Parte II - Capítulo III

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Aiden

Si había algo que me mantenía cuerdo por ahora, era el hecho de que sabía que Travis estaba protegiendo a Alex, porque no había mucho que pudiera hacer durante las 24 horas del día, sobre todo porque la mayor parte del día Alex y yo estábamos en lugares muy diferentes e incluso en distintas ciudades.

Luego de que me mostrara los mensajes que le habían llegado, mi nivel de pánico había subido a niveles estratosféricos. Quien sea que estuviera enviando esos mensajes, estaba acechándola. No había palabra bonita para describirlo, y todo el mundo era sospechoso en mi cabeza. Por como había hablado, era casi seguro de que era alguien del norte, pero tampoco descartaba la posibilidad de que alguien del sur estuviera intentando encubrir sus rastros. Después de todo, no pensaba que estuviera en sus planes revelar su identidad. Es más: estaba seguro de que si Alex y yo no tuviéramos una relación, jamás nos habríamos enterado de su existencia.

—Entonces, Romeo, ¿cuál es el plan? —me preguntó Ash mientras sacaba los libros de su casillero.

—Por favor no me llames así —suspiró.

—Está bien, lo siento. Estoy intentando conservar el humor mientras todo el mundo sigue mirándome raro.

—Lo sé, lo siento por eso. ¿Se ha enterado tu papá?

—Aún no ha demostrado su usual homofobia, así que probablemente ha estado demasiado ebrio como para enterarse de los rumores. Supongo que por primera vez es bueno que no tenga consciencia de sí mismo.

—¿Qué hay de las animadoras?

—Me hacen la ley del hielo, claramente. Al parecer, soy la traidora más grande que ha pisado sus filas. ¡Y no cualquier traidora! ¡Una traidora gay! —comentó sin humor—. Beatrice es la única que parece estar hablándome como si me soportara, pero empiezo a pensar que lo hace solo para meterse en tus pantalones.

—Tranquila, ya se les pasará —le aseguré, ignorando el comentario sobre Beatrice—. ¿Y Katherine?

—¿Qué con ella? —ladró.

—Tranquilízate, solo te estoy haciendo una pregunta inocente.

—No hay nada con Katherine. A diferencia de ti y Alexandra, solo tuvimos algo sucio de una semana o dos, no un romance épico prohibido.

—Está bien...

—¿Por qué usas ese tono irónico?

—Cálmate, Ash. Te pones a la defensivo tan fácil, por dios.

—Mira, esto no se trata de mí. Estamos hablando de qué vas a hacer con Alexandra, su hermano traficante y su acosador anónimo.

—Si lo pones así, suena más jodido de lo que es.

—Aiden, nada puede hacer esa situación parecer más jodida porque es lo más jodido de la puta vida. Felicidades, te has pillado el permio gordo con esa chica.

—No empieces, Ash —rodé los ojos—. De todas formas, Travis me pidió que no le dijera nada a Alexandra. Mientras tanto, hablamos por mensaje.

—¿Cómo pasó esto, de todas formas? ¿Cómo el hijo del alcalde se convirtió en Devil King? Hice un poco de investigación, y hace algunos años, Travis King era el quarterback de los Pumas cuando los Raiders aún no llegaban a Sylver Valley High. Los llevó a los playoffs y consiguió becas universitarias por su desempeño deportivo. Era como un Aiden Reed, pero rico.

—No lo sé. No quiero presionar a Alex con esto por ahora, así que no he hecho preguntas.

—Esa chica te ha hecho débil, Reed. No se si reírme o golpearte. Mírenme, soy Aiden Reed y no puedo decir ni pío por miedo a lastimar a mi hermosa princesa de porcelana —hizo una horrible imitación de mi voz.

The wrong side of town -  Parte I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora