Hanagaki Takemichi

108 15 0
                                    

La primera vez que vio a Hanagaki Takemichi esté estaba lleno de golpes y heridas provocadas por Kiyomasa. La primera vez que lo vio, supo que cargaba algo muy pesado sobre los hombros; por supuesto nunca imaginó que era algo tan fantástico, tan pesado y tan peligroso como su misión, como un viaje al pasado. Hanagaki Takemichi había peleado solo durante mucho tiempo y había hecho lo que había podido, aunque nada había sido suficiente para salvarlos a todos, o para detenerlo; al final la oscuridad se había apoderado de él a cambio de proteger a los que en el pasado tanto había amado. El amor y los momentos felices habían desaparecido, solo quedaba él en medio de la soledad y la riqueza.

—Prepara el auto—. Ordenó Sanzu a uno de sus subordinados. Este obedeció de inmediato pues el chico de cabello rosa le causaba mucho temor.

—Mikey, ¿realmente iras a verlo?—. Preguntó Kokonoi.

—No creo que sea algo que te incumba—. Respondió Sanzu adelantándose a Manjiro.

—Vamos, perro de mierda, deja responder a Mikey por una vez—. Dijo Ran desde el sofá.

—Cuida tus palabras, es fácil deshacerse de uno de ustedes—. Sanzu le apuntó con su arma pero Rindou se interpuso para proteger a su hermano.

—Cuida tus palabras, bastardo o parecerá que quieres pasar sobre la autoridad de Mikey—. Habló el menor de los Haitani.

El chico de las cicatrices bufó y bajó el arma, esos hijos de puta siempre lo hacían cabrear.

Aprovechando la discusión, Manjiro se escabulló a su habitación, necesitaba estar a solas un momento, pero a veces, por más que lo deseara, no podía hacerlo, sus fantasmas, uno de los miembros de Bonten, una pesadilla, siempre había algo que le impedía estar completamente solo.

—Es verdad que nadie quiere estar aquí, Mikey—. Dijo Kakucho caminando tras él. 

—Puedes irte si quieres, mi oferta sigue en pie.

—Aunque lo deseo no tengo otro lugar, soy buscado por la policía, si me marchó solo hay dos lugares donde podría terminar: la cárcel o la tumba.

—Como quieras—. Respondió Manjiro.

No era que el líder de Bonten tuviera aun un poquito de bondad en él, simplemente respetaba a Kakucho, era alguien de confianza y no lo idolatraba como Sanzu lo hacia, se mantenía cerca pero no lo suficiente como para molestarlo; había sido leal a Izana y mantenía vivo el recuerdo de este; por eso, meses después de haberlo reclutado, le había ofrecido la libertad, pero Kakucho se había negado, alegando que quería ayudarlo a construir el reino que Izana había querido crear, desde entonces se había vuelto el tercero al mando.

Manjiro entró a su habitación y se dirigió a su buró de donde sacó un arma de uno de los cajones, estaba cargada.

—¿Mataras a Hanagaki?—. Preguntó Kakucho.

—Terminaré con todo esto.

Las palabras dichas por Manjiro le causaron una extraña incomodidad a Kakucho, era como si, de alguna extraña manera, Manjiro se estuviera despidiendo.

—A pesar de todo y quizas por los años, he llegado a apreciarte, Mikey.

Esas palabras llegaron a sorprender levemente a Manjiro; en Bonten, y descartando a Sanzu, nadie lo apreciaba; en realidad, todos se odiaban. Quizas en el pasado, antes que todo se fuera a la mierda, Manjiro también lo había apreciado.

Kakucho no dijo más, simplemente se dio la vuelta y se marchó.

—Supongo que pronto estarás con nosotros—. Afirmó Izana sentado en el borde de la cama; tenia puesto el uniforme de Tenjiku y miraba fijamente a Manjiro.

—Si... Me pregunto, ¿por qué siempre apareces cuando Kakucho se ha ido?

—¿Y no te haz preguntado que quizas es porque soy parte de tu imaginación?

—¿Mi imaginación?—. Preguntó Manjiro.

—Piénsalo ¿crees que somos reales? Solo tu puedes vernos, Mikey. ¿Te crees tan especial como para que un montón de espíritus te visiten? No, Manjiro, nosotros no existimos, hemos dejado de existir desde hace mucho tiempo y nuestros fantasmas no están contigo. Somos alucinaciones que haz creado para no sentirte solo, para reconfortarte—. Izana sonrió—, por eso siempre decimos lo que quieres escuchar.

Manjiro se quedó en silencio por unos momentos, analizando lo dicho por Izana, concluyendo que tenia razón.

—Baka, no debiste decirle eso—. Emma le pegó en la cabeza a Izana. Estaba sentada a su lado—. Mikey, realmente no sé si eso sea cierto, pero la única verdad es que tanto Shin como Baji, estamos contigo, quizás en espíritu o en tus recuerdos.

Manjiro miró la pistola en sus manos.

—Quédense conmigo, reales o no, quédense conmigo esta noche.

—Asi lo haremos, Mikey—. Dijo Baji desde la puerta.

—No te abandonaremos—. Habló Shinichiro al lado de Manjiro.

—Supongo que estoy condenado a lo mismo—. Dijo Izana, Emma lo abrazó.

Manjiro guardó su arma y salió de su habitación con sus fantasmas caminado tras él; tal como lo habían dicho, no lo abandonaron, incluso viajaron con él en la parte de atrás del auto. Sentado en el asiento trasero, con la mirada vacía, sintiendo la mirada fija de Sanzu mirándolo por el retrovisor sentado al lado del chofer.

Sanzu no dejó de ver a su rey hasta que llegaron al viejo local de boliche. El chofer estacionó el auto y Sanzu y Manjiro bajaron. En el callejón junto a la entrada los esperaba Hanma.

—Hanagaki está arriba—. Dijo.

Sanzu sonrió.

—Mikey.

—Se silencioso—. Ordenó.

—Como el rey ordene—. Sanzu levantó su arma y le apuntó a Hanma quien le daba una calda a su cigarrillo.

—Siempre creí que serias tu quien me mataría, Mikey—. Sonrió—. Sin embargo, no me molesta, la vida se me ha hecho demasiado aburrida.

Sanzu disparó. El cuerpo de Hanma cayó al piso comenzando a desangrarse.

—Espero que Kisaki te espere en el infierno.

Mientras la vida abandonaba a Hanma, Sanzu y Manjiro entraron al lugar para encontrarse con Hanagaki Takemichi; atrás quedó el cuerpo de Hanma quien, aún en sus últimos momentos, pareció sonreír.

KingdomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora