La primera vez que vio ese chico, supo que lo conocía.
No pudo decir de dónde ni de cuándo, pero verle fue como encontrar esa pieza que había estado perdida en el puzle de sus vidas. Encajó de pronto, y el resto cayó por su propio peso. Por eso sabía que lo conocía. Porque no podía no conocerle, no cuando le había visto mil veces, entre las llamas, cubierto de sangre y flores violetas, arraigado entre los lotos.
Acababa de cumplir los dieciséis la primera vez que lo vio. Él apenas tenía quince, como su hermano menor. Tan solo los separaba un año. No como en su primera vida, cuando crecieron en generaciones diferentes. Quizá si hubieran pertenecido a la misma, las cosas habrían sido distintas. Porque, y Nie MingJue estaba tan seguro de esto que cualquier otra resolución sería inadmisible, esos ojos azules le pertenecían a sus sueños, los que a veces no le dejaban dormir y los que a veces eran dulces. Los que a veces hablaban de tiempos de guerra y a veces de tiempos de paz. Había sido un guerrero a lo largo de todas sus reencarnaciones. Siempre un general al frente de sus legiones en el campo de batalla, un rey, un emperador, un militar... todo eso antes que una persona. Una figura de poder y jamás un individuo con voz propia, porque su voz representaba las de miles a su cargo. Y estaba cansado, muy cansado, de tanta muerte. Mucho más de lo que debería estarlo un adolescente a su edad, por eso ahora dónde militaba era en una ONG pacifista y los exámenes que se preparaba con considerable antelación le servirían para entrar en Medicina... Pero aun así, aunque se redimiese, no olvidaría los sueños. Los sueños que le hablaban de traiciones vestidas de oro y de amistades blancas, demasiado inocentes como para ver la luz. Los que siempre tenían a su hermano menor como un hilo conductor, un guía entre tantas conspiraciones políticas, y en los que a veces aparecían flores de loto, criaturas de extrema belleza nadando entre los lagos, con ojos tan azules que reflejaban el firmamento entero.
Esas flores siempre estaban lejos en sus sueños. Muy lejos. Y él siempre quería avanzar, acercarse, pero nunca podía.
Ahora mismo, esas flores estaban en el mismo pasillo del supermercado, delante de la misma estantería repleta a rebosar de paquetes de cereales, mirándole de hito en hito. Al parecer, querían coger la misma caja, la de cereales de chocolate rellenos de crema de leche. Ambos habían alargado la mano en la misma dirección. Solo quedaba una de esa marca, desventajas de hacer la compra una hora antes del cierre.
Los ojos de ese chico le habían dejado sin respiración en el primer vistazo, y cuánto más los miraba, más se le escapaba el inexistente aire de los pulmones. Eran preciosos. Azules, enormes y llenos de preguntas por resolver. Llenos también de sentimientos que le lastraban, que le torturaban. Nie MingJue no estaba seguro de que un chaval de su edad debiera tener esa cara, esas emociones, pero la cosa es que las poseía, y poco podía hacer además de intentar vivir con ellas. Los había arrastrado desde siempre, desde sus primeras pesadillas, sin saber cómo librarse de esa condena, como Nie MingJue parecía arrastrar la guerra consigo.
Se miraron en silencio durante casi un minuto. Así, quietos en ese extraño limbo entre coger o no la caja de cereales, más centrados en los ojos del contrario que en el resto de cosas que los rodeaban. Eran iguales que en su primera vida, cuando el cultivo todavía existía y las grandes sectas y sus clanes dominaban la totalidad de Asia. Y se mantuvieron de esa forma hasta que una señora mayor pasó por detrás de ellos, metiendo codo sin necesidad y mascullando entre dientes algo sobre "los jóvenes hoy en día...".
Habían vivido hace miles de años. Sus conciencias tenían miles de años. Y, a la vez, tan solo quince y dieciséis. Esa frase les hizo reaccionar.
-Ah, puedes...
-Esto...
Las palabras murieron en sus labios, todavía mirándose. Había otras cosas que querían decir, pero no se atrevieron.
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Re;Start [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi]
FanfictionLa primera vez que vio a ese chico, supo que lo conocía. Acababa de cumplir los dieciséis. Él tenía tan solo un año menos, no como en su primera vida. Porque, y Nie MingJue estaba más que seguro de esto, esos ojos azules le pertenecían a sus sueños...