“Que las 98 heridas de nuestro salvador sangren”
-Arthur Rimbaud.
Tenía quince años cuando lo conocí recién salido de la tierna infancia, él acababa de cumplir dieciséis, pero se negaba a decirlo, o tenía quince o diecisiete a esa edad decía que se era demasiado viejo para ser un niño y demasiado joven para ser un hombre, pero en realidad lo detestaba porque le recordaba a su mortalidad, el hilo frágil que es la vida y lo corta que es la juventud.
-¿y qué le digo de Shakespeare ? Es un sucio bastardo, un ebrio con sífilis.-
Vulgar fue lo primero que se me vino a la mente al escucharlo hablarle de esa manera a el profesor, nunca se callaba y reñía con los maestros cada que podía, maldecía, injuriaba y blasfemaba, aún así era mucho más rico que Dios y por eso seguía allí, a demás de que era brillante, como el lucero de la mañana cayendo desterrado del reino celestial, resplandecía en todos los sentidos, tenía el cabello rojo, y era blanco como si estuviera tallado en mármol, larguirucho, pero aún así sus manos eran increíblemente fuertes como si fuera un labrador de tierra, pero su sangre azul contaba que jamás sería otorgada por eso, era como un regalo dado por un ser superior, bendiciendolo.
Se llamaba Demian como aquel personaje de la novela de Hesse con el mismo nombre, y yo era su Emil, en mi vida jamás hubiera pensado hablarle de no ser porque reñimos y salí derrotado, lo detestaba o eso creía, a pesar de que dos mesas de comedor a la hora de la cena nos separaban podíamos vernos como si fuéramos leprosos.
“Me apena confesar el gran delito de quererte y desearte, pero temo ofenderte con mi vileza, porque yo nací solo para adorarte mi joven Aquiles, no te dedico esta carta y no te ofrezco mis afectos solo este día, porque siento que la martirización de los cuatro santos, no es suficiente aunque si debiera te ofrezco toda la lupercalia, y si eres lo suficientemente astuto para sabrás que tu sentimiento es lo más parecido al amor que cualquier otro.
Tu Valentín”
La primera carta dos semanas antes de San Valentín la encontré en el casillero donde recibía mi correspondencia nunca había visto esa letra pero de inmediato pensé que era una broma aunque claro, no me atreví a quemarla, me la quedé, era una escuela solo para caballeros de buena clase, sabía que no era de ninguna admiradora, teníamos un club de lectura donde debatíamos, los profesores nos llamaban casi una secta, claro nuestro rey invencible en cualquier debate era Demian, yo solo observaba, a pesar de encontrarlo terriblemente odioso me caía bien, claro en secreto, hoy en el desayuno fue corriendo al baño, parecía tener náuseas y se veía tan pálido como un muerto, fuimos a clases donde nos prepararía para ser hombres de sociedad, caballeros ingleses, mientras el señor Oliver nos explicaba sobre la rima y la métrica sentí unos ojos clavarse a mi espalda; era él aunque no pude saber si me miraba con burla porque vi sus cabellos rojos moverse hacia el lado de la ventana, estaba a punto de reclamarle pero no estaba seguro de lo que había hecho, al terminar fuimos a nuestros dormitorios, londres era obscuro y lúgubre, así que tenía que tener decenas de velas iluminando la habitación, leí una y otra vez la carta, de tantas veces estaba algo maltratada pero pude percibir un suave aroma a tabaco, romero y lavanda, me era extrañamente familiar, pero no sabía de dónde venía, intenté fijarme en otros detalles para lograr descubrir quién fue el autor, y mientras me hundía en mis pensamientos alguien me abrió la puerta sin tocar.
–La reunión va a comenzar ¿vas a venir?-
William, el mejor amigo de mi némesis, solo asentí con la cabeza y me levanté. al llegar pude sentir aquel olor de nuevo pero no supe llegar hasta él pues no era un sabueso, tres días después entre la divina comedia encontré de nuevo otra carta.
“Mi pasión me quema tanto que me carcome, como una culpa, caer enamorado es peor que un cáncer al menos puedes escupir la ponzoña, pero contigo no puedo hacer nada, el corazón me late de dicha al saber que me lees y mis palabras no se van con el aire, y la pista de hoy es mi mortalidad.”
Por un momento su carta me pareció terrible, ignoraba cualquier regla enseñada por el señor Oliver, no sabía si era una carta de amor, odio o un desafío para el profesor, por un momento me eché a reir pero anoté las cosas que pensaba, para en un momento reunir pistas y saber quién era, me sentí como un idiota al esmerarme en mi apariencia tratando de verme más apuesto, por si mi Valentín lograba verme, me peinaba hacia atrás y me bañaba en colonia, tanto que parecía que me pondría ebrio, una rutina que seguí con la esperanza de recibir más cartas, durante el fin de semana no recibí nada, Demian partía religiosamente con su familia, otra vez lucía enfermo, tosía y estaba seguro que por tanto fumar, hasta el martes, la tercera carta llegó.
“Como te he repetido querido he nacido solo para amarte en secreto, soy un cobarde y poco confiable, lo único verdadero en mis palabras es mi adoración hacia ti, mi pequeño Aquiles, mi amado espectador, deberás de darte prisa, si listo eres podrás ver la interrogación en mis rizos.“
Esta vez en clases, una mano tan blanca como mortecina me la arrancó, mi Golliat, leyó en un parpadeo y sonrió con burla, la dejó en el escritorio y recargó el miembro en mi hombro.
–Es tan mala que casi es buena, una escritura decadente, esto haría enojar mucho a Oliver, me gusta, ¿lo has es-?
Cortó abruptamente por aquella terrible tos, quise golpearlo pero no pude, escuché unos terribles silbidos en sus pulmones, al imbécil de seguro le había dado pulmonía, durante cinco días casi me vuelvo loco por la duda de quien sería mi admirador, en el transcurso de esos para tratar de mantener mi cordura jugué ajedrez y póquer con mis amigos, encontré un oponente digno y resultó ser el mismo de siempre, era buen conversador, que contrabandeaba vino y champaña los jueves, siempre olía a inciensos y aceites aromáticos, a pesar de su segura pulmonía parecía estar completamente bien, como si sus pulmones fueran de un extraño que aunque habitaban en su cuerpo afectaban a el otro, y entonces lo supe, había sido un completo tonto, lo único más cercano al amor era el desprecio, el odio, parecía casi un desafío a nuestras normas de escritura y no había nadie que amara tanto el reñir con el señor Oliver que Demian, sus cabellor eran rizados tanto que podías enredarte en ellos, quise correr hasta donde estaba pero no lo hice, en dos noches sería el gran día.
Contuve mi vergüenza durante todo ese tiempo, y entonces la tarde del 14 lo vi salir, se dirigía hacia los dormitorios, sabía que esta vez me dejaría la carta en mi habitación, llegué en la noche después del ajedrez con el club de lectura y lleno de emoción como un niño corrí buscándolo en mi lecho, casi lloré con desespero al no encontrarla, pero entonces percibí el aroma, el del tabaco y el romero, había estado allí, sin pensarlo dos veces salí de hurtadillas y corrí hasta donde se resguardaba, toqué su puerta, giró la perilla y abrió, alcé el rostro y lo besé, sus belfos estaban deliciosos y húmedos, me rodeó la cintura con sus dedos de pianista, lo único que escuché fue que cerró la puerta con pestillo con su mano libre, le comí a besos, y él lo hizo conmigo, ahora éramos uno mismo como Alejandro con Hefestión, desfogue el impulso contenido de nuestra pubertad, al despertar, se había llevado mi pasión con su cabello de fuego, y comprendí el porque nunca había sido expulsado del instituto, porqué jamás era regañado por sus padres, la cruda verdad me cayó como agua fría en la espalda al ver su pañuelo lleno de sangre, ahora sé a qué se refería con el cáncer y el toser la sangre, sentí la mañana fría como ninguna otra, la pena como si fuera un inmortal, él seguía tibio cuando desperté y su último suspiro se había esfumado, me tendí en su pecho llorando como Apolo a Jacinto, mientras la acariciaba los cabellos, tomé su mano y la besé, entonces aunque no tuviera fuerzas me levanté y lo vestí, el mejor traje que tenía, después hice lo mismo, y lo cargué como si fuera un soldado herido, caminé lo más rápido que se me fue posible, pero tropecé y caí sentado, con impotencia no pude levantarme, el golpe fue tan estruendoso que todos salieron de sus dormitorios el primero en hacerlo William, solo pude mirarlo con los ojos llenos de lágrimas, extendiendo su cuerpo, hacia a él como diciéndole que me ayudara a salvarlo, ¿era acaso protagonista de una tragedia griega? pero su mirada fue parecida al arte sacro de María sosteniendo a Jesús con resignación, presagiando su final, el destino al que estaba condenado, descubrí tarde que mi amor era más fuerte que la inclinación hacia ese odio, siempre había estado obsesionado por él pero para alguien de mi época no era correcto, así que quise escudarlo en mi rivalidad, escribo esto con veintiocho años, hé crecido, he vivido, pero tú eres un niño eterno, que siempre tendrá dieciséis.
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Crimson winter.
RomanceUna historia para el concurso de azúcar, flores y multicolores, enviada 36 minutos tarde. Claude es nuestro narrador, ambientada en el siglo XVIII en un internado inglés para chicos de clase acomodada, él pertenece a un club de literatura, donde sol...