PROLOGO

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Cassie se dejó llevar, no tenía motivo para luchar contra el sueño y lo que la oscuridad traía consigo. Desde que era una niña, su mente se veía arrastrada una y otra vez a lugares que nunca había visitado, veía cosas que nadie más veía, sentía el futuro y los pequeños acontecimientos que este traía consigo. Situaciones, que antes o después, acaban haciéndose realidad. Se dejó ir, sabiendo que era mejor rendirse a su guía y dejar que el destino, que le había tocado vivir, siguiera su curso. En esta ocasión la visión no trajo consigo la imagen de ninguna persona conocida o la de cualquier desconocido con el que, antes de terminar el día, lo más probable era que terminase encontrando. No hubo accidentes, ni avisos de muerte, ningún signo del destino de las personas por las que era incapaz de hacer nada. El tiempo y la experiencia la enseñaron a guardarse para sí todas esas cosas, lo que muchos considerarían un don, para ella no era más que una maldición y el culpable de su propio aislamiento. Nadie la tomaba en serio y si lo hacían, era solo para burlarse o alejarse de ella por miedo a que le comunicase alguna catástrofe con relación a su persona. Muchos soñaban con poder ver el futuro, pero a la hora de la verdad, eran muchos más los que temían enfrentarse a él. La muerte de su hermano Cristopher, en un accidente de moto cuando tenía dieciséis años, lo cambió todo. Ella había intentado advertirle, disuadirle para que no cogiese esa noche el vehículo de dos ruedas, llegó incluso a esconderle las llaves y le rogó a sus padres que no le dejasen salir. Ellos no solo no la escucharon, sino que la castigaron por inventarse historias y la confinaron en su dormitorio privándola incluso del delicioso postre que su madre había preparado. Cuatro horas después de que su hermano saliese por la puerta, la policía había llamado a la puerta de su hogar para informarles del desafortunado accidente en el que su primogénito de la familia había fallecido debido a la colisión con un conductor borracho. Esa madrugada, cuando su padre abrió la puerta de su dormitorio y la miró, sin verla realmente, terminó su infancia. A partir de ese momento no dejó de ver el temor y el recelo en el rostro de su padre,

su madre dejó de hablarle y sobrepasada por la pérdida de su hijo predilecto, terminó enganchada a las pastillas; las mismas que la llevaron al suicidio un par de años después. A punto de cumplir los dieciocho, Cassie se encontró sin madre y con un padre que la acusaba del accidente de su hermano y la increpaba sobre todas las mentiras que a menudo decía inventarse. Tras el suicidio de su progenitora, vinieron las evaluaciones y pruebas psicológicas, visitas a médicos y especialistas que lo único que consiguieron fue que aprendiese a retraerse en sí misma y a mostrar una máscara frente al mundo. A partir de entonces, se obligó a sufrir su maldición en la más estricta soledad. Sí. Su vida podría haber sido bastante buena de no ser por las visiones. Ellas le habían quitado el encanto de la sorpresa a la vida. Si bien no era común que viese su propio futuro, sí podía ver el de aquellas personas allegadas a ella y lo que su cercanía y relación podía desencadenar. Así, había descubierto la traición de un par de novios antes de que se cometieran, descubierto la hipocresía de sus contadas amigas y se había convencido de que no podía hacer otra cosa que asistir como muda espectadora a los sucesos sin poder ponerles remedio. Daba igual que supiese que ocurriría de ante mano, no podía evitar que sucediese. Nunca podía. Sí. Ver el futuro y que nadie creyese en sus palabras, era la peor de las maldiciones. Respiró profundamente y se dejó llevar, arrastrada a través de las capas de la inconsciencia, hasta el punto en el que siempre se originaban las visiones. Esperaba encontrarse con alguna nueva advertencia, un nuevo accidente contra el que no podría hacer nada o la presencia de alguna persona que se cruzaría en su camino y quizá entraría a formar parte de su vida como ya le ocurrió antes. Sin embargo, no ocurrió nada. Por primera vez, desde que tenía uso de razón, las cosas se desencadenaron de manera incorrecta y no como solían hacerlo. Se encontró en el centro de lo que parecían unas ruinas, los vestigios de algún edificio o templo cuyas columnas se alzaban en derruidas alturas ante ella. Frunció el ceño y examinó los alrededores, el terreno y la vegetación le resultaban familiares, como también lo era el perfume que traía consigo la brisa, pero a pesar de ello, no recordaba

EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora