Capítulo 10: La verdad. Fin

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Me paré de la cama cuando Maggie se quedó dormida en medio de su llanto, técnicamente no estaba dormida, al menos no físicamente, pero su subconsciente si lo estaba, estaba perdida en alguna parte de nuestro cerebro, vagando en medio de su tristeza y su pesar; y era bueno que tuviera esos sentimientos, al menos para mí; esta era la única manera que tenía para salir a la luz, ya que mi compañera se perdía en alguna parte, vamos a decir que prefería ocultarse en algún lado para huir de su realidad; y ahí estaba yo, dispuesta a asumir las consecuencias de todo lo que pasaba a nuestro alrededor, dispuesta a arreglar todas esas cosas que la perturbaban.
Sabía que debía apurarme antes de que despertara, las cosas se habían salido de control, y si quería salvarnos debía actuar de manera rápida, pero primero debía deshacerme del payazo que se encontraba en la primera planta de la casa.

Otra vez una persona que se encontraba en el lugar equivocado a la hora equivocada, pero al menos este no me agradaba, a Maggie parecía gustarle, pero para mí no era más que un payazo charlatán y aburrido con aires de grandeza.

Tuve el impulso de buscar mi capucha y mis guantes, para comenzar con los preparativos que tenía en mente; siempre utilicé esas prendas para proteger la identidad de Maggie, ya que de lo contrario corríamos un grave peligro, pero los malditos policías se la habían llevado. Ahora no tenía nada para ocultarme y eso me ponía mucho más furiosa de lo que ya estaba. En fin, si todo salía bien, y por supuesto que así sería, la capucha y los guantes estaban de más, no era necesario que me cubriera, así que sin esperan más tiempo, comencé a caminar escaleras abajo, en busca de mi objetivo.

Ahí estaba él, tratando de arreglar el desorden que había en la sala, levantando un par de cojines del suelo; gran parte del desastre había desaparecido gracias a su esfuerzo ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué ayudaba a Maggie? Me resultaba poco creíble esa actitud que tenía de buen samaritano, puede que haya logrado engañarla, pero su encanto no tenía ningún efecto en mí, sospechaba que hacia estas cosas para descubrir el paradero de Jordan, pero eso desde luego, no sucedería.

Una sonrisa siniestra apareció en mi cara, la piel comenzó a picarme de una manera satisfactoria, como un leve cosquilleo que emanaba desde mi interior y trasmitía pequeñas descargar eléctricas en todo mi ser; la adrenalina se hizo presente en mi sistema y me encantaba esa sensación de peligrosidad que dejaba a su paso, me gustaba sentirme así, peligrosa, poderosa, maligna.

Disfrutaba cuando la vida de una persona estaba en mis manos, disfrutaba del pánico reflejado en sus ojos, de sus gritos y jadeos, de su cuerpo resistiéndose a morir, de sus luchas sin sentido con la esperanza de zafarse de mi agarre, como si la idea de huir de mí se les fuera a realizar; disfrutaba de su último aliento de vida y del estado inerte de su cuerpo, con ojos abiertos que me observaban como si en realidad me estuvieran viendo.

-Maggie-Exclamó cuando tuvo la oportunidad de verme en uno de los movimientos que hizo mientras se agachaba a levantar los últimos cojines del sofá que se encontraban regados sobre la alfombra del suelo. -Deberías estar descansando.

Me acerqué a él ignorando sus palabras, de la misma manera que lo hacía un depredador hacia su presa, con una postura rígida y con un aura de peligrosidad y misterio que emanaba de mi ser. El señor Miller se quedó muy quito, como si no entendiera lo que sucedía, como si no lograra captar la perversidad de la situación.

-Yo no soy Maggie- Le aseguré. Era el gemelo que nunca nació, ese que se quedó atrapado en sus pensamientos, y actuaba como una voz neutral en medio de su cabeza a la que ella constantemente le gustaba llamar "Conciencia" y pocas veces me dejaba salir, a menos que yo tomara el control de nuestro cuerpo y dejara dormido esa parte de nuestro cerebro que respondía al nombre de Maggie.

Observé con detenimiento el rostro de Miller, me gustaba guardar en mi mente imágenes de mis víctimas y así poder entretenerme cuando Maggie tomaba el control de nuestro cuerpo. Miller era guapo, el típico señor pintoresco que parecía ser galante y educado, sus ojos eran la parte de su rostro que más llamaban la atención, con un brillo en su iris que muy pronto dejaría de existir. Su cara estaba perpleja, en total desconcierto; el no comprendía lo que estaba pasando. Con esto vi una oportunidad perfecta para atacar, y eso fue justo lo que hice.
En movimientos veloces le arrebaté uno de los cojines que llevaba entre sus manos y me abalancé sobre él, colocando el objeto felpudo en su cara para obstruir sus fosas nasales, la lucha por su vida comenzó, luchó de manera desenfrenada, tratando de zafarse de mi agarre, pero todo intento le fue en vano, nadie huida de mí. Pataleó, golpeó, sacudió hasta que, luego de un tiempo, dejó de moverse por completo.

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