12. No bailes sobre la leche derramada

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 capitulo 12


Cansancio, dolor, náuseas y el sentimiento de que mi cabeza puede explotar en cualquier momento, son los buenos días para mi.

Empiezo a cobrar conciencia lento pero seguro, abro un ojo con dificultad, y un pequeño rayo de sol que se cuela de la ventana me da justo en la cara haciendo que mi cerebro quiera salirse por mi boca, aturdida y desconectada de la realidad deslizo mi mano sobre la mesita de noche a lado de la cama, tomo entre mis dedos el primer teléfono que puedo tocar pongo mi dedo sobre el sensor pero este vibra en negación, le echo un vistazo y lo queme hace saltar no es el hecho que de fondo este una foto de Eros y yo de pequeños, si no el hecho de ver la hora, son las ocho con treinta y se supone que debo estar estar en la universidad a las ocho en punto para discutir sobre la clase de la señorita Griffin

—Mierda, mierda, mierda —grito mientras me levanto y siento como mi cabeza se va a la mierda. Busco mis zapatos pero el dolor de cabeza no me deja ver las cosas con claridad, y no recuerdo absolutamente nada, levanto la mirada y lo primero que veo es a Eros sin camisa acostado justo al lado de donde estaba —¿Qué coño? Mierda —grito demasiado fuerte, lo suficiente para despertar a Eros, lo cual es aterrador.

Lo observo moverse un poco lo suficiente para poder mirarme sobre su hombro, apenas como veo su rostro me paralizo, su cabello desordenado sus ojos queriendo matarme, su boca un poco abierta dejando ver un poco sus perfectos dientes, sus ojeras y la forma en que me mira es como si me quisiera pero a dos metros bajo tierra, es aterrador... digo no es como que Eros parezca el chico más amigable pero ahora lo parece mucho menos, el ceño fruncido sus cejas juntas en diagonal es aterradoramente sexi.

—Tengo que irme —digo pasando saliva.

Me dirijo a toda velocidad hacia la puerta dejando a Eros con su cara de muerto atrás, o eso pensaba hasta que sus manos me atrapan y me tumban sobre la cama, caigo sobre el edredón destendido, soltando un jadeo decido cubrir mi cara con mis palmas.

—¡Lo siento, lo siento! —suplico con las palmas sobre mi cara.

Con una sola mano Eros deja mi cara al descubierto, toma mis muñecas entre su manos jalándolas hacia arriba atrapándolas contra las sábanas, —¿Por qué haces tanto ruido? —pregunta sin cambiar su semblante. Sus rodillas al lado de mis costillas, su cuerpo sobre el mío. Lo estoy viendo desde abajo y es perfecto ¿no se supone que desde ese ángulo uno se ve mal? su respiración tranquila y la mía demasiado acelerada, mi corazón retumba por lo alto.

—¡Eros déjame ir! —me muevo. Pero es inútil me tiene atrapada —¡Que voy tarde! —intento gritar pero estoy demasiado nerviosa y la cabeza no me permite hacer más cosas.

Su rostro, lo miro detenidamente desde abajo. Su mandíbula, la línea recta de su nariz, sus labios secos pero aún así lucen lindos. Observo cómo su cuerpo se mueve lento y despacio debido a su respiración "hombros arriba, hombros abajo" comienzo a imitar su respiración y poco a poco estoy menos nerviosa por su presencia.

—¿Eh? ¡¿dónde estás tocando? ¡Detente! —pataleo al sentir su mano izquierda deslizarse suave y despacio sobre mi abdomen. Al más mínimo contacto de las yemas de sus dedos contra mi piel aprieto el abdomen dejando salir pequeños jadeos con cada roce, me desmorona y de desarma

Titubeo y jadeo —Eros —lamo mis labios. Mientras veo como sin soltarme ni despegar sus dedos de mi piel se acerca hacia mi boca, cada segundo que pasa mi corazón se aloca y mi cabeza quiere estallar. Ignorando las señales de mi cuerpo que me gritan locamente que corra, decido dejar de luchar. Flexiono un poco las piernas deslizando los pies sobre el edredón gris claro.

A UN BESO me rindo ante tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora