El Rey Escarlata

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Los pasos eran lentos, su ropa estaba toda desgarrada. Su armadura solo protegía su pecho y su pierna izquierda. Entre ruinas avanzo otro caballero del rey escarlata, el cual en cuestión de segundo se hallaba muerto en el pasillo a mano de su filo.

El aire olía a pólvora y el miasma, causa del hechizo, hacia que respirar fuese cada vez más pesado. Sin embargo, no se detendría, acabaría con aquellos molestos seres de una vez por toda.

—¿Si pudieses pedir un deseo sin restricciones, cual seria? —Pregunto guardia del calabozo sentado en el suelo frente las barras de metal. No podía acercarse mucho, ya que un hechizo venenoso protegía las barras.

—Creo que poder ver el cielo, quiero ver si es tan celeste de día y tan oscuro de noche. Escuche que en medio de la oscuridad miles de luces diminutas lo adornan, que son tan infinitas como pecas en él cuerpo.

El joven volvió a aumentar sus pasos, otro se cruzo en su camino gritando “¡Aquí esta! ¡Esta escapando!” , más las palabras se quedaron flotando en el aire mientras su cabeza se alejaba del cuerpo de un solo tajazo.

El cielo se ilumino de dorado y la noche parecía infinita, si no lograba llegar antes que terminaran con el hechizo, entonces el chico no vería jamás las pecas luminosas de la noche. Su brazo izquierdo estaba muy mal herido, la sangre no se detendría y le preocupaba que no llegara ni siquiera a ver al chico antes de que fuera demasiado tarde. Maldijo a su mente, no era momento de flaquear o dudar, debía seguir avanzando aunque eso le costara un brazo.

—¿Por qué no has intentado escapar? —El guardia del calabozo sabía que su inocencia le impedía ver el mal en las dulces mentiras del rey escarlata.

—¿Ir en contra de la profecía? No, esto es por el bien del reino —replico el chico.

—Un reino que no sabe de ti, un reino que cree que eres un mal augurio.

—Es mejor que crean eso, quizás si me ven si lo sea.

—No digas tonterías, yo puedo sacarte de aqui, puedo llevarte a ver las estrellas, el cielo y las nubes. las pecas de la noche y las luciérnagas que revolotean en el bosque.

—Eso seria traicionar hasta los mismos dioses.
—¿¡Pero que han hecho el rey escarlata, los dioses o el reino por ti!?

—Me han dejado vivir, y gracias a eso pudimos conocernos —El guardia sintió que el tiempo se detenía, frente a el estaba el chico con una sonrisa tan dulce, estrujando más su corazón.
El reino de Krovius se encontraba en el octavo continente de Rhakem. Rhakem era conocido por su comercio y grandes magos. Sin embargo bien sabida era de su ambición, la cual había llevado en muchas ocasiones al deterioro del reino mismo.

Cuando nació descendiente del rey Granada, el rey escarlata, se llamo a una gran vidente a hablar del futuro brillante que tendría niño. No obstante sus palabras no fueron bien recibidas.

"En medio del equinoccio del vigésimo noveno año del reinado del rey escarlata, nacería un niño tan blanco como la nieve, hijo bastardo de la diosa lunar y el rey sol. Si el reino quería prosperar, debían devolver a los dioses al hijo no deseado, para que este fuese condenado por sus pecados, en su decimo quinto cumpleaños."

Entonces el rey escarlata en su vigésimo noveno cumpleaños, decreto que toda mujer que estuviese cerca de dar luz en la cuarta luna llena del año, debía ir al castillo. Se le recompensaría de la mejor manera, una vez diese a luz.

Así fue como una doncella, quien había quedado en estado luego del secuestro de su carruaje, partió al castillo cuando supo las noticias de su embarazo. En el mismo le dieron una acogedora habitación y cuidaban de las doncellas un gran grupo de sirvientes y eunucos.

Ruinas de Sangre - AngstruaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora