Capítulo 7. Tres es mejor que dos.

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     Salí de la recámara en silencio y bajé las escaleras para ir directo a la cocina; mis cosas estaban intactas sobre el sofá de la sala así que fui a preparar algo de desayunar para los dos

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     Salí de la recámara en silencio y bajé las escaleras para ir directo a la cocina; mis cosas estaban intactas sobre el sofá de la sala así que fui a preparar algo de desayunar para los dos.

Cociné unas tortitas de huevos y salchichas doradas bien sazonadas, hice jugo de naranja con el extractor de jugos que tenía Ronald, tosté uno poco de pan integral y le unté mantequilla, hasta me dio tiempo de picar un poco de fruta para acompañar.

     Tenía listo todo sobre la mesa, pero ¿Qué más podía agregar? ¿Había hecho suficiente comida? Eso esperaba.

     —Vaya.

     Casi me golpeaba con la puerta del refrigerador al escuchar la voz de Ronald.

     —Espero que tengas hambre —comenté nerviosa porque probara lo que preparé.

     Ronald sonrió al ver la mesa servida y repleta de todo lo que logré hacer en veinte minutos.

     —Se siente bien bajar y ver esto —confesó—. Sí que lo extrañaba.

     Fruncí las cejas desorientada.

     — ¿Qué cosa? —inquirí.

     Me observó y me dedicó una sonrisa cálida.

     —Ya no recordaba que era bajar, llegar a la cocina y saber que había comida lista.

     Mi corazón se estrujó.

     —Bueno... aquí está —declaré alzando mis brazos como si de una obra de arte se tratase.

     Él sonrió, con un brillo dulce y lleno de anhelo en sus ojos.

     —Aquí estás —corrigió.

     Nos miramos más tiempo de lo normal, como si quisiéramos grabar nuestras expresiones. Caminé hacia él, me rodeó con sus brazos y yo acomodé mi cabeza en su pecho.

     Mi corazón daba un vuelco por saber que a Ronald le hacían bien estos detalles, para demostrarle que no estaba solo y que contaba conmigo.

     —Gracias, Aurora.

     —Con algo tenía que agradecerte —levanté la mirada para verlo—. Si no es comprándote algo es consintiéndote de la forma casera que sé.

Ronald besó mi frente.

—Me gusta esta manera casera, princesa.

Sonreí.

—Bien, entonces hay que desayunar, se me hace tarde para ir a la universidad.

—Como digas —concedió, tomándome de la mano para irnos a sentar y desayunar juntos—. Más tarde tengo que ir a trabajar y después algunas cosas pendientes.

2º COLISIÓN: para siempre te protegeré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora