Capitulo 17

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—Y más que chido, interesante— comentó, expectante.

—¿Lo es? —Objeté, intrigada aún más en el tema.

—Así es, no son todos los años que hacen eventos pavorosos, en donde especifican a quiénes matar—, explicó. Pude ver cómo sus ojos brillaban al hablar del tema. —Lástima que no me seleccionaron.

—Wao, lo siento mucho por tí, Maikel—, mentí.

En ese momento, sólo sentía envidia de él por no haber sido seleccionado.

—Debemos salir, todos ya están saliendo—, me dijo, mientras se incorporaba de su asiento.

Me incorporé y fuimos afuera.

Harry y Adela venían hacia mi dirección. No tenían las mejores caras.

—Eden, ¿sabes todo lo que te hemos buscado? —Emitió Adela, enojada.

—¿Qué haces con él? —Soltó Harry, aún más enojado.

Fruncí el ceño.

—¿Qué les pasa a ustedes? —Les dediqué una mirada dura a ambos—, te escribí en cuanto llegué aquí, Adela, y nada de dar contigo—. Musité—, y él es un amigo, Harry. Te lo presento.

—No es necesario, ya nos...

—Creí que nosotros éramos tus únicos amigos aquí—, soltó Harry, interrumpiendo a Maikel.

—Ya ves que no— le dije, desafiante.

—Bueno, despídete— replicó, con voz autoritaria.

—¿Qué?

—¿No escuchaste, Eden? Que te despidas de tu amiguito—, repitió, expectante y enojado.

—Sabes que fuiste seleccionada para el evento, por eso Harry te está diciendo que te despidas de Maikel, porque ya en unos momentos nos vamos—, mencionó Adela, tratando de aplacar la casi discusión entre Harry y yo.

—Lo sé, Adela, pero esta no es la manera de Harry expresarse delante de Maikel.

—Descuida Eden, siempre ha sido así—, mencionó Maikel.

—No me importa, de ninguna manera voy a permitir esto—solté, enojada —debes disculparte, Harry—, finalicé, enredándome de brazos.

—¿Disculparme yo? Jajaja, pero ¿qué cosas dices, Eden?

—Es mejor que me vaya, Eden, nos vemos en otro momento—, refutó Maikel, dándose la vuelta para marcharse.

—¡Espera! — le seguí.

—Discúlpame, ¿sí? No fue mi intención.

Maikel me dedicó una sonrisa.

—No hay ningún tipo de problemas, él siempre ha sido así, ya estoy acostumbrado—, contestó —no te preocupes, nos vemos en otro momento— finalizó, dándome la espalda y marchándose.

Volví donde estaban Harry y Adela, enredada de brazos.

—¿Qué significa toda esta escena de celos, Harry?

—No quiero verte junto a él, eso es todo.

—¿Ah sí? ¿Y quién eres tú para prohibirme estar junto a alguien? —Le refuté, exasperada.

—Soy tu amigo, Eden. Te lo digo por tu bien.

—Qué estupidez, Dios—. Suspiré, soltando todo el aire que había contenido.

En ese mismo momento se escuchó el ruido del micrófono en la tarima, allí ya estaba el Subjefe preparado para hablar acerca del evento.

—Muy buenas noches a todos, como ya se les fue anunciado con anticipación, he de recordarles que hoy se les otorga el evento pavoroso a diez de los que están aquí presentes. Rápidamente pasarán los que fueron seleccionados aquí delante y tomarán la ficha que lleva su nombre—, señaló las fichas que estaban en el borde de la tarima, y continuó hablando—; allí van los nombres de quienes ustedes se encargarán, y las direcciones de donde se encuentran ubicados estas personas. Quien no cumpla con su trabajo, ya sabe lo que le espera—, explicó—. Pueden pasar a buscar sus fichas.

Los seleccionados empezaron a caminar hacia la tarima a buscar sus fichas, ansiosos.

—Vamos—, comentó Harry.

Le seguí, disgustada.

Una vez allí delante, la ficha de Harry y la mía estaban juntas, una al lado de la otra. Inmediatamente mi nombre resaltó en mi campo de visión, así que la tomé y me di la vuelta, con algo de nervios.

Las fichas eran de un material metálico, en el que solo llevaba visible nuestros nombres. Los nombres de los personajes a los que debíamos matar estaban tapados con un pedazo de papel de ricino. Al momento que Harry y yo llegamos donde se encontraba Adela, rápidamente tiré del papel y automáticamente leí los nombres.

Me quedé fría.

Estupefacta.

Rápidamente se creó en mi pecho y en mi garganta un nudo incontrolable, sentía que, de momento, era una persona que sufría de asma. Me faltaba la respiración.

Carmen Anastasia.

Mi tía, hermana de mi madre. La que siempre había sido diferente a toda la familia, la que me tenía un cariño inmenso e igualmente yo a ella, era quien estaba en esa repugnante lista.

Decía que, aproximadamente a las 1:30 de la mañana, estaría llegando al país, que estaría en el Aeropuerto de las Américas.

No entendía esta locura, ¿qué coincidencias eran estas de tocarme justo a mí matar a mi tía? ¿Por qué a ella? En medio de tantas personas que hay alrededor de esta Cofradía de mierda, envían a matar a una persona que aún no llegaba bien al país.

Más que eufórica y sorprendida, me sentía enojada, porque no entendía qué planeaban con esto.

O quizás si me imaginaba a qué querían llegar, pero la rabia que tenía era bastante inmensa.

El siguiente nombre, era masculino, el cual, gracias a Dios, desconocí.

Robert Xolquey.

Decía que era un hombre empresario muy adinerado, y que lo encontraría al salir de una tienda de zapatos caros.

Suspiré.

—¿Conoces a quien te salió en la lista? —Le pregunté a Harry.

Tardó unos minutos para responderme, y luego añadió—: No.

Su respuesta fue seca, muy seca.

Me quedé procesando todo, esa enorme coincidencia que por más que consiga una explicación lógica no lo iba a comprender de tal forma... Y ¿cómo iba a poder yo, deshacerme de mi propia tía?

—Es el momento—, se escuchó desde el micrófono.

Me pasmé.

—Vamos, Eden.

—Nos vemos al rato, Adela—, me despedí.

—De acuerdo, chula. Mucha suerte—, me propinó una sonrisa amablemente.

Harry y yo salimos de allí rumbo a las direcciones que se nos fueron dadas, ambos en silencio.

Una vez que pasamos el portal, Harry me tomó por la muñeca, deteniéndome.

—Recuerda esto, —se encontraba muy serio y expectante. —Nadie puede leer tu mente, Eden.

Me tensé, no entendía por qué me decía eso justo en ese momento.

—¿Qué quieres decirme con eso? —solté, arrugando el ceño.

—Solo... hagas lo que hagas, recuérdalo.

Me sentía aún más confundida, pero solo me límite a asentir.

—Nos vemos aquí en tres horas, ¿sí?

—Sí, de acuerdo.

—Cuídate mucho, Eden—, musitó con voz débil.

—Lo haré, tú también hazlo.

Asintió y se fue en dirección contraria a la mía. Me di la vuelta, y emprendí mi rumbo.

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