Capítulo I

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Estabas a poco tiempo de empezar la universidad, pero no podías decir que estabas emocionada, eso de empezar nuevos ciclos te resultaba un poco difícil. Durante toda la secundaria pasaste prácticamente desapercibida, apenas y tus maestros te reconocían por ser una alumna aplicada, pero no tenías una sola anécdota interesante que contar sobre tus años de adolescencia; no había a quienes llamar verdaderos amigos, no había escapadas para ir a fiestas, no había competencias ganadas, ni experimentaciones prohibidas de ningún tipo, no había pretendientes - ni siquiera a quién llamar un amor platónico. Nunca sentiste encajar en el ambiente que te rodeaba, preferías estar en casa, leyendo libros o conociendo el mundo exterior solo a través de la internet.

Físicamente siempre fuiste pequeña de estatura y bastante delgada. No te considerabas fea, pero tampoco lo suficientemente linda para llamar la atención de nadie. La pregunta que rondaba tu cabeza era si llegarías a conocer a alguien que pudiera apreciar más que solo la apariencia y amarte por quién eras, con tus rarezas y todo.

Tus expectativas para la universidad no eran en nada diferentes a las de secundaria. Todo estaría bien con tal de que pudieras estudiar tranquila - sin admiradores y sin detractores – invisible, a como lo habías sido hasta hoy.

Solo había dos problemas reales con los que lidiar por ahora. Uno era tu carrera, puesto que no sabías qué estudiar. De no ser por tus padres, ni siquiera hubieras entrado a la Universidad ese año, pero ellos te alentaron a llevar clases generales hasta que tomaras una decisión.

El segundo asunto era que estabas enferma. Todo comenzó durante las vacaciones, te daban fiebres muy altas, te dolía todo el cuerpo, tus uñas estaban quebradizas y tu cabello se caía más de lo normal. La primera semana fue terrible, creíste que ibas a morir; tus padres te llevaron al hospital y después de varios estudios los médicos no lograron encontrar nada mal contigo, así que solo trataban tus síntomas con analgésicos, antipiréticos y algunos sueros multivitamínicos. A medida que pasaban los días, los síntomas se fueron tornando cada vez más tolerables, así que te regresaron a casa con indicaciones de que volvieras al hospital si empeorabas o si surgía algún nuevo síntoma.

Por fin llegó el último fin de semana antes de iniciar el semestre. Tu mamá te había rogado toda la semana hasta convencerte de ir de compras, quería renovar tu guardarropa para tu nueva etapa como estudiante universitaria.

Prácticamente toda tu ropa era igual, siempre usabas prendas bastante holgadas que disimularan tu delgadez, aunque no estabas segura de que cumpliera su cometido. Tu mamá siempre te criticaba y te pedía que compraras algo que favoreciera tu cuerpo, pero nunca le hacías caso, hasta ahora. Después de ver todo lo que sufrió cuando estuviste en el hospital, solo querías complacerla.

Te sorprendiste mucho al probarte la ropa, de hecho, te quedaba muy bien. En ese momento te diste cuenta de que tu cuerpo había cambiado un poco en esas últimas semanas, habías crecido en talla y también en estatura.

Tu mamá te llevó al hospital esa misma tarde, solo por si las dudas. Tu médico confirmó que habías crecido 3 cm, habías subido 5 libras y tus medidas habían cambiado. El doctor dijo que tus huesos habían crecido en densidad ósea.

Mamá: ¿Qué está pasando con mi hija?

Dr. Belov: Su hija está creciendo. Sé que suena raro que su hija de 18 años está creciendo como si apenas empezara la pubertad, pero después de todos los estudios que hemos realizado, no hemos encontrado una razón anormal para dicho crecimiento.

Mamá: Anteriormente usted nos dijo que algunas hormonas estaban algo alteradas.

Dr. Belov: Así es, incluyendo las hormonas de crecimiento. Hicimos estudios de sangre y de imágenes y no encontramos ningún tumor o alteración en su hipófisis, ni en su tiroides, ni en ningún otro órgano de su cuerpo.

Hijos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora