dar la vuelta de siempre, giro hacia la izquierda en el esfuerzo estúpido por hacer que quien-sea que me esté siguiendo se aleje de ellos.
