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- ¿Me extrañaras cuando me vaya?

- Creo que no quiero que te vayas...

[♡]

Esa noche no volvieron a su hogar, se quedaron mirando el cielo oscurecerse tratando de calmarse, estaban más nerviosas de lo normal, quizás porque esa noche era mucho más distinta al resto. No había nada ni nadie que las interrumpiera esta vez y esos momentos se les hicieron eternos.

Se acercó a Sofía para abrazarla pero su cuerpo dio un rumbo distinto, suspirando contra sus labios. Sus pensamientos le estaban confundiendo, no debía hacer eso, jamás se detendría si solo le rodeaba con sus débiles brazos, necesitaba más, anhelaba mucho más. Se estaba convirtiendo una persona avara, claro que sí. ¿Cómo podía ser merecedora de besar aquellos labios puros y castos? Estaban libres del pecado mortal.

Podría decirle tantas cosas en esos momentos, tantas palabras amorosas, tantas frases de amarla eternamente pero con solo mirarla lo entendió.

No era capaz de aprovecharse de ella, de su inocencia, de querer atarla como suya para siempre. No podía sinceramente.

No podía porque la amaba más que cualquier acto carnal.

El autocontrol que siempre había estado presumiendo hasta esos momentos le estaba fallando en todos los aspectos, flaqueó jugándole en contra, vaciló, acariciando gentilmente su cintura, siempre perdía la razón cuando se trataba de Sofía, era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ella. Incapaz de verse de esa manera con alguien más que no fuera ella.

Se inclinó unos centímetros tentando el terreno, esperando que tal vez se apartara, rozando su nariz contra la suya, cortándole el aire, robándose su aliento, debía estar soñando.

Sí, eso debía ser.

Solo en sueños podría permitirse tocarla de esa manera.

Abrió los ojos tan solo unos momentos, apreciando el universo entero rebosando de amor frente a ella, reconoció que sus sentimientos no eran tan distintos, se estaba engañando así misma cruelmente, pero su Darín la amaba... era capaz de percibirlo en ese momento, ¡Oh, lo estaba interpretando muy bien! Si no se casaba con ella algún día, sería su peor ruptura. A pesar de que entre ellas no había más que una simple amistad.

Intentó retroceder para proteger a su pobre corazón de sufrir un paro cardíaco, no sobreviviría a eso, estaba segura, aunque el agarre de la pelinegra en su cintura la mantuvo firme, incapaz de huir del momento, neutralizando sus acciones, ninguna de las dos resistiría mucho tiempo.

Ambas lo deseaban.

Dejó de sobre pensar sus actos y se inclinó; pensó que el infierno no estaba tan mal si caía con ella. Su boca chocó suavemente contra la de su mejor amiga, primero sin poder creérselo, y segundo porque su corazón ganó la pelea contra su mente. Todo el aire que tenía en sus pulmones fue expulsado sin mucha dificultad, entonces entendió que así debería sentirse el infierno porque alguien consciente no sería capaz de disfrutar tanto como ella lo hacía, dio un paso más dejándose llevar gustosa al compás del delicado movimiento que unía sus labios por unos segundos, como si hubiera descubierto una nueva droga, entendió que era realmente adicta al sabor de los labios de Sofía, no, de su Darín.

Se robó su primer beso con desesperación. Anhelando tanto que por fin ocurría.

Su primer beso.

Ese con el que ambas habían soñado.

Fue un beso tan puro y rápido que llevó sus manos hacía su rostro acariciando cariñosamente sus mejillas para prolongar el momento, sin querer abrir los ojos todavía por miedo a despertar de la maravillosa pesadilla, se volvió a inclinar por tercera vez siendo la contraria quien termino en reducir el espacio que había entre ellas para unir nuevamente sus labios, para besarla con tanto amor y dulzura que se sentía derretir entre sus manos en cualquier momento.

Ella entre sus líneasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora