Te amo

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Bakugou no sabía que pensar, es decir, mierda, mentiría si dijera que no había esperado que se tratará de ella.

Era en realidad lo más obvio, todo encajaba. Y en algún punto le había hecho mucha ilusión que ella le confesara que era Anónima, entonces empezarían a salir o alguna mierda romántica que diera asco. Y listo.

Pero mientras los días pasaban ella no le decía nada, no le llegaban cartas y eso lo ponía nervioso. No saber que pasaba. No entender.

¿Entonces no era ella? ¿Si era pero no se lo quería decir? ¿Por qué no se lo querría decir?

Y de repente, si era ella. Allí, delante de él, exponiendo su secreto e identidad. Era ella y lo ponía contento.

Y lo confundía. ¿Por qué no se lo había dicho? Si de cierta forma ya estaban juntos, ella podía tener la certeza de que él la quería.

Se lo había ocultado.

Odiaba que le ocultaran cosas..

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Bakugou la observaba, no sabría decir si sorprendido o no. Su rostro era un manojo de expresiones que lo eran todo y nada a la vez, casi indescriptible.

El momento lo era en sí, tan pesado y tenso, que quizás ya no parecía tan poco improbable que la noche comenzara a hablar para romper ese silencio parsimonioso.

Sus piernas titubearon a la espera de una orden proveniente del cerebro. Como si sus neuronas supieran que hacer, no venían programadas con un sistema de reacción para aquel momento.

Alejarse o acercarse, era la cuestión. Tal vez Bakugou notó la duda en sus ojos, que pestañeaban más lento que nunca, porque pareció más dispuesto a hablar con ella, o mandarla a mierda.

— ¿Por qué...? — su voz era trémula, salía del estado de confusión, se aclaró la garganta y continuó. — ¿Por qué no me lo dijiste?

La miraba a los ojos, con una expresión feroz, con firmeza. No había vuelta atrás.

— Bakugou...

Se acercó, con la mano extendida, ansiando tocarlo. Él no se movió.

Antes de poder tocarlo, su mano se vio apresada por un extraño material, como una tela. Era el arma de Aizawa.

— ¿Podrían explicarme porque están afuera en estas horas de la noche cuando deberían estar en la residencia? — el profesor soltó un suspiro.

Enseguida le libero la mano, pero ninguno observaba al adulto, seguían enzarzados en una mirada entrelazada. Entonces Bakugou dejó de sostenerle la mirada y pasó a su lado, directo a la residencia.

Cerró fuerte los ojos, todavía más preocupada. Aizawa la miró.

— ¿Esta todo bien?

No supo que contestar.

El profesor no dijo nada en el camino, no los regañó, solo los miró con curiosidad. Intentando descifrar que estaba sucediendo.

Cuando llegaron, Bakugou no miró a nadie, se fue directo a su habitación. Sus compañeros estaban a la expectativa, pero ella no respondió nada.

Solo dejo que Mina la acompañará a la habitación.

¿Qué pasaría ahora? ¿Todo se había arruinado?

Mina no le preguntó nada, solo la abrazó y le acarició el cabello hasta tarde a la noche, cuando la convenció de que lo mejor era que durmiera ya.

En el sosiego de su cuarto a la madrugada, se despertó cuando alguien cerró la puerta. Entreabrió los ojos empañados por el sueño y la oscuridad, una figura se movía acercándose a su cama.

Estaba a punto de gritar, o de usar su quirk para huir, pero le cubrieron la boca y se dio cuenta de que, gracias a Dios, era Bakugou.

Cuando sus ojos se encontraron, él se alejó un poco.

— Bakugou ¿qué haces aquí?

— Vine para que hablemos.

Suspiró, aún no tenía del todo los pies en la tierra.

— De acuerdo, solo deja que me vista.

— ... ¿No estás vestida?

— No.

Bakugou se dio la vuelta y ella estiró la mano hasta el escritorio, donde tenía una remera enorme y se la puso sobre la ropa interior.

Se sentaron en la cama, el cuarto estaba a oscuras, no tenía el valor para prender la luz y observarlo a la cara. Ambos estaban sentados como indios, ella con las piernas cubiertas por la frazada, sobre la almohada, con Bakugou enfrente a unos centímetros.

— ¿Por qué no me lo dijiste?

— ¿Estás enojado?

Él soltó un suspiro de frustración.

— No lo sé, solo contéstame. Porque no lo entiendo, sabias que yo te quiero. Nunca te lo dije, pero te lo he demostrado.

— Tenía miedo, de, no sé. De qué algo saliera mal, de que te enojaras conmigo. De que quizá no fuera lo mejor. Y supongo que al final ese fue mi error. Lo siento Bakugou, hice las cosas mal desde el principio. No quería decírtelo porque me gustaba como estaban las cosas, y tenía miedo de que algo cambiará. Porque te amo, te amo muchísimo.

Como declararse a Bakugou sin morir en el intento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora