CAPITULO 1: PARTE 2

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decisión de hacerlo y obtener los billetes en cuestión de minutos. —¿Y qué vas a hacer con el trabajo? Tienes que entregar un par de encargos en una semana, ¿no? — le     recordó     oportunamente—. ¿Cuánto      tiempo      piensas      pasar fuera? Cassie trabajaba desde casa, era diseñadora gráfica, con lo que el tomarse unos días libres no sería un problema. —No estaré fuera más de tres o cuatro días —aceptó. Había hecho ya sus cálculos y pensó que el tiempo le llegaría—. Ya tengo los billetes y el itinerario. Salgo a primera hora de la tarde, ya tengo contratado el alquiler del coche y el alojamiento para la primera noche en Atenas. A primera hora de la mañana saldré hacia Delfos, solo son dos horas y  media y  las carreteras parecen estar bien. Su amiga bebió un pequeño sorbo y dejó la taza de nuevo sobre el salvamanteles, sus ojos se clavaron una vez más sobre ella. —Sin duda este es uno de tus planes más descabellados — aseguró, entonces dejó escapar un largo suspiro y alzó las manos—. Pero si crees que debes ir, tienes que ir. Y esa era la Diana que le daba escalofríos. Sacudió la cabeza y señaló lo obvio. —Se supone que deberías disuadirme —le recordó—. Ya sabes, de las dos, tú eres la más cuerda. Enarcó una delgada ceja rubia e hizo una mueca. —¿Serviría de algo que lo hiciera? Abrió la boca y volvió a cerrarla de inmediato. —Supongo que no. Ella asintió. —Entonces, ¿para qué voy a perder el tiempo intentándolo? —le dijo, al tiempo que recogía un trozo de magdalena del plato y se lo llevaba a la boca—. ¿Tienes el pasaporte en regla? Aunque para la Unión Europea, con el documento nacional de identidad ya sirve. Asintió. A principios de año le había tocado renovar ambas cosas. —Tengo todo lo que necesito. Diana alzó la taza a modo de brindis y le guiñó el ojo. —En ese caso solo me queda decirte, kaló taxídi! No      pudo      menos      que      mirarla asombrada. —¿Y      eso      qué      significa exactamente? —Buen viaje —le guiñó el ojo y se levantó para dejar la taza en el fregadero—. Vamos, prepárate entonces. Te llevaré yo misma al

aeropuerto. Suspiró. —¿Por qué tengo la sensación de que ardes en deseos de deshacerte de mí? Ella fingió inocencia y se señaló a sí misma con un dedo. —¿Quién yo? —respondió con voz melosa—. Que va, que va… te imaginas cosas… ¿quieres que te prepare la maleta? Se echó a reír, no pudo evitarlo, Diana era buena en eso, en restarle importancia a las cosas y convertir sus locuras en algo “cuerdo”. —Eso está mejor —asintió satisfecha—. Tenías una cara demasiado seria. Piensas en todo y a veces, solo hay que dejarse llevar. Sacudió la cabeza con buen humor. —¿Lo dice la que llegó borracha como una cuba y confundió el cuarto del casero con el mío? —le recordó una de sus “muymemorables-noches”. Ella sacudió la mano e hizo un aspaviento. —No me lo recuerdes —hizo una mueca, pero no pudo evitar una risita—. Vaya metedura de pata. Negó lentamente con la cabeza y señaló con el pulgar por encima del hombro. —Voy a darme una ducha rápida —le informó—. Ya tengo lista la maleta y todo lo que necesito. Ella la miró de lado. —¿Has tocado siquiera la cama esta noche? Sonrió de medio lado. —Sí, justo antes de que toda esta locura se filtrase en mis sueños. Diana alzó ambas manos a modo de rendición. No quería saber nada más. —No me digas nada más declaró, corroborando sus pensamientos —. Ve a ducharte, meteré la maleta en el coche… y rezaré por que encuentres lo que vas a buscar. Cassie no respondió, pues a decir verdad, ni siquiera estaba segura si el hombre que motivó toda aquella locura en su visión, era real o un producto más de su calenturienta imaginación. 

EN OTRA VIDA DE AMARIAS MISHA SCAILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora