Capítulo 8. Los límites de Aurora.

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     Al terminar las clases decidí caminar para tener un poco de tiempo a solas y despejar mi mente de los pendientes y problemas; después de una mañana tan agitada ocupaba un momento de paz para mí

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Al terminar las clases decidí caminar para tener un poco de tiempo a solas y despejar mi mente de los pendientes y problemas; después de una mañana tan agitada ocupaba un momento de paz para mí.

Durante mi trayecto algo encendió mi alerta roja mental, había una camioneta negra justo enfrente de mí. Observé detenidamente en cuanto bajaron los vidrios polarizados, pero no se miraba nada con claridad. Acto seguido, una larguirucha y huesuda mano me indicaba que fuera hacia ellos, esa fue mi señal para salir huyendo, ni por todo el oro del mundo me acercaría a ellos.

     Corrí con todo lo que me daban mis piernas para tomar otro rumbo más seguro, y sobre todo que estuviera repleto de gente con la que me podría mezclar. Respiré profundo para tratar de calmarme y dejar de temblar, no podía darme el lujo de perder la lógica. Tomé un taxi con dirección a mi casa. Al llegar y cerrar la puerta con llave dejé escapar un suspiro de alivio, de alguna forma sentía que en mi casa estaba segura.

     Avancé al comedor, encontrándome con Rachel sentada en una de las sillas y de la cocina salió Adam con un plato lleno de comida.

     —Aurora —dijo mi hermano sorprendido—. ¿Por qué no me llamaste? Pude haber ido por ti.

     Despejé toda preocupación de mi mente y miré a mis hermanos.

     —Quería... caminar —respondí.

     — ¿Con este frío? Que locuras dices —se quejó Rachel por mis raras decisiones.

     Sonreí sin darle pelea.

     — ¿Qué hay de comer? —cambié de tema.

     —Salmón ahumado y ensalada —contestó Adam.

     Sonaba delicioso y no perdí tiempo, fui a servirme comida para unirme con mis hermanos en la mesa.

     —Hoy voy a salir con Bruce —anunció Rachel lo suficientemente alto para que yo la escuchara desde la cocina.

     — ¿Bruce? —interrogó Adam en tiempo récord—, ¿Bruce Davis?

     —Sí —respondió Rachel.

     — ¿Por qué?

     — ¿Cómo que por qué? —saltó Rachel irritada—. Es evidente que quiere salir conmigo porque le gusto.

     — ¿Qué no tiene treinta?

     — ¡¿Se te zafó un tornillo?! Tiene mi edad.

     Adam se carcajeó.

     —Se ve bastante grande.

     —El que tenga esa barba lo hace más sexi, no viejo.

     —Deja que salga con ese tal Bruce —defendí a mi hermana al tomar asiento.

2º COLISIÓN: para siempre te protegeré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora