¿Epílogo?

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¿Por dónde comenzar? Tenía palabras, tenía sentimientos, pero me sobraban los momentos para elegir sólo uno.

Desde el momento en que ella entró en mi vida, sin pedir permiso, siempre a su manera, supe que lo cambiaría todo para mí. Puede que Jenna no sea el tipo de chica que a todo el mundo le agrade o la persona más simpática del planeta... pero para mí, Jenna era perfecta. Lo era y siempre fue todo en mi vida. Desde que llegó, supe que en silencio prometió quedarse; algo muy dentro de mí, me dijo que no sería fácil dejarla ir, porque ella pertenecía ahí y mi alma completa le pertenecía sólo a ella.

Conocí a una chica rota por una vida que fue demasiado deprisa, a una muchacha corrompida por la muerte de su padre, completamente destruida luego de elegir seguir viviendo. Nada de eso me importaba, porque siempre pude ver la luz en la gran grieta que atravesaba su alma, pude ver como gritaba esa chica que quería dejar de sufrir, como pedía un poco de normalidad. Y ella nunca necesitó normalidad, Jenna necesitaba que algo la tranquilizara.

— Que tu locura me diera la paz que necesitaba.

¿Y qué hay de mí? Yo no necesitaba nada más que ella acompañándome a cumplir mi más loco sueño. Todo se cumplió de la mano de la mujer que me hacía feliz desde el momento en que despertaba junto a mí en la mañana, hasta ese momento en que soñaba a su lado, seguir viviendo todo aquello que creamos. Era feliz, total y completamente feliz, porque la tristeza sólo estaría en mi vida si le permitía entrar, porque los malos momentos siempre los dejábamos para el final, hasta olvidarlos. Ambos comprendimos que nuestras vidas sólo debían girar a nuestro alrededor, que nuestra felicidad estaba frente a nuestros ojos... y la mía, mi felicidad tenía unos preciosos ojos grises que se hacían diminutos cada vez que sonreía, una sonrisa que podía opacar cualquier atardecer, tenía algo que sólo ella podía portar y verse perfecta.

El tiempo para nosotros parecía no pasar nunca, estábamos juntos en cada rincón del mundo, en cada lugar que recorrimos cumpliendo nuestros sueños. Yo cantaba frente a miles de personas y Jenna fotografiando todos los paisajes que se presentaban en sus sueños, conociendo las diferentes culturas y gastronomías, tal cual mencioné años atrás, en esa clase de español cuando al fin le confesé lo que sentía.

Jenna estaba fascinada de poder cargar sus cámaras, de fotografiar tantos amaneceres como lugares que recorrimos. Ella soñaba despierta, vivía en la más loca fantasía y cada vez que la veía ahí, con su entrecejo fruncido, completamente concentrada en su trabajo, me enamoraba aun más de la chica que con sólo un beso terminó de repararme. A veces me preguntaba ¿Qué hice para merecerla? Seguía preguntándome ¿Por qué ella? No podía responder a ninguna, ni siquiera a ¿Realmente esto no es un sueño y luego tendré que despertar? Pero no, no hacían falta palabras, sólo me bastaba con que me sonriera cada mañana, que luego de una absurda discusión nos dijéramos porque nos amábamos tanto y que su mano me guiara hasta el más hermoso amanecer.

¿Qué más podía pedirle a la vida? Tenía a la chica de mis sueños; estaba cumpliendo mi más loca fantasía recorriendo el mundo con mi banda, sí, MI BANDA, y no sólo eso, sino que estaba con mis hermanos. Nunca terminaría de entender porque jamás me hablaron sobre su pasión por la música, porque nunca supe que Ed amaba la batería y Sam era un genial guitarrista. Para ellos era casi tan loco como para mí, tener que salir cada noche a un escenario diferente, tener que tomar largos vuelos hasta increíbles destinos. Y dije casi porque para mí era como haber alcanzado el paraíso.

Luego de tres años trabajando con el mismo sello discográfico, decidimos tomarnos un merecido descanso para asistir a la boda de Grace con el doctor Kenneth, el antiguo psicólogo de Jenna. Nunca supimos porque se tardaron tanto en llevar a cabo la boda, según la chismosa de Leah, todo se trataba de Theo y de lo rebelde que se volvió cuando cumplió los 2 años. Yo no le creí. Jenna mucho menos. Aun así, ahí estábamos nosotros, sentados en la primera fila de aquella ceremonia que realizaron en un enorme parque a las afueras de San Diego.

Jenna & LeeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora